Luz de Agosto

Investidura

Luz de Agosto

Como hace un mes, seguimos cada uno con nuestro monólogo, sin un solo movimiento hacia el diálogo, sumando agravios y restando tiempo para el acuerdo.

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias

Escribo de nuevo en agosto, intentando no repetirme como se repite esta luz inclemente del verano y como continúa la inercia política en la que nos hemos instalado desde la fracasada investidura. Como hace un mes, seguimos cada uno con nuestro monólogo, sin un solo movimiento hacia el diálogo, sumando agravios y restando tiempo para el acuerdo.

Habrá quien deduzca de un título tan faulkneriano que pretendo, como el autor en su gran obra opone la luz de una vida que nace al horror de la muerte provocada por la intolerancia y el racismo, contrastar la luminosidad y la sensación física del calor agobiante de muchos -el más húmedo y soportable de mi Asturias- y la fría oscuridad del desapacible clima político.

Sin embargo, nada más lejos de mi voluntad. No quisiera verme perseguido por plagio. Si acaso mi referencia tiene más que ver con el absurdo de Cuerda y su surrealismo que fustiga los tópicos españoles de tirios y troyanos, el de “Amanece que no es poco”, aunque es verdad que todos son devotos de William Faulkner. Porque más que para una tragedia repetida, la ausencia de negociación y las reacciones políticas consiguientes no dan siquiera para farsa. Se trata de un sainete que, inicialmente intercalado en el drama principal, se ha apropiado del conjunto de la obra y dura ya demasiado. Lo malo es que viendo la difícil perspectiva económica internacional, la violencia machista que no cesa, los problemas sociales y los retos democráticos de este país, cada día que pasa de sainete se acerca más al género del esperpento, donde una imagen deformada pone en evidencia el trasfondo de las apariencias.

El presidente del Gobierno en funciones y líder del partido mayoritario, lejos de proponer las bases programáticas y de encabezar el diálogo con los partidos más cercanos que le pueden garantizar la mayoría, se ha dedicado, como si de Unidas Podemos se tratase, a reunirse con los colectivos sociales para preparar un programa de Gobierno. A su vez, Unidas Podemos, imbuido del general espíritu de la contradicción y el absurdo, es el que ofrece un programa y un menú de opciones, todas ellas ineludibles de Gobierno, al partido mayoritario con el que pretende pactar.

A esta absurda inversión de papeles que, por otra parte, no anuncia nada bueno, se suman los relatos repetitivos hasta el hartazgo de dirigentes y ministras que cada día en que se les presenta la oportunidad achacan todas las culpas o responden con desplantes a aquel con quien se pretende retomar una negociación frustrada y ya bastante difícil.

Fue ya un despropósito la proclama de desconfianza mutua por parte del presidente en Marivent, como resulta inaceptable asimilar la posible presencia del coaligado a un día a día invivible en el caso de estar en el Gobierno. Y todo esto desde la vida vegetativa de un Gobierno en funciones que ni siquiera garantiza la financiación de las comunidades autónomas y sus políticas sociales.

Si esto ocurre con los portavoces autorizados, no hace falta acudir a las redes sociales y los trolls de uno y otro lado para saber cómo sumar más agravios. Lo menos que se dicen entre ellos es tratarse de traidores, y por si no fuera suficientemente bélico el clima, acusan al que no se alinea en uno de los dos bandos de equidistante o de tibio. Haciendo amigos. Por si no fueran pocos los obstáculos, ninguno de los protagonistas pierde la oportunidad de sumar acciones negativas, cuando no agresivas, a las palabras de confrontación.

Del lado del Gobierno parecen empeñados en enmendar los limitados gestos de cambio que enarbolaron a partir del triunfo de la moción de censura. Un mal ejemplo de ello son los vaivenes y declaraciones desafortunadas en materia de política migratoria. Tampoco Unidas Podemos se quedan cortos a la hora de reforzar el cliché de la inseguridad de sus posiciones políticas en un hipotético Gobierno, proponiendo mesas de diálogo sobre Cataluña o amagando con respaldar comparecencias del Gobierno con las derechas.

Mientras tanto, la derecha consolida su cuota de poder autonómico con la Comunidad de Madrid y amenaza con el programa neoliberal y de tolerancia cero con la lucha contra la corrupción en estado puro. Otra vez sin complejos.

Por si fuéramos pocos, al empecinamiento del presidente Torra en el error de la unilateralidad se ha sumado su vicepresidente con el anuncio de recurso a los tribunales en materia de financiación autonómica, demostrando que no es necesaria la sentencia para continuar en la escalada de los que dicen día sí y día también que no obstaculizarán la investidura.

No es de extrañar que con estas actitudes de colaboración haya quien en Moncloa dude de la mayoría y sueñe con una nueva oportunidad para achicar espacios en la izquierda y aclarar así el panorama. Aunque también podría oscurecerse.

Por otro lado, la crisis vivida en torno a la contaminación alimentaria en Andalucía, al margen de la investigación pendiente y de las lecciones aprendidas en la materia, nos muestra que la frivolidad política puede ser contagiosa en un asunto tan delicado.

Menos mal que todos, incluso Casado aunque vuelva a sus excentricidades de la prisión permanente para todo, hemos coincidido en la solidaridad y el apoyo a los afectados por el enorme incendio de Gran Canaria.

Algo es algo, aunque demasiado a menudo nos ciegue la luz de Agosto.

Gaspar Llamazares, fundador de Actúa.

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