‘First Mind’, un disco de Nick Mulvey

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‘First Mind’, un disco de Nick Mulvey

First Mind un disco de Nick Muvley

El debut en solitario del antiguo componente de Portico Quartet se cuela en la listas de lo ‘mejor del año’. No hace tanto, Nick Mulvey tocaba el hang en Portico Quartet, un curioso instrumento de percusión de espectacular y cristalino sonido que muchos relacionaban con la antigua música ‘New Age’, ese estilo que fue ‘modernos’ en otra época, limpio y frío, pulido y sin aristas y que invitaba a la meditación. Claro que lo que hacía el grupo de nuestro protagonista era mucho más terrenal y menos ‘paisajístico’.

Aun así, pocos se hubieran imaginado que para iniciar su carrera en solitario, Mulvey eligiera convertirse en un cantautor con barba. Eso sí, bastante alejado del estándar lastimero impuesto en los últimos tiempos por la legión de imitadores de Nick Drake y Damian Rice que ha aflorado en todo el mundo en los últimos tiempos. Este artista, también hace canciones y toca la guitarra estupendamente, pero parece tener unas intenciones muy distintas a las demostradas por la última plaga de trovadores modernos.

Por eso su mutación no ha sorprendido en algunos ambientes, en los que ya era conocida su afición por las canciones. Las buenas canciones, sin más historia y con independencia del etilo que se les quiera atribuir. De hecho, ya con Portico Quartet, el virtuosismo nunca fue un fin en si mismo. Sólo era un medio para provocar sensaciones. Y la narrativa musical primaba siempre sobre cualquier otro elemento de las estructuras sonoras.

Además, Mulvey ha tardado cerca de tres años en completar este ’First Mind’, su disco de debut. Un tiempo largo en el que parece haber tenido tiempo de reflexionar bastante y en el que ha encontrado la ayuda de artistas como la cantautora Laura Marling con quien compartió escenario en una gira conjunta que acabó por fijar definitivamente los parámetros de su nueva oferta musical.

Mulvey es un virtuoso, por lo tanto. Pero está más que preocupado por el filin’ y por el ritmo. Normal si se tiene en cuenta que, según cuentan las crónicas, aprendió a tocar la guitarra con maestros cubanos. Y también, en ocasiones, parece transitar por esos extraños vericuetos instrumentales que parecen conducir a Africa y que, en estos tiempos, han transitado ya un par de grupos de éxito como Vampire Weekend.

Esa apuesta inicial por la vitalidad como punto de partida condiciona y mucho el resultado final. Para bien, en mi opinión. Aquí la guitarra acústica, ya sea con cuerdas de acero o de nylon dirige la función, y las texturas electrónicas que surgen como apoyo en la instrumentación, a pesar de tener una clara intencionalidad estilística, no perturbar el resultado final.

Para acabar de completar el cuadro de argumentos positivos, Mulvey demuestra tener una buena intuición para componer ese tipo de melodía pop, rabiosamente británica, que se convirtió en marca de fábrica de músicos tan teóricamente alejados entre sí como Cat Stevens y Ray Davies y también un conocimiento profundo del cancionero más innovador del mejor Paul Simon, cuya alargada sombra también puede detectarse en este disco.

Quizá fallen un poco las letras, demasiado descriptivas a veces, pero al fin y al cabo estamos sólo ante un primer intento y es bueno que queden aspectos sin resolver por completo. Sin contar con que, aunque se percibe que el artista concede importancia a sus textos y los cuida, su universo sonoro no gira exclusivamente alrededor de ese eje un detalle que hay que tener en cuenta antes de proceder a la escucha del disco.

Un trabajo que, por otra parte, como mandan los tiempos, ha sido elaborado con la colaboración de un equipo bastante reducido en el que destacan Alexis Smith, que se ha situado detrás de los controles y Dan Carey, un productor e instrumentistas destacado, cuya mano ha servido de guía a buena parte de los mejores artistas británicos de los últimos tiempos y cuyo trabajo también parece haber sido determinante para el resultado final de este disco.

De hecho, Mulvey y Carey han trabajado codo con codo en los arreglos y han conseguido crear unos climas, a veces casi hipnóticos y unas texturas instrumentales que alejan a este trabajo del sonido, entre melancólico y otoñal, que suele relacionarse con los discos de los cantautores británicos de los que hablábamos antes. Aquí se apuesta por una ambientación casi ‘jazzy’ que enriquece mucho las canciones y configura buena parte de la personalidad del trabajo.

Lo cierto es que me resulta difícil en este caso señalar una canción favorita en este conjunto de 12 temas que se extiende a lo largo de 50 interesantes minutos. Quizá optaría en este momento por ‘I don´t want to go home’ uno de los temas de corte más clásico del álbum, en el que la melodía serpentea sobre una arpegio de guitarra tan simple como efectivo. O incluso, ‘Cucurucu’, probablemente la canción más pop.

Y sí. Coincide que ambos son los dos singles seleccionados por el artistas para conseguir que su música suene en la radio. De modo que, desde mi punto de vista, Mulvey ha tenido mucho ojo al elegir sus temas ‘bandera’. Pero hay otro montón de canciones a considerar en esta colección. En este disco que es mucho más vanguardista de lo que parece y que esconde tensiones inesperadas en sus mares sonoros aparentemente apacibles. Para mi ha sido todo un descubrimiento. Y estoy seguro de que a ustedes, les va a pasar lo mismo.

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