Las Savages viajan hacia el lado oscuro de los Ochenta en ‘Adore Life’

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Las Savages viajan hacia el lado oscuro de los Ochenta en ‘Adore Life’

Las Savages, Adore Life

El cuarteto británico descubre un filón en los medios tiempos y las melodías memorables en su segundo disco Ya lo habrán leído por ahí, y hasta escuchado en alguna radio. Savages son un nuevo eslabón de la cadena de bandas ruidosas y distorsionadas que arrancó en la década de los ochenta del pasado siglo con, digamos, Siouxsie and the Banshees, Joy Divison y Bauhaus se perpetuó en los noventa con las riot girls y PJ Harvey y ahora continuarían con este cuarteto londinense que se ha puesto de moda desde hace un par de años y se mantiene desde entonces en la cresta de la ola.

Esos antecedentes que hemos mencionado llegan de fábrica y están servidos en el material promocional y biográfico servido por la discográfica y el management de las chicas, que se han volcado en el lanzamiento del segundo disco del grupo, este Adore Lifedel que nos ocupamos hoy.

Y yo añadiría alguno más, entre otros la dureza de las bases y los ritmos de los Pretenders iniciales, cuyo fantástico primer disco, impregnado por el salvajimo del punk primario, se mantiene a estas alturas como una de las joyas intemporales del inicio de la ‘new wave’.

Así que, podríamos decir, que Savages son una banda, por lo tanto, claramente británica, aunque sólo tres de sus cuatro componentes -la guitarrista Gemma Thompson, la bajista Ayse Hassan y la batería Fay Milton– hayan nacido allí. La cantante, y cabeza más visible de este colectivo, Jehnny Beth, es francesa y se llama, en realidad, Camille Berthomier. Pero, al menos de momento, esta circunstancia no se percibe en la música del grupo.

Y también, de alguna manera, que su actual éxito sirve un poco de contrapeso, lo mismo que sucede con Adele, aunque esta sea otra liga, con el dominio que tanto en lo comercial, como en la fijación de tendencias ha tenido la industria estadounidense en los últimos tiempos.

Además, supone también un cierto regreso del viejo rock y los grupos de formación clásica ‘guitarra-bajo-batería’ al menú de los aficionados de vanguardia que, de un tiempo a esta parte, parecían casi abducidos por el nuevo ‘rapp’ de artistas como Kendrick Lamar.

Mucha presión para cuatro chavalas con ganas de llegar lejos y un futuro prometedor por delante, pero a las que todavía les viene un poco grande el traje de ‘gran esperanza blanca’. Y cuidado, porque por esa misma puerta que les acaban de abrir se deslizaron los U2 hasta terminar convertidos en una atracción para toda la familia que llena estadios, cuyos discos se reparten con la prensa dominical.

Pero, de momento, ni estas cuatro guerreras, ni su productor, el músico francés Nicolas Congé que firma sus trabajos como Johnny Hostile, un sobrenonombre mucho más aparente sólo están en el principio de la autopista. Y, es verdad, que demuestran maneras y parecen saberse bien la lección. Aunque a ratos, esas letras de amor atormentado y alguna que otra pose poco natural huelan sospechosamente a eso que los chavales de ahora llaman ‘postureo’.

Hay momentos en los que, según yo lo veo, las muchachas se lían con ese halo de ambigüedad sexual y pretensiones ‘poliamatorias’ que se les supone. Y no acaban de dar bien del todo el personaje, porque a veces para resultar creíble en la ficción no basta con interpretarse a uno mismo. Y porque tanta acumulación de tragedia, dudas y adicciones, supuestamente, malsanas tiene, a mi entender, un resultado distinto al que parece buscar.

De modo que este rock tóxico y pretendidamente amargo no alcanza la categoría venenosa que pretende. Aunque, en mi modesta opinión, este nuevo álbum de Savages si supera con creces, a Silence Yourself, el debut de la banda que cosechó una tonelada de críticas positivas en su momento.

De alguna manera, esa falta de madurez de la que estoy hablando, también ha sido reconocida por los escritores de panegíricos entusiastas que han glosado el disco más que criticarlo en los portales modernos. Alguno se ha visto obligado a reconocer que hay canciones que ‘no funcionan’. Aunque eso sí, a estas muchachas cuando todo les sale redondo no hay quien las pare.

Y este es un disco simpático, a pesar de que haya sido fabricado por unas tigresas en formación que tienen que afilar todavía un poco más las garras, cumplir años y acumular bienios sobre el escenario. Pero hay indicios muy prometedores en estos 39 minutos de música que se extienden a lo largo de sólo diez temas. Como Adore, una suerte de balada tormentosa que mezcla dulzura con aliento épico y que tiene un arreglo muy imaginativo que permite lucirse a toda la banda y demostrar lo mucho que han aprendido desde que empezaron.

Además, aquí hay canciones que se ‘bailan bien’ y entretienen mucho, como ’Evil’ , cuyas cadencias me han recordado a los Psicodelic Furs más entretenidos. Por cierto, otro grupo ochentero que añadir al listado de influencias. Y también esta ’Sad Person’, mi canción favorita de disco por el momento, que me recuerda a aquel ’Precious’ que entonaba Crissie Hynde hace un buen puñado de años.

Por eso, prometo seguir con mucha atención la carrera de esta banda. Quizá no sean tan indispensables como se dice, pero coincido con el ruido ambiente en afirmar que tienen muchas posibilidades de llegar a serlo en el futuro. A lo mejor bastaría con que dejaran de intentar parecerse a alguien y se centraran en lo suyo. Aunque tuvieran que enfrentarse con la ‘crítica modernas’. Amigas y amigos, alcanzar la posteridad no es fácil y el éxito verdadero tiene un precio. Es muy alto y toca pagarlo siempre.

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