‘Los odiosos ocho’, una película de Quentin Tarantino

La butaca

‘Los odiosos ocho’, una película de Quentin Tarantino

Los odiosos ocho

Tras deleitarnos con unos espectaculares paisajes nevados, Tarantino encierra a sus personajes en una claustrofóbica cabaña. En el interior, un estallido de sangre y disparatados diálogos. En los nevados paisajes de Wyoming, un antiguo soldado de la Unión convertido en cazarrecompensas (Samuel L. Jackson) se sube a la diligencia de un viejo conocido (Kurt Russel) que se dirige al pueblo de Red Rock para entregar a una peligrosa fugitiva (Jennifer Jason Leigh) por la que le darán 10.000 dólares. Por el camino, recogen a un joven perdido (Walton Goggins) que dice ser el nuevo sheriff de la cercana localidad. Pero antes de llegar a su destino y bajo la amenaza de una fuerte ventisca, se ven obligados a buscar refugio en la cabaña de Minnie, una parada para carruajes, donde se encuentran al nuevo encargado (Demian Bichir), al verdugo de Red Rock (Tim Roth), a un solitario vaquero (Michael Madsen) y a un viejo general confederado (Bruce Dern). Son ‘Los odiosos ocho’ de Quentin Tarantino.

Tras ‘Django Desencadenado’, el director de ‘Pulp Fiction’ se acerca de nuevo al género ‘western’, aunque la cinta gira hacia un juego de intriga al estilo ‘Diez negritos’ de Ágatha Christie, aderezado con grandes dosis de humor negro y sangre. La narración comienza en un escenario abierto cubierto por un bello manto blanco, captado de una forma tan espectacular que podemos sentir el frío a través de la imagen, para luego adentrarse en el interior de la claustrofóbica cabaña; un espacio único del que nadie puede salir y en el que todos son sospechosos.

‘Los odiosos ocho’ cuenta con todos los ingredientes del cine de Tarantino: lúcidos y memorables diálogos, en los que se dice mucho y se insinúa aún más; brillantes monólogos para la exhibición de los actores; violencia manifiesta; humor desatado por esa violencia; y unos planos que son ya reconocibles como marca de la casa. Todos ellos llevados al límite, pues los personajes hablan y sangran como nunca.

Hablan incluso demasiado. Tarantino no escatima en la presentación de los personajes y sus divagaciones y lleva la cinta casi a las tres horas, de las que sobran bastantes minutos. Pasado el bache en el que el ritmo se pierde entre los diálogos, la cinta sube el tono para ofrecernos entretenimiento sin descanso y un gran recital de Samuel L. Jackson.

Su personaje se marca unos potentes monólogos que recuerdan al inolvidable Jules Winnfield de ‘Pulp Fiction’. El director –que aquí hace su habitual cameo mediante la voz en off– introduce en su esperada octava película muchas referencias a sus trabajos anteriores. Desde el citado aire a película del Oeste con alusiones a la esclavitud –en este caso, en concreto, a la Guerra de Secesión– de ‘Django Desencadenado’, a las similitudes con la primera escena de ‘Malditos bastardos’. A la que más se asemeja es sin duda a ‘Reservoir Dogs’, aunque le falta su frescura.

La entrega de los actores, la partitura de Ennio Morricone, y la gran realización –ésta última, sobre todo, en los primeros minutos del filme– imprimen también fuerza a ‘Los odiosos ocho’, un entretenimiento brutal al que le sobra metraje.

Más información