‘Lose’, un disco de Cymbals Eat Guitars

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‘Lose’, un disco de Cymbals Eat Guitars

'Lose', un disco de Cymbals Eat Guitars

La banda de New Jersey regresa a las raíces del ‘indierock’ de siempre y completa su mejor disco hasta la fecha. La muerte, el dolor, el desamor, el abandono, las emociones fuertes, la nostalgia del paraíso perdido y, por fin, la catarsis necesaria para dejarlo todo atrás. Estas son algunas de las temáticas preferidas por los artistas internacionales de música contemporánea, de cualquier estilo, que han publicado discos significativos en lo que llevamos de año. Y son unos cuántos. Todo muy oscuro y bastante atormentando, pero presentado siempre con sinceridad, energía y elocuencia.

De alguna forma, estas constantes se repiten en ‘Lose’, el flamante álbum de Cymbals Eat Guitars (CEG), que es también el tercero de su trayectoria. Un potente trallazo de ‘indie’ rock crudo y exuberante, que se ha convertido en menos de dos semanas en el último gran favorito de los amantes del género. Y, lo cierto, es que esa predilección resulta fácil de comprender.

Ya desde el título ‘Lose’, que significa pérdida en español, las intenciones de CEG están más que claras. Tal vez, está oleada de pesimismo lírico sea sólo una consecuencia lógica de los tiempos sombríos que nos ha tocado vivir. Pero, afortunadamente, cuando la enumeración creativa de los sentimientos más negros de la humanidad se transmuta en arte de primera categoría, el resultado final puede ser incluso esperanzador, a pesar de todo.

Por fortuna, en este álbum de CEG se da con mucha frecuencia esa paradoja. En sólo siete años de trayectoria esta banda, favorecida desde el principio con el beneplácito de las críticas favorables, ha vivido muchas tormentas internas y un proceso de consolidación, o selección natural, que se refleja en este último trabajo. Mucho más punzante y efectivo que los anteriores, al menos en mi opinión.

El líder del grupo, por supuesto, sigue siendo el guitarrista y cantante, Joseph D’Agostino, que se responsabiliza también de todos los textos de las canciones. Por eso, algunas de las experiencias trágicas que han marcado su vida, como el fallecimiento de un amigo de su infancia, por ejemplo, se convierten aquí en la materia prima de unas canciones directas y fáciles de entender, que no pierden aliento poético, a pesar de ello.

Esa era, además, su intención, según ha declarado el propio D’Agostino en algunas entrevistas promocionales. Para componer y grabar este disco, los CEG han intentado huir conscientemente, de las complejas estructuras sin estribillo y cercanas al rock progresivo de los setenta que dominaron su trabajo anterior. También de las bellas frases, cargadas de imágenes poderosas, pero poco inteligibles que les caracterizaban antes. «No quiero demostrar lo listo que soy, quiero hacer canciones emocionantes», ha dicho.

Y, aunque como líder siga siendo el responsable final del producto, es muy probable que el poeta y guitarrista de New Jersey no hubiera conseguido su propósito sin el concurso de sus tres compañeros actuales, que se han ido uniendo a la banda en diferentes etapas. Y, a pesar de ello, a estas alturas seria complicado entender a CEG sin tener en cuenta las aportaciones del batería Andrew Dole, el bajista Matt Whipple y el teclista Brian Hamilton, que completan la formación titular en ‘Lose’.

También hay que concederle algo de crédito John Agnello, el productor del disco. Un tipo curtido que ha trabajado con cantautores clásicos como Bob Dylan, grupos vanguardistas adictos al ruido como Sonic Youth y poetisas roqueras como Patti Smith, un curriculum perfecto para ayudar a la banda en ese viaje hacia la comprensibilidad que ha realizado en este último disco.

