Pinegrove apuesta por el country inteligente en ‘Cardinal’

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Pinegrove apuesta por el country inteligente en ‘Cardinal’

Pinegrove, ‘Cardinal’

La banda de New Jersey se convierte en la nueva sensación de los circuitos alternativos estadounidenses. El country alternativo cuenta con un nuevo geniecillo. Es Evan Stephnes Hall, compositor, cantante, guitarrista y líder de Pinegrove, una banda de planteamientos musicales simples y efectivos que empezó su carrera hace ahora seis años y que parece a punto de alcanzar el reconocimiento masivo.

El éxito les ha llegado por una serie de circunstancias favorables que parecen haber abonado el terreno para que brote en él la semilla de una música como la suya. Pegada a las raíces y deudora del trabajo de antecesores como REM o Wilco, pero que supera la vulgaridad de los ejercicios de estilo por la honestidad que desprende.

El grupo acaba de publicar Cardinal, el disco del que nos ocupamos hoy, que es casi, como los viejos minilps de la década de los ochenta, apenas ocho canciones y media hora de música, pero que suponen una muestra más que suficiente para hacerse una idea del potencial de una banda llamada quizá a convertirse en símbolo generacional.

Evan Hall se ha rodeado de unos cómplices musicales poco dados al virtuosismo, pero muy convincentes, que navegan bien en los medios tiempos, derrochan energía cuando toca y construyen un envoltorio elegante para las bellas melodías y los sesudos textos del compositor principal.

Los otros tres miembros de la formación actual de Pinegrove son el guitarrista Nick Levine, su hermano Zack Levine que se encarga de la batería y el bajista Sam Skinner. Un equipo estable que ha quedado configurado así tras algunos cambios de personal.

El cuarteto se defiende bien en directo, aunque ni la fiesta ni el descontrol sean precisamente lo suyo. Hay muchos rastros del ‘indie rock’ más furioso en lo que hacen, y cierta actitud punk, pero sus puntos fuertes no son precisamente esos.

Pinegrove fabrica una música que llama sobre todo a la reflexión y la fiesta ‘interna’, a transitar por los ‘bares del espíritu’, más bien. Sobre todo, como consecuencia de la bella factura poética y la intensidad emocional de los textos de Hall, un letrista superdotado, que con este disco presenta su candidatura a figurar en ese restringido olimpo del rock en el que despuntaron creadores inolvidables como Leonard Cohen o Lou Reed.

Aunque Hall está más cerca del canadiense que del icono neoyorquino. Por lo menos, por ahora. Y Sus reflexiones sobre la soledad, la incomunicación, la importancia de los nuevos y los viejos amigos y los avatares, no siempre gratos, por los que transcurren las historias de amor, son el punto fuerte de la banda.

Son canciones que perduran en el cerebro bastante tiempo después de haber sido escuchadas y que, de alguna forma, ayudan a sobrellevar el desencanto y las decepciones inevitables que le salen al paso a todo el mundo en su vida cotidiana. Y que, como en el caso de ’Cadmiun’, mi tema favorito del disco, por el momento, no ahorran las referencias intelectuales ni eluden los temas escabrosos.

En ‘Old Friends’, por ejemplo, el protagonista y narrador se lamenta de las ocasiones perdidas a la hora de demostrar afecto en los entornos más cercanos, tras haber tenido un encuentro fugaz en una estación de autobuses con alguien que le ha recordado el reciente funeral de una amiga. Y en ’Aphasia’, sólo con el título de la canción ya pueden hacerse una idea del asunto, Hall se muestra feliz por haber conseguido ‘decir algo’, una misión que le parecía imposible, aunque no fuera exactamente aquello que quería comunicar.

Ese tono transcendental y ese aroma a ratón de biblioteca, han contribuido para que muchos consideren a Pinegrove, la avanzadilla del renacimiento del viejo movimiento ‘Emo’, ya saben aquella evolución de las olas siniestras, que se centraba en la introspección y la estética del pesimismo.

Y quizá sea cierto. Pero quizá no. Porque, como ya les he explicado, todo ese decaimiento vital y ese manantial inagotable de filosofía reflexiva, no llegan envueltos en una música luminosa que, lamentablemente quizá para su autor, moviliza a ese tipo optimista que, querámoslo o no, todos llevamos también dentro.

El caso es que, a pesar de que la diferencia de edad existente entre estos Pinegrove quizá me impide disfrutar plenamente de estas canciones, tras escuchar Cardinal me ha parecido que esta banda va a resultar fundamental para el futuro de una música estadounidense, demasiado cautiva últimamente del r&b bajo en calorías y alto en proteínas sexualizantes.

Lo mismo me equivoco, claro, pero tienen cosas que decir y no buscan desde el minuto uno la complicidad del oyente. Justo lo que suele pasar con las bandas que, al final, son grandes. Ya ven, yo apuesto por Hall y sus amigos. Van a grabar unas cuantas obras maestras en el futuro. O eso me parece a mí.

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