Europa mira con desconfianza a Portugal

Portugal

Europa mira con desconfianza a Portugal

Bandera de la UE

A día de hoy si hay un escenario que no guste en absoluto a los líderes de facto de la Unión, ese es Portugal. La Unión Europea no conoce momentos de descanso. Incluso cuando parece que la calma ha llegado al grupo de los 28, las olas de la economía, de la política o de lo social se vuelven a agitar, una y otra vez, desde que la crisis financiera de 2008 y el primer rescate a Grecia comenzasen este ciclo económico, largo ya, que Europa parece no poder dejar atrás.

El 2015 fue el año que volvió a dirigir las miradas europeas hacia sus fronteras orientales. Primero fue el proceso griego que comenzó con la llegada de Syriza y de Alexis Tsipras al gobierno heleno y las no duras, sino extremas negociaciones entre éstos y la Unión Europea o, más bien, el ejecutivo alemán. Un gobierno, el germano, que siguió en primera plana con Angela Merkel tomando todo el protagonismo en la gestión de la crisis de refugiados llegados de Oriente Medio y, ya en la segunda mitad del año también, con la crisis de los motores Volkswagen. Tres frentes que mantuvieron alerta a inversores, mercados financieros y gobiernos europeos, siempre tan preocupados durante lo que va de década de mostrar señales de eficiencia.

Para este nuevo año, parece, los problemas a la Unión Europea le llegan por el lado contrario, entrando exactamente por su punto más occidental. Un nuevo gobierno de izquierdas en Portugal, formado por el Partido Socialista y apoyado en el Partido Comunista y en el Bloco de Esquerda, consiguió echar al conservador Passos Coelho tras las elecciones de finales de año, amenaza las promesas de austeridad realizadas por el anterior ejecutivo y parece poder llegar a convertirse en una especie de “nueva Syriza” que agite otra vez las aguas europeas. Además, a su vez, el resultado de las elecciones en la vecina España tampoco han ayudado a calmarlas, ya que las posibilidades de que Podemos entre en un teórico gobierno, parece, son cada vez mayores. Y eso, probablemente, tampoco guste en Bruselas. Y, por último, siempre está el fantasma del Reino Unido y su posible salida de la Unión.

Pero si a día de hoy hay un escenario que no guste en absoluto a los líderes de facto de la Unión, ese es Portugal. La nueva orientación del gobierno socialista y, sobre todo, la vigilancia de los dos partidos izquierdistas a base de votos necesarios para pasar las iniciativas, asustan en Europa. El ejecutivo luso, que tiene como primer ministro a Antonio Costa, ya ha pasado varias leyes para subir los salarios en el sector público, aumentar las pensiones, subir el salario mínimo (que es de 589 euros al mes) y recortar un impuesto extraordinario establecido por el anterior gobierno conservador. Estas medidas no han gustado demasiado en ciertos sectores y, en declaraciones a Reuters, el profesor de Economía en la Nova University portuguesa Samuel da Rocha Lopes, afirmaba que esa no era la “mejor imagen que puede ayudar a conseguir la confianza de los inversores” después de que bajo el gobierno de derechas de Passos Coelho se hubiese mejorado la imagen de Portugal “substancialmente”. Filipe Garcia, consultor financiero en Porto jefe de Informaçao de Mercados Financieiros declaraba en la misma línea que “hay una gran incertidumbre acerca del control de gasto”. La paranoia sobre el ajuste presupuestario aun preocupa, y mucho, en el establishment europeo y financiero.

Sin embargo, y pese a el escepticismo proveniente desde dentro y fuera de sus fronteras, a mediados de este mes el nuevo ejecutivo portugués ya había vendido un quinto de la deuda programada para este año y, en mercados como IG Markets, la progresión financiera portuguesa aún no había aún sufrido ese varapalo esperado por muchos. Ahora está por ver si realmente llegará en lo que es un nuevo desafío entre la ideología económica imperante durante los últimos años y los brotes contestatarios que van aflorando en el sur de Europa.

Más información