Rajoy se burla del PSOE

Detrás de la cortina

Rajoy se burla del PSOE

Rafael Alba

El lider del PP se convierte en presidente del Gobierno gracias al apoyo de Ciudadanos, Coalición Canaria y el PSOE. Se acabó. Si algún militante socialista con buenas intenciones esperaba que ocurriera un milagro y que, finalmente, Mariano Rajoy no pudiera ser elegido presidente del Gobierno español con el apoyo indirecto del PSOE, a estas alturas ya se habrá dado cuenta de su error. Por muy increíble que le parezca, la máxima humillación posible ha terminado por consumarse. Su partido ha permitido que Rajoy y todo lo que el representa se mantenga en el poder tras un periodo negro en el que se ha laminado el estado del bienestar, se ha empobrecido gravemente a más del 70% de la población española. Y, además, sin que el eterno rival haya evitado en ningún caso los gestos y la ostentación necesarios para que la vergüenza sea todavía mayor.
 
Por si quedaban dudas, el político gallego se ha empeñado en que todo quedara claro. Lo que ha sucedido en el Congreso de los Diputados no ha sido “un simple acto administrativo”, ni allí se ha nombrado un gobierno débil que vaya a someterse a cada paso a la voluntad del Parlamento. Ni mucho menos. Ni eso, ni cambiar una coma de las leyes que el PP aprobó en la pasada legislatura y que considera básicas. Seguirán la Lomce, la Reforma Laboral y la Ley Mordaza. Y volverán los recortes porque hay que cumplir los compromisos contraídos con Bruselas. Y, por supuesto, si las cosas no salen como el espera, no tendrá ningún problema en convocar elecciones. En cuánto no le cuadren las cuentas. Que nadie lo dude.
 
Así se ha escrito hoy la historia. Rajoy no ha querido tener la más mínima clemencia con el viejo enemigo abatido. Podía haberlo hecho. Podía haber tratado este asunto como suele hacer cuando se enfrenta a cualquier problema complicado para él, como la corrupción, el desmantelamiento del estado del bienestar o el adelgazamiento de la democracia. Pasando por allí sin hacer ruido y como de puntilla. Pero no le ha dado aire al herido. Ni tregua. Ahora ya sabemos que la legislatura va a ser larga y que el PSOE tendrá que acudir en su ayuda, por sentido de Estado, cada vez que necesite aprobar cualquier Ley complicada, como los Presupuestos que vienen, y el resto de los partidos con representación parlamentaria decidan no dárselo. Ahí van a estar siempre, o cada vez, los humillados socialistas, acudiendo el rescate. Durante cuatro largos años que van a durar siglos.
 
Daba pena hoy ver a Antonio Hernando. El portavoz socialista que más representa de modo simbólico esa traición de la que les ha acusado el inclemente Gabriel Rufián, el diputado de ERC que se ha subido hoy a la tribuna para acusar al PSOE directamente de ‘traición’ . Palabra por palabra. Hernando, el viejo adalid del ‘no es no’, el número tres del partido en la época del defenestrado secretario general Pedro Sánchez y que hoy ha vuelto a representar con profesionalidad el papel que se le ha encomendado. El es ‘la voz de su amo’. Y su amo ahora es la gestora, como antes lo era Sánchez. Aunque el dirá que su ‘amo’ es el Comité Federal. Y a lo mejor tiene razón, pero sea como sea lo que tampoco ha podido evitar es haber sido la primera persona a la que ha dado la mano Rajoy tras ser investido. El nuevo presidente a ido a buscarle para darle la mano. Antes de abrazar a María Dolores de Cospedal o a Jorge Moragas. Mucho antes de acercarse a Albert Rivera, el hombre que le ha brindado el voto afirmativo de 32 diputados. Ese muchacho que intenta y no consigue rentabilizar su supuesta capacidad de diálogo y poner en valor su presunta capacidad de dialogar hasta con el diablo y pactar lo que sea con quien sea y que, sin embargo, también ha sido triturado y ninguneado por ese implacable Rajoy que golpea sin ruido pero sabe resultar letal cuando conviene.
 
