El coronavirus ¿cambiará la producción, el consumo y el papel del Estado?

Coronavirus

El coronavirus ¿cambiará la producción, el consumo y el papel del Estado?

¿Esta crisis transformará la economía? ¿Acelerará las tendencias actuales?

Un hombre con mascarilla pasea por una calle de Madrid durante la crisis del coronavirus a 15 de marzo de 2020.

La recesión que causará la pandemia de COVID-19 aún no se ha cuantificado, pero los analistas y las consultoras se devanan los sesos: ¿esta crisis transformará la economía? ¿Acelerará las tendencias actuales?

Estos son algunos de los cambios posibles, desde el papel que desempeñan los Estados hasta los hábitos de consumo, pasando por la organización del trabajo.

Papel de los Estados

La epidemia ya ha potenciado el papel que desempeñan los Estados y los bancos centrales, que desembolsan miles de millones para tratar de amortiguar el impacto en la economía. «La obsesión de todos los Estados es que la actividad pueda reanudarse» después de la crisis, sin que las empresas quiebren, explica Pascal Cotte, especialista en macroeconomía del Boston Consulting Group (BCG). «Son los únicos que pueden desempeñar un papel tan sistémico».

Ludovic Subran, economista jefe de la aseguradora Allianz, lo matiza. «Está muy bien que los actores públicos hayan hecho estos anuncios de ayuda, pero visto el alcance de las intervenciones tenemos una economía administrada en muchos lugares».

«El Estado sustituye todos los intercambios comerciales, el mercado se pone en pausa», continúa. «Las señales de precios, el barril de petróleo, los mercados, ya no aportan información». Y cuando la autoridad pública se retire ¿cómo se van a evitar los daños sociales?

Replantearse las cadenas de suministro

Standard & Poor’s señala que las «perturbaciones en las cadenas de suministro transnacionales», por el cierre de fronteras o la interrupción del transporte «son un punto crítico de presión», que influye en la industria automotriz y los bienes de equipamiento.

El cierre de la industria china ha demostrado la dependencia de las economías occidentales de las fuerzas productoras lejanas. «Incluso las pymes [pequeñas y medianas empresas] quizá se replanteen su abastecimiento para operar con un proveedor más cercano», explica a la AFP Jean-Marc Morel, de la firma de contabilidad RSM.

Él recuerda que «esta tendencia ya se estaba viendo un poco» antes de la crisis actual pero podría aumentar, ya sea reubicando la producción, y convertirlo en un argumento de venta, o favoreciendo países más cercanos donde los salarios siguen siendo más bajos, como Polonia o el Magreb en lo que respecta a Europa.

¿Nueva organización del trabajo?

«Podemos salir de esta crisis con una reinvención bastante significativa de los métodos de trabajo», señala Vinciane Beauchene, directora asociada de BCG. El coronavirus parece un acelerador de la tendencia de la «agilidad» empresarial: autonomía de los equipos, teletrabajo…

¿Con el riesgo de excluir a aquellos no formados en tecnología digital? «Verse en la situación es la mejor manera de aprender», estima la especialista.

¿Y si diera a las empresas la idea de deslocalizar los empleos de servicios, incluidos los cualificados? Algunas habilidades, el idioma y el conocimiento de la cultura son difíciles de reemplazar.

«La ola actual, que precedió al COVID, de la robotización y la inteligencia artificial se acelerará porque se trata de respuestas desmaterializadas», añade su colega Pascal Cotte, quien considera que estos fenómenos son «más poderosos» que el trabajo a distancia.

¿Angustia y consumo?

El coronavirus puede cambiar nuestros hábitos de consumo. ¿La gente se sentirá cómoda comprando pan vendido sin protección? ¿Seguirá prefiriendo una conversación en persona con su consejero de desempleo o su banquero, en vez de una videoconferencia?

«El distanciamiento social se quedará por mucho tiempo», advierte la Technology Review del Masachussets Institute of Technology estadounidense. «A corto plazo encontraremos compromisos algo inestables, para mantener una apariencia de vida social», escribe el redactor jefe de la revista, Gideon Lichfield, citando cines con un asiento de cada dos o salas de reuniones más grandes.

Pero prevé el desarrollo de «formas más sofisticadas para identificar a las personas de riesgo», por ejemplo tomar la temperatura del viajero que va a embarcar a un avión y hasta del cliente que quiere sentarse en una terraza. O recurrir a la geolocalización.

Más información