Los Franco, erre que erre

Exhumación de Franco

Los Franco, erre que erre

Trasladar los restos de Franco desde el Valle de los Caídos hasta un sepulcro definitivo, como ha ocurrido con la inmensa mayor parte de los dictadores contemporáneos, parece una solución sensata.

Adolf Hitler y Francisco Franco en Hendaya

La actitud de los descendientes de Francisco Franco está resultando patética. Es triste que entre sus nietos y biznietos, todos con formación y se supone que coeficientes de inteligencia normales, no haya alguno que se haga cargo de la realidad. Tienen un abuelo o bisabuelo cuya actuación ha causado muchas víctimas y propiciado muchos males a la convivencia entre los españoles. Cuarenta años largos después, con varios relevos generacionales, su memoria sigue siendo triste para muchos, enervante para otros y motivo de polémica prácticamente para todos.

Ya sé, por supuesto que lo sé, que ellos, los descendientes, no son culpables. Nadie está libre de tener a algún antecesor cruel y odiado. Ellos nada tuvieron que ver con el golpe de Estado del 18 de julio de 1936, ni con la matanza de la guerra ni con la represión implacable durante cuatro décadas. Y como no son culpables, ninguna institución democrática se ha cebado con ellos. Muerto el dictador, se les ha dejado vivir en paz, como no podía ser menos, salvo la excepción en que algún miembro tuvo que comparecer ante la Justicia por alguna infracción común.

Lo que no se explica es que a estas alturas no sean conscientes de las razones que la inmensa mayor parte de la sociedad española tiene para quitar a su polémico predecesor del pedestal faraónico desde el que sigue recibiendo un homenaje que muy pocos comparten y ofreciendo a la opinión pública un ejemplo que ningún demócrata puede aceptar. Trasladar de manera respetuosa sus restos desde el Valle de los Caídos hasta un sepulcro definitivo, como ha ocurrido con la inmensa mayor parte de los dictadores contemporáneos, parece una solución sensata que acabaría con ese debate tan desagradable que sólo el nombre de Franco promueve. Parece que nadie más indicado que sus allegados para intentar que se le deje descansar en paz.

La actitud de los Franco, prolongando el malestar que su memoria crea, de contribuir a que su mal recuerdo se vaya eclipsando, resulta incomprensible para las personas inteligentes. ¿Qué les mueve a actuar así? Hay quien asegura que el odio heredado. No quiero ser tan mal pensado. Pienso que tal vez sea un error estimulado por algún miembro más exaltado y contagiado a los demás sobre el que deberían reflexionar. Están consiguiendo con argucias legales y religiosas retrasar la solución al conflicto. Pero ¿por cuánto tiempo? ¿Alguien puede creer que este problema va a quedarse durmiendo el sueño eterno?

Hace algún tiempo, en Pamplona se sacaron del mausoleo público los restos del general Mola, el verdadero cabecilla del golpe de Estado que originó la Guerra Civil. Sus familiares entendieron las razones y no opusieron objeción. Sólo pidieron que se hiciese con discreción, que no se exhibiesen sus restos al escarnio público, y la voluntad fue atendida. Todo se llevó a cabo con normalidad, de manera ejemplar. Hoy el general Mola reposa en el lugar que sus próximos han elegido. Los Franco prefieren ser ellos quien paseen el recuerdo polémico de su antecesor por juzgados y sacristías.

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