‘Wildheart’, un disco de Miguel

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‘Wildheart’, un disco de Miguel

Wildheart

El artista californiano publica su tercer disco y se consolida como uno de los grandes rivales de D’Angelo en la lucha por el trono del R&B del siglo XXI. Había bastante expectación en los ambientes del nuevo R&B por conocer lo nuevo de Miguel y el artista californiano, con ascendentes mexicanos, no ha defraudado a sus seguidores con este ‘Wildheart’ del que nos ocupamos hoy. Un álbum en el que mantiene parte de su estética y sus hallazgos y da algún que otro paso adelante en la consolidación de su estilo.

Después de dos discos que le han ayudado a llegar rápidamente a la cima, y un largo listado de colaboraciones que le han consolidado allí a Miguel le había llegado la hora de presentar seriamente su candidatura al estrellato definitivo. Y a eso se ha puesto con entusiasmo en los últimos tiempos.

Por si asociarse con Janelle Monáe, Jessie Ware o Mariah Carey, no fuera suficiente, Miguel ha modernizado su popuesta, dándole más peso a la electrónica y los sintetizadores y estilizando un tanto, el barniz psicodélico que tan buenos resultados le dio en su entregas anteriores.

También ha optado por alejarse a conciencia de la intersección con el rap de la que a veces abusan algunos de sus contemporáneos. Tipos también en la cresta de la ola como Frank Ocean, por ejemplo. Hay alguna que otra ‘rima’ claro, pero no es un ingrediente dominante en el discurso general del álbum.

Lo de Miguel tiene raíces más profundas y, en cierto modo, tradicionales, hasta el punto de que cuando acierta con la mezcla de blues, soul y funk suave en la que habitualmente se desenvuelve, es fácil acordarse de gigantes de la música negra como Bobby Womack o Curtis Mayfield. Aunque aún le quede mucho que aprender para volar así de alto.

A veces, Miguel me trae también el recuerdo de aquel Michael Jackson que estremeció al mundo en la década de los ochenta del pasado siglo. Un referente que, en estos días, no parece muy de moda entre los nuevos ‘cracks’ masculinos del R&B comercial que, en general, suelen estar en otra cosa.

Me sucede, por ejemplo, en la forma de rematar algunas frases que el artista californiano usa en la canción ‘NWA’, una de las más interesantes de este disco, en mi opinión. Y también en algún que otro falsete perdido a lo largo y ancho de estos 46 minutos de música repartidos en 13 canciones.

Es reconfortante, por cierto. El pequeño de los Jackson ha quedado eclipsado por otros artistas más carnales y explícitos a la hora de abordar los asuntos sexuales. Como Prince o Marvin Gaye, por ejemplo, aunque ambos pueden resultar casi un ejemplo de ‘pacatería’ en comparación con el tipo de letras que se han generalizado en estos días.

Una forma de escribir y de abordar los temas escabrosos, a veces con cierto ‘tufillo’ misógino que molesta un poco. Y, en este disco Miguel también se ha sumado a la tendencia. Lo malo es que, también en su caso, la mayoría de las veces, las letras son tan ingenuas que parece sacadas del diario de algún adolescente en plena revolución hormonal.

Aún así, mi favorita, por el momento, es ‘Cofee’, el primer single de este álbum. Un medio tiempo suave, entre la balada romántica y la gozosa reivindicación del sexo matutino, donde destaca muy especialmente la voz almibarada de Miguel.

Aunque también encuentro otros momentos interesantes. Como los temas más guitarreros y ‘rockeros’ del álbum como ‘Hollywood Dreams’, que empieza casi como un viejo tema del glam de los setenta, con ese riff pegadizo y contundente que a ratos evoca a T Rex.

O también ‘Face The Sun’ con Lenny Kravitz encargándose de las seis cuerdas, que se beneficia del buen oficio de este músico a quien la crítica, en mi opinión, no siempre ha concedido todo el crédito que merece, pero que ha contado inequívocamente con el respaldo del público desde el principio de su carrera.

Al final lo que tenemos es un álbum bien apañado, ‘variadito’, comercial y digno, que se deja escuchar y, probablemente, va a llegar muy alto en las listas de éxitos estadounidenses. Y en fin, este mestizo mexicano, no llega, por ahora a la altura de D’Angelo. Pero tampoco conviene perderle la pista.

Al fin y al cabo, su carrera está empezando, en realidad, y es probable que muchas de las virtudes que ya pueden encontrarse en su música vayan aumentando en los próximos años, según se acerque a la madurez y consolide una voz propia que, por ahora, no acaba de tener del todo. O eso pienso yo.

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