El gesto no es gratuito. Como siempre sucede con Rajoy. Con ese apretón de manos el político gallego le ha señalado a Hernando y al PSOE el camino de espinas que les espera y lo difícil que van a tener tanto el personalmente, como su partido sobrevivir a una legislatura eterna en la que esta escena va a repetirse periódicamente una vez cada dos o tres meses. Como mínimo. Y en el que cualquier posibilidad de que los socialistas puedan ser visualizados como fuerza de oposición ha quedado completamente eliminada del escenario. No van a poder ejercer ningún control sobre nadie, entre otras cosas, porque la lucha por el liderazgo a la que están abocados va a ser mucho más violenta de lo que nadie hubiera podido imaginar hace solo un mes. Con su decisión de imponer la abstención a todo el grupo parlamentario socialista, la gestora, y los conjurados que, según se dice, la dirigen, y en especial esa supuesta aspirante que se llama Susana Díaz, ha dejado patente su voluntad de no hacer prisioneros en esta guerra. Aún a costa de que fuera completamente visible que la alianza histórica entre el PSOE y el PSC está cogida por alfileres. Y aún así el ‘rodillo’ andaluz no ha dudado en poner en marcha la trituradora. Porque su guerra es otra. Representan un bando. Un bando que se ha propuesto eliminar a la disidencia interna a cualquier precio.
 
Pero que ni siquiera con su actual capacidad de intimidación y amenaza ha podido evitar esas 15 disidencias que alivian un poco el dolor de los votantes, simpatizantes y militantes socialistas. Esos diputados que no han querido romper sus compromisos electorales y se han atrevido a jugarse el tipo por mantener sus convicciones. Ellos representan la ‘honra sin barcos’ del partido, y la única posibilidad real que le queda al PSOE de encontrar un camino que asegure su supervivencia. Aunque el tiempo que se anuncia no es precisamente ese. Antes las fuerzas enfrentadas tendrán que librar una durísima batalla por el liderazgo. Una guerra que se anuncia larga y que ha empezado hoy mismo, cuando en las horas previas a la sesión de investidura, Pedro Sánchez ha entregado su acta de diputado y ha anunciado que a partir de la semana que viene se subirá en el coche y va a viajar por toda España para encontrarse con los militantes socialistas y oír su voz.
 
Sánchez y los cuadros del PSOE situados más a la izquierda tienen que mantener la tensión, porque saben que la gestora y Susana Díaz van a intentar jugar la carta contraria. Ganar tiempo, retrasar la celebración del próximo congreso federal todo el tiempo que haga falta para desmovilizar al enemigo y desbrozarle el camino al candidato oficialista que se designe. Y que, tal vez no sea tampoco esta vez la presidenta andaluza porque fuera de su feudo no tiene todavía apoyos suficientes para conseguir esa victoria aplastante a la que aspira. Pero estarán jugando con fuego, por mucho que ya hayan demostrado lo poco que les importa el estado en el que pueda quedar su partido, después de esta cruenta batalla fratricida. Lo malo es que, mientras más tiempo pase será peor. Mucho peor.
 
En los próximos meses, mientras los socialistas anden enfrentados y la división empiece a hacerse patente agrupación por agrupación, la imagen del partido quedará por los suelos, sometido como está a ese abrazo del oso que la ha proporcionado Rajoy. Un presidente del Gobierno que, como decíamos antes, se siente vencedor y que no va a ahorrarle ni una sola humillación al PSOE. Habrá muchas más votaciones como la de hoy. Y puede que el grupo de los disidentes no quede limitado a sólo 15 diputados en el futuro. Porque cada vez será más difícil para los parlamentarios obedecer las órdenes de una gestora cuya legitimidad empieza a ser dudosa y que ya ha sido cuestionada por Pedro Sánchez en esa declaración de guerra sin matices que ha realizado a la vez que entregaba su acta de diputado.
 
Y, mientras tanto, por la izquierda, la amenaza constante de Unidos Podemos cobra cada vez más fuerza. Cada vez va a resultar más complicado hablar del riesgo de descomposición del partido de Pablo Iglesias para los lideres socialistas. Sobre todo cuando hoy por hoy, si hay una fractura claramente visible en la suya propia. Es obvio que, si todo evoluciona como parece, al partido morado y sus aliados le bastará con mantenerse a la espera para recoger la cosecha.
 
Porque después de la votación de hoy, si algo ha quedado claro para esa inmensa mayoría de votantes menores de 35 años que han dado la espalda a los dos grandes partidos españoles en las dos últimas citas electorales es que todas las posibilidades de cambio que existían han quedado frustradas por completo. Y que los encargados de firmar el acta temporal de defunción de esas esperanzas que revitalizaron no hace tanto el panorama político español han sido todos esos diputados socialistas que han optado hoy por la abstención. Ni más ni menos.
 
 
 
 

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