KING inyectan dosis de dream pop al r&b en ‘We are KING’

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KING inyectan dosis de dream pop al r&b en ‘We are KING’

King, ‘We are King’

El Trío de Los Angeles lanza su esperado primer lp, avalado por celebridades como Prince, Stevie Wonder o Kendrick Lamar Hace casi dos años que la afición esperaba ansiosa la llegada de este ’We Are KING’, el disco del que nos ocupamos hoy, que es también el primer álbum de KING, un grupo formado por tres jovencitas de Los Angeles que, según la leyenda, consiguieron seducir a las grandes estrellas de la música negra de ayer y hoy, gracias a un modesto Ep, autoproducido, y al poder de Twitter.

Con tan escaso bagaje y las maravillas de la tecnología, que han convertido los estudios caseros en auténticos santuarios de la creación sin nada que envidiar a los recintos profesionales, las chicas consiguieron seducir a tipos duros como Stevie Wonder, Kendrick Lamar o Prince.

Este último hasta se las llevó de gira para presentárselas al mundo. Y, a partir de ahí, las hermanas gemelas Paris Strother (teclista y responsable de todos los arreglos y la instrumentación), y Amber Strother voz solista y coros, y Anita Bias , una buena amiga de la familia que también canta de maravilla han navegado siempre con el viento a su favor en este difícil negocio.

Lo cierto es que antes de entrar a valorar estos 57 minutos de música repartidos en 12 extensas canciones conviene situar en su contexto, la revolucionaria bocanada de aire fresco que ha supuesto la llegada a las cercanías de la cima de Paris, Amber y Anita. Una verdadera revolución se mire por donde se mire.

Las King, pizpiretas y guapetonas a su estilo, no tienen nada que ver con el modelo de ‘tía buena’ y ‘dominatrix’ que se lleva ahora entre las actuales estrellas del pop femenino. De asemejarse a alguien, y no del todo, su imagen tendría mucho más que ver con la de Adele que con la que exhiben Beyonce o Rihanna, por poner dos ejemplos.

Pero, a la hora de cantar no se acercan casi en nada el modelo de leona ‘desmelanada’ que dispara salvas de artillería vocal con los viejos cañones de Aretha Franklin, cuya continuidad en el siglo XXI podría representar, y muy dignamente, la cantante británica.

No. Ellas son más bien herederas de Diana Ross o Valerie Simpson, mujeres que miman la melodía y son fieles a las historias que cuentan las canciones que interpretan. Más proclives a la musicalidad que al circo. En cualquiera de sus múltiples presentaciones posibles.

Aún hay más. Mucho más clásicas de lo que podría parecer, su R&B regresa en lo textual a patrones conocidos. Más insinuación que sexo explícito, y eso sí que es una novedad revolucionaria con la que está cayendo, y más invocaciones al amor universal, la fraternidad y la paz que a la lucha callejera o los conflictos raciales.

Su aportación a esa tradición, por otra parte gloriosa, tiene sobre todo que ver con una forma de arreglar los temas y vestirlos que resulta rabiosamente contemporánea, al incorporar influencias de estilos creados en este bendito siglo XXI, como el ‘dream pop’ a lo Beach House, y apostar por la electrónica como hilo conductor de las instrumentaciones.

Falta probablemente un poco de variedad y esa melodía definitiva que las encumbre a los altares. Pero hace mucho que no escuchábamos ese tipo de ‘soul’ dulzón que invita a bailar lento y derretirse, del estilo de aquellos baladones de Isaac Hayes, Barry White o Luther Vandross que tanto amábamos en nuestra alegre juventud. Eso sin, convenientemente rebajados de la molesta tetosterona.

Sobra a ratos la pátina de ‘chill out’ urgente para fin de juerga de noche ibicenca que en alguna que otra ocasión planea sobre la mezcla final de este disco, muy difuminada, comprimida y sin aristas. Quizá demasiado para mi gusto. Un poquito más de crudeza, en mi opinión, habría resaltado aún más el sabor de la excelente materia prima con la que trabajan.

Pero eso, es una simple cuestión de gustos, claro. Es cierto, sin embargo, que estas KING lo tenían todo a su favor para haberse convertido en mi disco favorito del crudo invierno que nos ataca y se han quedado a las puertas de conseguirlo por culpa del exceso de azúcar. Aunque también es cierto que no llegan a resultar empalagosas, a pesar de ello.

Así las cosas, me sumo al resto del mundo y asumo que, como les ha pasado a casi todos los demás, mi canción favorita del álbum por el momento es ‘Hey’, esa inyección de almíbar en vena ‘ultrasampleada’ en el último año. Pero en dura competencia con ‘The Greatest’, un sentido homenaje a Muhammad Alí, y también con Mister Chameleon, otro monumento a las inflexiones vocales aterciopeladas que dará que hablar.

En definitiva, una propuesta refrescante por la que apostar en el futuro, con la esperanza de que entren pronto en las listas de éxito y en los circuitos virales de la música en ‘streaming’. Aunque sólo sea para que podamos descansar un rato de la sobredosis de imitadores de Madonna que nos azota sin descanso desde hace unos años.

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