¿Qué precio tiene un buen vino?

El precio del vino

¿Qué precio tiene un buen vino?

Hay buenos vinos baratos, pero intentar comprar un gran tinto con crianza a 6 euros es como querer adquirir un kilo de jamón ibérico de bellota a 10 euros.

Vino

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A menudo me preguntan cuánto debería costar una botella de vino “bueno” y soy incapaz de contestar. La mayor parte de las veces, si la respuesta supera los 60 euros, las caras de estupor o incluso incredulidad se multiplican.

Recientemente detenían a un ciudadano chino en California por haber falsificado miles de botellas de grandes y carísimos vinos franceses. Los incautos compradores o asistentes a ‘catas’ organizadas por esta persona nunca notaron el engaño. Solo cuando cometió el error de intentar falsificar añadas que no existieron fue cuando la policía lo detuvo, no sin antes haber ganado un par de millones de dólares a costa de los nuevos ricos de Silicon Valley.

El mundo del vino es complejo, hacer uno bueno es difícil y los costes suelen ser altos. ¿Hay buenos vinos baratos? Sí, pero intentar comprar un gran tinto con crianza a 6 euros es como querer comprar un kilo de jamón ibérico de bellota a 10 euros. Y luego hay que saber conservarlo a la temperatura del vino tinto que requiera cada variedad.

La producción de un vino comienza en el viñedo, si se busca calidad hay que trabajarlo durante todo el año: podas, limpieza, vendimia y los costes de mano de obra. Los vinos de alta gama tienen que venir de cepas viejas, al menos 50 años, que dan mucha menos cantidad de uva por planta y en consecuencia menos cantidad de vino. Además cuanto más extremo sea el clima y más sufra la planta mejor será el fruto, pero también más escaso.

A esto hay que sumarle la elaboración en la bodega: fermentaciones, trasiegos, más mano de obra. Luego hay que meterlo durante uno o dos años en costosas barricas de roble, preferiblemente de primer o segundo año de uso y cuanto más pequeñas mejor. Por último hay que embotellar el vino y ‘aparcarlo’ durante un año o más para que termine de redondearse. Cuando finaliza este proceso ya está listo para ponerlo en circulación en los distintos canales de distribución, con sus correspondientes comisiones y gastos que se suman al precio final.

Pocas narices, muy experimentadas, son capaces de apreciar todos estos factores al detalle. Tampoco abundan las carteras que puedan permitirse habitualmente este tipo de vinos, por lo que viticultores y bodegueros elaboran muchas más gamas de producto para rentabilizar sus campos y bodegas. Siempre se puede recurrir para su conservación a vinotecas baratas que ayudan a los consumidores permitirse un vino excelente.

Los equivalentes vinícolas a los jamones de cebo o serranos llenan las estanterías de las tiendas, y en sus categorías lógicamente hay mejores y peores. En estas ligas juegan vinos que, desprovistos del esnobismo o la exclusividad de los primeros, pueden llegar a tener una calidad más que aceptable y un precio asumible por casi cualquiera. Si los gastos en el viñedo, la bodega y la inmovilización del producto se reducen, el vino, lógicamente, llega al consumidor a un precio proporcionalmente reducido.

Los gustos de cada uno, la compañía y el momento en que se va a tomar son los factores a plantearse antes de comprar un “buen” vino, más que dejarse llevar por la presunción que en muchos casos rodea el mundo del vino.

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