Baptiste Trotignon y Minino Garay, un feliz encuentro en París

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Baptiste Trotignon y Minino Garay, un feliz encuentro en París

Baptiste Trotignon

El pianista francés y el percusionista argentino se alían en ‘Chimichurri’, un disco que define nuevos parámetros para la fusión. La etiqueta de las ‘músicas del mundo’ fue un hallazgo feliz que permitió que en la década de los noventa del pasado siglo, muchos artistas interesantes tuvieran un minuto de gloria, a pesar de moverse fuera de los radares imperiales de la música anglosajonizante. Luego se depreció, pero describe bien el sonido de Baptiste Trotignon y Minino Garay.

En estos días, el pianista francés y el percusionista argentino han publicado un disco conjunto, titulado ‘Chimichurri’, que bebe de muchas fuentes, desde el tango al jazz, pasando por la chanson y los clásicos del pop, para configurar una propuesta seductora, que vuela muy alto y está llena de matices y sensibilidad instrumental.

Su feliz encuentro se ha producido en ese París cosmopolita que, en tantas ocasiones, ha ejercido como contrapeso de los polos culturales dominantes en el mundo forjado por el neoliberalismo económico. Pero no se equivoquen, no se trata de uno de esos menús de fusión que ofrecen las franquicias de comida rápida.

Trotignon y Garay tienden puentes hacia sus respectivos territorios sonoros en busca de un espacio común. Pero no estamos ante un diálogo de sordos diseñado en el despacho de alguna promotora discográfica independiente. Se trata de dos músicos capaces de compartir ese lenguaje universal que moviliza los sentimientos de quien se decide a escuchar.

Lamentablemente, estos sonidos aventureros que requieren de la complicidad de un oyente dispuesto a correr riesgos no suelen tener cabida en las radiofórmulas imperantes en España, en estos tiempos. Y resulta complicado conseguir público cuando la difusión es tan escasa que casi equivale a cero.

Por fortuna, aún quedan medios de comunicación que se atreven a adentrarse en los territorios menos obvios y a recomendar a artistas de este tipo. Como la impagable Radio Gladys Palmera, una propuesta ‘on line’, que desprende el mismo aroma que debieron tener las primeras emisoras piratas que difundieron la música moderna. Conéctense.

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