Whitney renueva el viejo rock adulto con ‘Light Upon The Lake’

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Whitney renueva el viejo rock adulto con ‘Light Upon The Lake’

Light Upon The Lake

El ‘superduo’ de Chicago, formado tras la disolución de Smith Westerns, debuta con un disco de canciones elegantes y arreglos preciosistas. ¿Hay un sonido más agradable para el oído que el que proporciona un disco bien grabado de pop intemporal? Me refiero, evidentemente, a una de esas colecciones de temas, pulidos y sencillos, pero en absoluto anodinos, con el ‘bouquet’ inconfundible que suele asociarse a las buenas canciones y a esos medios tiempo adorables, aptos para todos los públicos de los que se nutre el entretenimiento familiar.

Me refiero, claro, a un álbum como aquellos que fabricaban aquellos combos formados por laboriosos artesanos, como Supertramp o Ten CC, en la década de los setenta del pasado siglo que, además, envuelva todo ese caudal sonoro con unos arreglos elegantes, al punto, preciosistas y lo suficientemente ‘bien tocados’, para que las ondas sonoras inunden de ruidos placenteros unos auriculares de marca.

Probablemente la respuesta a la pregunta retórica que he lanzado en el primer párrafo sea obvia. Porque seguro que sí lo hay. Al menos, desde el punto de vista de los amantes de los instrumentistas virtuosos o de los seguidores de otras músicas modernas más agresivas, bailables o experimentales. Ya saben aquello de que “sobre gustos no hay nada escrito” y eso otro de que “doctores tiene la iglesia”.

Pero basta de refranes. Ya ven que aquí y ahora reconozco, sin problemas, que esos estilos citados en el párrafo anterior también pueden tener su punto. Sin embargo, quiero ser honesto con ustedes y aclararles que, en general, yo suelo inclinarme por la música y los músicos que apuestan fuerte por convertir las melodías y las en la base primordial de su oferta sonora.

Y claro que sí, que hay otras muchas posibilidades y que la calidad no es exclusiva de ningún estilo. Pero si uno piensa, como yo, que cada sonido tiene su momento, las perezosas tardes de un verano incierto resultan, desde mi punto de vista, ideales para disfrutar de ese pop de toda la vida, tan reconocible, burbujeante y quizá poco innovador. Pero tan satisfactorio también la mayoría de las veces.

Al menos, cuando está bien hecho, ya digo. Como, por ejemplo, en el caso de este ‘Light Upon The Lake’, del que nos ocupamos hoy, el disco con el que debuta, Whitney, un nuevo ‘superduo’, formado en Chicago por antiguos componentes de otras bandas, más o menos conocidas, que reclama su sitio en el centro del escenario, con fuerza y sutileza.

Y parece que, de momento, no les va mal del todo. Para empezar, ya ha cosechado un éxito incontestable al obtener con este début la codiciada etiqueta ‘Best New Music’ que otorgan los críticos de Pitchfork, la publicación especializada estadounidense que decide, hoy por hoy, cuáles son las bandas que marcan tendencia en los circuitos globales de aficionados a la música moderna.

Los orígenes de Whitney, un nombre que es un homenaje a la desaparecida diva del r&b comercial Whitney Houston, se encuentran en la última formación de Smith Westerns, donde coincidieron el guitarrista Max Kakacek y el cantante y batería Julien Ehrlich, que trabajaban a las órdenes de Cullen Omori. Un líder demasiado protagonista para compartir espacios de creatividad con sus escuderos.

Ehrlich, además, se había dado a conocer como batería de la alineación inicial de Unknown Mortal Orchestra, otra banda marcada también por la personalidad ‘absolutista’ de su principal cantante y compositor, en este caso Ruban Nielson. De modo que cuando Omori optó por disolver a Smith Westerns, el guitarrista y el batería vieron el cielo abierto y aprovecharon la oportunidad para crear Whitney, un grupo en el que mandan ambos y en el que nadie toma las decisiones por ellos.

Con las ideas muy claras y una colección de diez canciones, escueta pero sustanciosa que no dura más que treinta minutos, los chicos de Whitney viajaron a California, el territorio clave del rock adulto ligero, para ponerse en manos de un productor cómplice que entendiera su sonido y les ayudará a hacerlo avanzar en la dirección adecuada. Y el elegido fue Jonathan Rado líder de Foxygen, que también toca algún teclado.

Con Kakacek en las guitarras y Ehrlich a la batería y la voz principal y la ayuda de buenos amigos como Josiah Marshall al bajo, Malcolm Brown a los teclados y coros, William Miller a las trompetas y Macie Stewart y Myra Hinrichs en los arreglos de cuerda, más un numeroso y potente elenco de coristas, Rade formó una banda compacta a la que hizo grabar en directo. Como en los viejos tiempos.

Y el resultado es magnífico. Aunque quizá no suene tan innovador como a algunos les gustaría. A mí se me ocurren muy pocas pegas que ponerle a un disco que, ratos, me trae a la memoria una mezcla suave y bien ligada entre el JJ Cale más melódico y unos Steely Dan de baja intensidad, que hubieran apostado por la sencillez y renunciado a las ‘cabalgadas’ instrumentales y al ejercicio del virtuosismo por el que, también, se hicieron famosos.

Vale que, a lo mejor, la vocecita ‘indie’ de Ehrlich lo mismo no es apta para todas las orejas, y que no le hubiera venido mal alguna que otra espinita eléctrica a este bello ramo de rosas perfecto para cualquier jarrón. Pero, amigos, esas trompetas valen su peso en oro y hay temas como el inicial ’No Woman’, mi canción favorita del disco por el momento, o ’Golden Days’ o ‘Follow’, que pasan con holgura el corte y merecen un puesto estelar en cualquier playlist veraniega que se precie.

Y, además, la llegada de sangre fresca dispuesta a volver a sacarle brillo al viejo formato de aquel rock para adultos que se hacía expresamente para ser programado en la radio es muy de agradecer. Cierto que la crítica más ‘snob’ de la época destrozó sin miramientos a aquellos grupos multivendedores y que no siempre estuvieron acertados. Pero uno, a sus años, echa de menos aquella música comercial que podía disfrutarse y escucharse sin sonrojo. Y con Whitney me han dado ganas de hacer las maletas e irme a pasar una temporada en el Hotel California.

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