Sean Nicholas Savage se abona al r&b light en ‘Magnificent Fist’

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Sean Nicholas Savage se abona al r&b light en ‘Magnificent Fist’

Sean Nicholas Savage

El artista canadiense publica otro disco de pop elegante y dulzón, perfecto para escuchar en cualquier tarde de invierno. Puede que haya artistas perfectos para el verano y otros, como Sean Nicholas Savage, más bien otoñales, melancólicos y agridulces que ganan mucho en las temporadas otoño -invierno. No hay nada malo en ello, por supuesto, aunque, a veces, la monótona elegancia de este bardo canadiense recién entrado en la treintena, resulte demasiado relajante para mi gusto.
 
Y eso me pasa con algunos temas de este, por lo demás, bien recomendable álbum, ‘Magnificent Fist’ del que nos ocupamos hoy. Quizá porque esa manera de cantar, abonada al falsete y modificada con ‘autotune’ que, a ratos, le convierte en una suerte de ‘clon’ robotizado de Marvin Gaye o Darryl Hall, no acaba de entusiasmarme.
 
Luego está esa parafernalia común al artista de nuestros días que parece haber dejado de concentrarse en la música para hacer muchas más cosas. Publicar poemas, rodar un videoclip por canción y demás. Tal vez, demasiado para quienes no estamos interesados en la vida y milagros de los artistas, ni en sus pensamientos profundos y sólo queremos oír sonidos que nos emocionen.


 
Cierto que son tendencias que provoca las dificultades que Internet ha traído a los profesionales del sector que tienen que buscar fórmulas insospechadas para ganarse la vida, pero hay más de un artista, no precisamente Savage quizá, que parece más un vendedor a domicilio que un músico. O esa es mi opinión, por supuesto.
 
Tampoco ayuda a la rápida asimilación de este disco, esa pátina de neblina electrónica que lo impregna todo, como corresponde a la servidumbre debida al imperio de las siempre omnipresentes modas de grabación. Y empieza a pasar con esta saturación de texturas digitales, lo mismo que pasaba con aquellas cajas subidas de ‘reverb’ en los tiempos débiles del compás que nos acabaron por amargar la vida a todos en la década de los ochenta del pasado siglo.
 
Pero como siempre, esas reticencias, o esos prejuicios si quieren, que hacen que me enfrente a este álbum con cuidado, terminan por desvanecerse en el momento en que empieza a sonar por los altavoces de mi equipo de sonido, una de esas canciones que reclaman inmediatamente la atención y revelan que hay un compositor más que competente detrás de su nacimiento.
 
Y eso me pasa con ‘Music’, el tema que cierra el disco y que se ha convertido en mi canción favorita del álbum por el momento. Al descubrirla me doy cuenta de que, probablemente, no he prestado la atención suficiente a esta colección de ocho canciones que se extienden a lo largo de 30 minutos de música suave y agradable. Y me decido a darle otra oportunidad.
 
Acierto. Todo mejora, y mucho en la segunda escucha. Con la ventaja añadida de que esa media hora escasa de atención concentrada necesaria para disfrutar por completo de la propuesta de Savage no se convierte en una bomba devastadora para la agenda de nadie. Ni de los padres de familia numerosa propietarios de perros más atareados que existan por ahí.
 

 
Y, en fin, como siempre, aparecen los matices, afloran las melodías y se desvelan las tensiones internas latentes en unos arreglos, más afilados de lo que parecen y que convierten esos aparentes remansos de paz en los que sestear tranquilo, en paisajes sonoros interesantes, y hasta peligrosos, con más de un vericueto por el que perderse y disfrutar.
 
De modo que, canciones como ‘Over The Night’ o ‘Blow Away’ terminan por interesarme más de lo que esperaba. Y sin que pueda decir que me encuentro ante un álbum que vaya a cambiar mi percepción del mundo, hay muy pocos ya más por saturación auditiva que por falta de calidad, sí que lo paso bien mientras escucho.
 
Al final, esos ecos de cosas conocidas, y mil veces oídas que puedes encontrar aquí, no molestan tanto y hasta se agradece que la modernidad del conjunto llegue con cuentagotas y sea fácil de digerir y asimilar. Lo mismo que la existencia de unos estribillos de corte clásico que muchos contemporáneos de Savage han decidido erradicar de sus trabajos.
 
También que el canadiense haya prescindido de la colaboración de los rimadores habituales tan en boga y de que en este disco no haya ningún rastro de ese ‘rap’ de medio pelo tan habitual ahora también en todas las producciones que marcan la tendencia en los últimos tiempos.
 
Al final se trata de un disco modesto y agradable que puede venir bien para pasar el rato en esas horas ‘tontas’ en que la cabeza no está para sumergirse en revoluciones sonoras con marchamo de vanguardias emergentes. De esas que se van tan rápido como llegan, por supuesto.
 
Así que bien está lo que bien acaba. No es que me parezca este ‘Magnificent Fist’ me parezca un álbum imprescindible, en absoluto, pero reconozco que no desentonará tampoco en cualquier discoteca casera en la que se pretenda capturar minímamente el latido de los sonidos más del día, sin exponerse a sorpresas desagradables.

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