Paul Simon busca la obra maestra en ‘Stranger To Stranger’

El tocadiscos

Paul Simon busca la obra maestra en ‘Stranger To Stranger’

Stranger to stranger

El cantautor de Nueva Jersey publica su primer disco en cinco años e inicia una nueva gira mundial para presentarlo. A estas alturas del partido, un artista como Paul Simon, que ha extendido su magisterio como compositor de canciones de éxito a lo largo de más de cinco décadas tendría que tener muy pocos incentivos para mantenerse en activo y con ganas de seguir produciendo música nueva y, en la medida de los posible, sorprendente. Y, sin embargo, ahí sigue, al pie del cañón como el que más.

Puede que la inspiración no vuelva a permitirle escribir temas tan esplendorosos, o éxitos globales tan absolutos, como cualquiera de esos himnos ‘multigeneracionales’ que parió para Simon y Garfunkel, aquel dúo limpito y aseado que dominó las listas en la década de los sesenta del pasado siglo con canciones suntuosas y convenientemente ‘tarareables’ que, como saben, forman parte de la historia de la música popular.

Y quizá tampoco sea fácil que cualquier día de estos Simon vuelva a grabar una nueva joya del calibre de ‘Graceland’, aquel trabajo que le consagró como grande también en solitario y que sirvió para abrir la puerta de la música africana a una multitud de aficionados occidentales que jamás habrían reparado de otro modo en estos ritmos exóticos.

Pero se trata de un artista con pundonor que quiere seguir en activo mucho tiempo y mantiene su deseo por entregarle al público creaciones nuevas y lo suficientemente relevantes para que sean capaces de competir con todo lo anterior. Un cantautor decidido a huir de las giras nostálgicas en las que las viejas estrellas hacen dinero con su repertorio intemporal.

Así que trabaja incansablemente, se exige todo lo que puede y una vez cada cinco años, más o menos, saca un disco nuevo. Algunos son mejores, otros son peores. Pero todos son lo suficientemente dignos como para soportar el peso de una firma tan insigne. Y siempre hay algún motivo para concederles el beneficio de la duda como mínimo.

Su último disco publicado hasta ahora es este ’Stranger to Stranger’, del que nos ocupamos hoy, su treceavo álbum en solitario. Una cifra que demuestra, entre otras cosas, que no estamos ante un compositor demasiado prolífico, al menos últimamente, quizá porque Simon odia repetirse o autoparodiarse y prefiere estar callado a no tener nada que decir.

De modo que, como oyente agradecido y aficionado antiguo, uno se enfrenta con mucho respeto a esta colección de once canciones que se extienden a lo largo de 37 minutos de música. Y, sin embargo, se queda levemente insatisfecho después de la primera escucha. Y no puede negar que esperaba un poco más que lo que ha recibido, aun reconociendo la maestría de un autor que siempre está dispuesto a darlo todo.

Por lo que sabemos, para hacer ‘Stranger to Stranger’ ha recorrido un montón de caminos distintos en busca de esa excelencia que parece haberle sido esquiva. Se ha encerrado, por ejemplo, en un estudio con unos cuantos percusionistas de flamenco, que han tocado, las palmas y el cajón, acompañados por un ‘bailaor’ que ha taconeado con fuerza sobre una superficie de madera.

Y ha buscado sonoridades inesperadas en los hallazgos de las nuevas generaciones de músicos electrónicos como el productor italiano Digi G’Alessio, más conocido como Clap!, Clap!, cuyo disco ‘Tayi Bebba’, le había gustado tanto que sintió la necesidad de incorporarle a su búsqueda de nuevos horizontes musicales y quiso colaborar con él e incorporar sus ‘beats’ en unos cuantos temas del disco.

Simon ha ido tan lejos en su caza y captura de estímulos para cambiar el rumbo de su sonido que incluso se ha atrevido a probar con instrumentos inusuales como los que usaba el compositor clásico Harry Partch para hacer su música. Un universo sonoro en el que se superaban por completo las afinaciones tradicionales agrupadas en octavas para favorecer las oscilaciones microtonales.

Eran tantos y tan complejos los ingredientes que quería utilizar que recurrió a Roy Halee, su productor de siempre, para que le ayudara a completar la tarea. Y parece que, con sus ochenta años cumplidos, este mago del sonido que ya fue fundamental en los primeros trabajos de Simon y Garfunkel y en ‘Graceland’, todavía conserva intacto su oído absoluto y su capacidad para sacar el máximo partido de cualquier mesa de mezclas.

Pero quizá esa misma variedad de estímulos diversos haya terminado por resultar perjudicial para el conjunto. Hay demasiados platos sobre la mesa, siempre correctos y bien rematados y, sin embargo, falta esa chispa de la genialidad que convierte a una pequeña joyita sonora de tres minutos y poco más en una de esas canciones que se quedan para siempre a vivir con uno.

No obstante, se trata de un disco bueno, mucho mejor que la media y que, por fortuna, se vuelve más interesante con cada escucha. Y hay un buen puñado de temas notables también. Como, por ejemplo, esa delicia polirrítmica delicia titulada ‘Wristband’ que es, por el momento, mi canción favorita del álbum. Un buen ejemplo de ese Paul Simon que busca inspiración en los aires exóticos y las acentuaciones inesperadas.

Y también, en la misma línea, está ‘Cool Papa Bell’, tema dedicado a un antiguo jugador de baseball. Pero tampoco faltan los medios tiempos y las baladas, del estilo de ‘Insomniac´s Lullaby’, el tema que cierra el álbum, que se parecen más a las canciones que solía hacer ese Paul Simon jovencito que se subía al escenario junto a un tal Arthur Garfunkel. No se confundan ese chico ya no está, pero este compositor veterano que aún busca la obra maestra también merece la bendición de los aficionados.

Más información