De modo que D’Agostino quiere ahora que la audiencia les entienda, baile con ellos y hasta se dedique a realizar frenéticos solos en guitarras imaginarias mientras disfruta de su música. Esto pretende ser, ya lo he dicho, rock directo y sin contemplaciones. Y, para conseguirlo, hasta se usan armónicas y ritmos de country, aunque servidos con toda la energía del mejor punk, si llega el caso. Como sucede, sin ir más lejos, en ‘Xr’, por el momento, mi canción favorita del disco.

Se trata de una ‘joyita’ concisa y condensada en poco más de dos minutos y medio, una ‘rara avis’ en un álbum con sólo nueve canciones, cuya duración media supera los cuatro minutos. Un tema de ritmo endiablado y guitarras distorsionadas que avanzan a galope tendido, donde el guitarrista evoca con añoranza los recuerdos de ese amigo fallecido del que hablábamos antes, con quién compartió los primeros acordes, los primeros discos,los primeros conciertos y las primeras drogas. Una historia común que, ahora, tras los años transcurridos y la confirmación de la dureza de la vida, no le sirve de consuelo alguno.

La canción nombra a The Wrens, una de las primeras bandas de ‘indie rock’ de New Jersey que tuvo éxito y a la que D’Agostino siguió con fervor de fan. Casi más importantes que los mísmisimosBeatles para nuestro protagonista. Y esa referencia no es casual en el contexto de ‘Lose’, porque las localizaciones precisas y el ámbito exacto en el que sucedieron las historias que se evocan, el paisaje exterior e interior, se convierten en claves fundamentales para entender el disco y disfrutar de él. Todo lo que aquí se cuenta pudo pasar en cualquier parte, desde luego, pero sucedió en un lugar concreto.

Por eso, aunque en este álbum, CEG mantengan bien presentes algunas de sus influencias de siempre, como los onmipresentes Pavement, por supuesto, si se aprecia por primera vez la huella de la música de las grandes bandas del Estado de New Jersey. Un territorio, mucho mesnos ‘famoso’ que otros donde, sin embargo, nacieron bandas de heavy bajo en calorías con capacidad para reventar las listas como Bon Jovi o clásicos del rock americano como Bruce Springteen y también, disidentes y modernos como los mencionados Wrens, Titus Andronicus o Real Estate.

Y todos ellos están presentes de alguna forma en las historias devastadoras que CEG cuentan en ‘Lose’. En esos relatos de adolescencias pérdidas, mala suerte endémica y compañías dudosas que enturbian unas trayectorias vitales difíciles, en las que, a veces, una canción y una guitarra son los únicos caminos posibles para la redención, o cuando menos, como explican en ‘Child Bride’, una balada melódica que se inicia con un delicado arpegio de guitarra, para escapar de un destino aparentemente inevitable que si atrapara a otros. Quizá con menos suerte o menos recursos.

Ese aliento lírico, en el que es inevitable volver a encontrar la influencia del Springteen más joven, es el alma de ‘Lose’ un disco difícil, pero gratificante que demuestra, una vez más, la distancia que separa a algunos de los grupos más interesantes del ‘indie-rock’, como CEG, de muchas de las fotocopias que triunfan en los circuitos españoles del género. Bandas que desprecian olímpicamente las letras de las canciones, dedicadas la mayoría de las veces al puro ejercicio de estilo, que, incluso, cantan en inglés, por sistema, no vaya a ser que alguien entienda lo que dicen y descubra el vacío sobre el que se sustentan sus propuestas.

De modo que si es usted de esos que piensan que la letra es tan importante como la música en una buena canción y no le asustan las guitarras distorsionadas ni los ritmos contundentes, va a pasar unas horas muy interesantes con este ‘Lose’ si se decide a escucharlo. No haga caso a los rumores. Hay vida, y mucha, en la música que se produce en esta segunda década del siglo XXI, y a lo mejor le apetece descubrirla. Si se decide acérquese a los CEG, pueden ser una buena puerta de entrada a ese maravilloso universo.

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