“¡Oh, la Habana, oh, la Habana…!”

Desde el Malecón con...

“¡Oh, la Habana, oh, la Habana…!”

“¡Oh, la Habana, oh, la Habana, quién no baila y quién no goza, caballero, en la Habana…!”. La Habana. Poco entusiasmo en estas festividades y arduo trabajo para todos aquellos que por profesión o puro “hobby” (vayamos practicando a Shakespeare) se adentran en los vericuetos de la mente humana para escudriñar motivos y actitudes. Y si a esto agregamos que la ciudad capital parece que padece lo mismo porque no hay un bombillo de más ni una guirnalda multicolor que nos avise la entrada de un nuevo año, por mucho sol en las calles, va a predominar el gris en el panorama paisajístico de mucha gente.

Aun así, en no pocas familias reina la alegría y la ilusión por el reencuentro con los hijos que en estos días están llegando a casa procedentes de los más dispares sitios de este planeta. Miami, a la cabeza del listado porque allí viven unos 800 000 mil compatriotas, y según cálculos confiables, desperdigados por cabañas de madera en bosques canadienses, en planicies australianas, renombradas capitales europeas o latinoamericanas y otras de difícil pronunciación del antiguo imperio soviético, la suma total asciende a dos millones.

De vuelta al hogar y a las costumbres para festejar en familia y poner sus saquitos de arena en la economía doméstica. Aquí, cerca de nuestras oficinas, uno que no es más que un empleado, ya ha encargado la factura completa para la festividad.

Hasta el cardenal Jaime Ortega, quizás bien informado por los cientos de curas parroquiales desperdigados por toda la isla, nos está convocando a tomar -no un buen buche de ron inductor al sueño-, sino tomar las festividades de 24 y 31 “con sentimientos de alegría y esperanza”. Nunca mejor dicho que dios lo oiga.

Entre tanto, Tropicana, que no precisa de muchas señas para los españoles, se alista en su 76 aniversario con una de sus características superproducciones musicales. Casi octogenario el cabaret, pero con sus mulatas sin envejecer, contorsionándose por decenas en un ángulo visual inalcanzable para el ojo humano.

A partir de los 300 euros por cabeza para recibir a este 2016, con un espectáculo titulado “Oh, La Habana”, con estribillo tan melodioso y pegajoso que muchos de sus asistentes y vecinos del lugar recordarán de por vida:

“¡Oh, la Habana, oh, la Habana, quién no baila y quién no goza, caballero, en la Habana…!”

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