Familia unida… en la cárcel

Corrupción

Familia unida… en la cárcel

La Justicia ahoga pero por fortuna ya no mata.

Cárcel

Las detenciones por corrupción empezaron siendo individuales, pasaron luego a colectivas y acaban de convertirse en familiares. Estos últimos tiempos se habló mucho de los Pujol-Ferrusola, habituales ya en el desfile por los juzgados y con una primera incursión en Soto del Real. Y estos días, son los Ruiz-Mateos, seis hermanos nada menos, los que han sido condenados en bloque a treinta años de prisión.

La Justicia ahoga pero por fortuna ya no mata. El clan familiar de los Ruiz-Mateos seguirá disfrutando la agrupación fraternal que les prodigó su padre en sus prédicas de sobremesa. Allí, tras las rejas, esperarán por el resultado del ADN del progenitor que quizás les proporcione una hermana insospechada que desde la libertad podrá acercarse de vez en cuando a llevarles unos cartones de tabaco.

A la corrupción en nuestro país ni le falta de nada ni entiende de otra cosa que no sean las ganas de forrarse a costa de quien caiga, empezando por el erario público y acabando por el prójimo que a veces hasta parece listo. En Soto del Real están ya dándose ánimos los hermanos González, Ignacio y Pablo, que con tan escasa habilidad como abundante codicia aprovecharon su paso por la Presidencia de la Comunidad de Madrid para enriquecerse.

Alguien se apresurará enseguida a decir que familia que delinque unida permanecerá unida en una celda sin ventanas a la calle. Allí tendrán tiempo para repasar los escondites de su dinero para que no se les olviden y de recontar los millones mal ganados que les esperan y dan ánimo pensando en el día de la libertad. No es lo mismo abandonar la prisión a dos velas que con los riñones bien forrados.

La familia Ruiz-Mateos fungió durante muchos años como ejemplar en sus costumbres y justiciera en sus métodos. Yo mismo, sin ir más lejos, tuve que pasar el calvario de un proceso por haberme extralimitado, en su opinión no en las ajenas, escribiendo sobre las payasadas con que el progenitor, el genuino, se adornaba en sus reivindicaciones. Ni el fiscal ni el juez me recriminaron nada pero el proceso me mareó durante meses de juzgado en juzgado. No quiero recordarlo. Que en gloria esté el patriarca y que sus vástagos disfruten la reclusión con salud.

Más información