Los ‘recortes’ acentúan la crisis de la música española

Cultura

Los ‘recortes’ acentúan la crisis de la música española

Los tiempos en que los analistas de salón daban por hecho que los músicos recuperarían con las entradas de los conciertos el dinero que perdían por la caída de las ventas de los discos han quedado lejos. De hecho, la crisis de las cajas de ahorros, los recortes presupuestarios de las autonomías y la debacle económica han acentuado aún más la crisis de un sector que empieza a perder la esperanza.

Hoy por hoy, tanto las estrellas como los llamados artistas de la clase media se han convertido en autónomos, sin otra opción que correr sus propios riesgos y o bien cobrar un porcentaje de la taquilla, o bien convertirse en empresarios de sus giras, ganen o pierdan.

Artistas como Amaral o Manolo García, llevan tiempo practicando esta segunda modalidad. Entre otras cosas, porque cuentan con público suficiente para salir indemnes del intento. Un formato en el que, como en tantas otras cosas, fue pionero Miguel Ríos, en la década de los ochenta, y por el que otros, casis todos los que pueden hacerlo, han transitado luego.

Aunque cada vez está más difícil. Sobre todo ahora que se ha consumado la subida del IVA de las entradas del 8% al 21%. Ese aumento de los impuestos puede convertirse en una durísima losa para la llamada ‘clase media’ del mundo del espectáculo español, que hasta ahora funcionaba gracias a los contratos que conseguía en verano, sobre todo en las fiestas populares.

La sequía afecta con mucha fuerza a los músicos de los estilos menos populares, como los profesionales del jazz, por ejemplo, que solían completar sus ingresos con trabajos mercenarios en los que acompañaban a solistas o bandas de éxito. Ahora tienen difícil tanto lo primero como lo segundo.

Hace unas semanas, el batería Guillermo McGill, una de los músicos de jazz españoles con mayor proyección internacional, decidió plantar al Festival de Jazz de Madrid al decidir suspender su actuación en el certamen. McGill acusa al Ayuntamiento de haberse desentendido del evento, de tirar por tierra el prestigio de que gozaba y de obligar a los profesionales a tocar por un máximo de cien euros por cabeza, siempre que consigan llenar las salas por sus propios medios.

En una carta abierta que ha revolucionado la profesión McGill explica que el problema no es tanto ‘tocar por poco dinero’ o a ‘taquilla’ como el hecho de la despreocupación total de las autoridades madrileñas por promocionar el Festival como un conjunto, realizar un programa, ofrecer una ‘cartelera’ completa en Internet o esforzarse, como había hecho antes, en promocionar el evento.

Ese trabajo corresponde a los artistas individuales o las promotoras, con lo que este ‘Festival de Jazz’ tiene estrellas, relevantes sin duda pero poco jazzys como Patti Smith o los Cowboy Junkies, el jazz nacional tiene que intentar desenvolverse por sí mismo, no ya en un ambiente hostil, si no plenamente autogestionario sin que, como explica Mc Gill ese esfuerzo se vea recompensado por una mayor presencia en los medios o la pátina del prestigio de haber intervenido en una cita importante.

Algunos managers, como siempre que se produce un recorte en el dinero institucional, vuelven a mirar a las marcas. Pero, en esta ocasión los patrocinadores privados tampoco parecen dispuestos a pagar a ciegas y, en la mayor parte de los casos, imponen la condición de que los artistas cobren por el porcentaje de taquilla. Con independencia de los gastos a los que tengan que hacer frente derivados del coste de sus montajes.

Tal vez por eso, algunos cantantes han reducido al máximo su grupo de acompañamiento. La bolerista Tamara, sin ir más lejos, que aún tiene un público más que fiel, ha hecho muchos conciertos con la única compañía de dos instrumentistas. Así puede ofrecer un precio competitivo.

La otra opción es Latinoamérica. Una vez más, el subcontinente es la ‘tabla’ de salvación para algunos artistas. Un ejemplo serían las continuas visitas a Colombia realizadas este verano por Rosario Flores. Allí tiene público y contratos que le permiten desplazarse con su grupo completo.

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