Porches se pasan al pop electrónico en ‘Pool’

El tocadiscos

Porches se pasan al pop electrónico en ‘Pool’

Porches, Pool

La banda de Aaron Maine se pasa a la electrónica en su segundo álbum y confirma la pujanza de la joven escena neoyorquina. Como decíamos la semana pasada, la nueva escena neoyorquina, la música más vanguardista y juvenil que se produce ahora mismo en esa ciudad estadounidense que muy bien podría considerarse algo parecido a lo que sería la capital del mundo moderno, está al alza, gracias a un puñado de flamantes valores, relacionados entre sí, que han conquistado el corazón de los críticos más prestigiosos.

Entre los artistas que más despuntan esta, ya lo saben Greta Kline, la hija de Kevin Kline y Phoebe Cates, que graba y actúa con el nombre artístico de Frankie Cosmos, de cuyo extraordinario último álbum ya hemos hablado aquí. Y también está, claro, Aaaron Maine, el novio de Greta, de cuya obra vamos a ocuparnos hoy.

Aaron participa como batería en los trabajos y las actuaciones en directo de Frankie Cosmos, y Greta le devuelve el favor tocando el bajo y haciendo coros en Porches, el proyecto personal de Maine, que también acaba de lanzar un disco al mercado, titulado ‘Pool’, tan bien acogido por la crítica como el que ha publicado su chica.

Además, este álbum ha sido editado por la discográfica Domino Records, una de las independientes más potentes del panorama internacional de ahora mismo, por lo que tiene bastantes posibilidades de llegar a convertirse en un éxito mundial de ventas. Y es, desde luego, más asequible y de más fácil asimilación que el disco nuevo de Greta.

Sin embargo, a mí personalmente me ha interesado algo menos. Hay un montón de buenas canciones e ideas interesantes en esta colección de 12 temas que se extiende a lo largo de 38 minutos. Pero todo es más estándar y suena más a conocido. Le falta esa ingenuidad casi ‘punky’ que encontramos en los mejores trabajos de Frankie Cosmos.

Sin contar con que Aaron no es un letrista tan notable como su novia. Y aquí, en esta colección de temas en la que el agua y las inmersiones tiene tanto protagonismo, la diferencia se nota mucho. Los textos de Maine no suelen ser redondos ni aportar demasiado al conjunto para bien y para mal.

Aaaron no es un poeta contemporáneo ni parece aspirar a llegar tan lejos como su novia en esta disciplina. El se conforma con hacer unas letras más o menos dignas. A cambio, tiene una capacidad muy superior a la demostrada por su pareja para componer buenas melodías pop con ese punto ‘pegadizo’ que también le sienta siempre a este tipo de sonidos.

Esa característica destaca muy especialmente en este disco. Sobre todo porque a diferencia de su trabajo anterior, Maine ha optado por pasarse casi por completo a la electrónica y tomar distancia con el folk ruidoso e ‘indie’ al que se dedicaba en el pasado. En este disco mandan los sintetizadores y las secuencias y hay muy poco espacio para los instrumentos reales.

Es, además una producción hecha en casa, donde Aaaron se ha responsabilizado de casi todo, aunque ha permitido, ya lo he dicho, que Greta toque el bajo y haga coros en algunos temas que se encuentran sin duda entre los más acertados del álbum. Y, justamente, en ese aire un poco ‘amateur’ que se desprende del conjunto está una de las grandes fortalezas del disco.

En las entrevistas de promoción, Maine ha insistido mucho en que lo que pretendía en este caso era conseguir que el público bailara con sus canciones. Y que por eso se ha preocupado muy especialmente del ritmo y de aportar la máxima potencia posible a las bases a las que ha convertido en el centro alrededor del cual gira todo lo demás.

Pues bien, desde mi punto de vista, no lo ha conseguido del todo. Es cierto que esa preocupación puede resultar apreciable, pero no esperen que estas canciones desencadenen una juerga salvaje. Ni siquiera que valgan para animar un guateque de intelectuales con pretensiones. En algunos casos, a lo mejor, resulta posible seguir el ritmo con un pie. Y poco más.

Pero que ‘Pool’ no sea ni mucho menos, el ‘llenapistas’ instantáneo que Maine nos había prometido no le resta méritos. Ya hemos dicho que las melodías son el punto fuerte de un autor que es muy joven aún y que si se lo propone puede llegar muy lejos por esta vía. Y en este álbum hay unos cuantos tesoros pop de fácil y directa asimilación.

Está, por ejemplo, ’Car’, un temazo se mire por donde se mire que, además, ha sido elegido como single y avanzadilla radiofónica del disco con mucho acierto. Es de momento, mi canción favorita del álbum, entre otras cosas por el ajustado arreglo que evoca a la perfección los viejos ambientes de aquel tecno pop ochentero con el que tanto disfrutamos en su día.

Y hay unos cuantos bombazos más que ustedes podrán descubrir si se empeñan. Y también si no se empeñan mucho, porque otra virtud de este disco es que entra con facilidad y no se requieren demasiadas escuchas, ni demasiada concentración para disfrutar de él. Es una música muy agradable que no cansa después de un consumo más o menos intensivo. Pruebénlo y me cuentan. Les sentará bien.

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