‘Songs To Play’, un disco de Robert Forster

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‘Songs To Play’, un disco de Robert Forster

Robert Forster, ‘Songs To Play’

El compositor australiano regresa tras ocho años de silencio con un disco de pop artesanal alabado por la crítica. Hace muchos años ya, Miguel Ríos, el rockero español por antonomasia, acuñó una frase histórica que, además, le sirvió de título para uno de los mejores discos que grabó a lo largo de su carrera. Algunos de ustedes quizá la recuerden, era aquella que aseguraba que «los viejos rockeros nunca mueren». Y, en fin, quizá finalmente haya algo de cierto en esa máxima.

Al menos hay algunas evidencias razonables que apuntan hacia esa posibilidad. En los últimos tiempos, por ejemplo, parece que estemos asistiendo a un cierto renacer de la vieja, y nunca bien ponderada, Nueva Ola, de aquellos alegres muchachos que iluminaron con su pop burbujeante y enérgico el tránsito entre las décadas de los setenta y los ochenta del pasado siglo.

Son tipos curtidos y con muchas horas de vuelo y escenario sobre los huesos. Entusiastas practicantes de un género eterno e inagotable que, a pesar de peinar canas a mansalva y tener ya bien mediada la cincuentena, han presentado en sociedad unos discos intensos, luminosos y fragantes, que casi nadie esperaba ya de ellos.

Este es, por supuesto, el caso del indestructible Nick Lowe,en primer lugar, nuestro José Ignacio Lapido, en segundo, o de su compadres Paul Weller y Elvis Costello, sin ir más lejos. Y también, por supuesto, del cantante y compositor australiano Robert Forster, nuestro artista del día, de cuyo flamante y más que recomendable nuevo trabajo ‘Songs To Play’ vamos a ocuparnos hoy.

Para quien no esté al tanto de la obra capital de este tipo, que quizá no es tan conocido en España como se merecería, anotaré un par de apuntes biográficos rápidos. Forster formaba junto a su compadre Grant McLennan, la columna vertebral de The Go-Betweens, con quien grabó una docena larga de álbumes, en estudio y en directo, entre 1981 y 2006, año que el fallecimiento de McLennan puso fin a la longeva sociedad.

La perfecta combinación de dos cantantes y guitarristas con gran intuición para componer y buenos fundamentos instrumentales dio lugar a una obra adorada por los aficionados que, de cuando en cuando, además, les proporcionaba algún que otro single de esos que consiguen abrirse paso entra las telarañas de los intereses creados en la industria audiovisual global y sonar en unas cuantas radios.

En algunos momentos, la crítica llegó a comparar a esta pareja de compositores con la formada por John Lennon y Paul McCartney en los años de gloria de The Beatles. De tal modo que en la sociedad de estos dos australianos locos por la música era Forster, más rockero, quien ejercía de Lennon y McLennan, más melódico, de McCartney. Y, la verdad, quizá el símil fuera un tanto exagerado, pero tenía cierto fundamento.

Como suele suceder en los periodos de convivencia artística dilatados, McLennan y Forster tuvieron desavenencias y un largo periodo de separación de más de una década en en el que ambos iniciaron sus respectivas carreras en solitario, también plagadas de momentos notables. En el caso de nuestro protagonista de hoy, muchos de sus fans tal vez opinen que sus mejores canciones se encuentran en ‘Warm Nights’, su disco de 1996.

Al final, Forster parece perfectamente integrado en ese grupo de artesanos del pop de alta precisión que se ha desarrollado en Australia desde la década de los sesenta, con ejemplos tan notables como los Bee Gees, de la primera época, The Easy Beats, The Church, Men At Work, Crowded House y, por supuesto, The Go-Betweens, el grupo que, como ya hemos explicado aquí, el mismo contribuyó a crear.

Así que me imagino que al menos los lectores más veteranos ya se habrán hecho una idea cabal de lo que pueden encontrar en ‘Songs To Play’. Canciones perfectas, pulidas y con tirón que, en ocasiones, pueden sonar a muchas otras, pero mantienen el tronco común de la personalidad única que otorga la autoría.

Cómo en los westerns, también en el pop hay ciertos lugares comunes que todo el mundo respeta, construcciones armónicas simples y precisas, que se han usado mil veces y se usarán otras tantas más. Así en este disco es fácil sentir la ‘presencia’ perceptible de artistas que van desde Lou Reed a The Doors o Shoking in Blue, tan larga es ya la línea temporal que abarca el género.

Además, Forster ha grabado todo el álbum a la vieja manera analógica, en un estudio cercano a su casa de Brisbane, con la inestimable ayuda y la coproducción de un puñado de músicos jóvenes, nuevos creyentes de la fe power-pop. Tipos como los multiinstrumentistas Scott Bromley y Luke McDonald, de The John Steel Singers, un grupo descubierto por El propio Forster, o Matt Piele, el batería que suele acompañarle en las giras. También han intervenido algunos miembros de su familia, como su esposa, la violinista y cantante Karin Bäumler, con quien se marca un par de canciones a coro, su hijo Louis de 17 años que toca la guitarra en algún tema y su hija Loretta que presta su imagen para la foto de portada.

Como aficionado reincidente a mi me resulta fácil disfrutar con este disco. Con estos 39 minutos de música, repartidos en 10 canciones redondas. Tanto que, todavía ahora tengo problemas para dilucidar cuál de ellas es mi favorita, por el momento. Aunque, al final voy a decidirme por ‘A Poet Walks’, por su evocación de los californianos Love y sus líderes Arthur Lee y Bryan McLean, más su poderoso sólo de trompeta.

Pero hay tantos buenos temas aquí que mejor se lo escuchan ustedes entero y hacen su propia selección. Les anticipo que lo van a tener difícil. Y algo más. Este es el típico disco del que uno no espera gran cosa en un principio, precisamente por lo familiar que todo parece sonar. Un grave error, claro, bastan tres o cuatro escuchas atentas para descubrir un mundo entero de matices que van surgiendo paulatinamente. Y es que este ‘Songs To Play’, es una joya y está hecho para durar. Como las viejas guitarras, ya saben.

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