Barack Obama ‘asusta’ a Raúl Castro

Detrás de la cortina

Barack Obama ‘asusta’ a Raúl Castro

Tras el éxito de la Cumbre de la Celac celebrada en La Habana, las encuestas favorables al levantamiento del embargo que se publican en EEUU ponen nervioso al Gobierno cubano. En un reciente artículo de opinión, dos prestigiosos analistas estadounidenses, Peter Schechter y Jason Marczak le recordaban al Gobierno cubano una famosa frase de Abraham Lincoln: «la opinión pública lo es todo. Con el sentimiento público, nada puede fallar y sin la opinión popular nada puede tener éxito”. Estos expertos en política internacional (director y subdirector, respectivamente del Adrienne Arsht Latin America Center, un ‘think tank´ con sede en Washington) usaban estas célebres palabras del presidente que abolió la esclavitud para explicar que el momento puede ser propicio para la normalización de las relaciones entre Cuba y EEUU porque, según las últimas encuestas, la mayor parte de la población estadounidense está a favor de que se introduzcan cambios, incluso radicales, en la política exterior hacia la isla.

La propia institución que Schechter y Marczak dirigen ha realizado una de estas consultas. Con resultados inequívocos. Hoy por hoy, un 56% de los estadounidenses quiere que acabe el embargo. Además, la cifra llega al 62% entre la población latina y al 63% en el estado de Florida, la cuna del ‘anticastrismo’ radical. Otros sondeos aún muestran resultados más espectaculares en la misma línea. Por ejemplo el que ha realizado la consultora Friendly Planet Travel. Según sus datos, el 88% de los estadounidenses que han viajado a la Isla es favorable a que se ponga fin del embargo.

Y, como decíamos antes, estas son sólo dos de las múltiples encuestas que arrojan resultados similares y que proliferan estos días en la prensa estadounidense. Todas ellas han caído, en el plazo de unos pocos días, como un verdadero chaparrón sobre Raúl Castro y la cúpula cubana que andaba de fiesta tras el éxito diplomático conseguido con la celebración en La Habana de la Cumbre de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). Un evento al que han asistido todos los mandatarios del subcontinente y hasta ha contado con la participación de José Miguel Insulza, secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA), a quien se le suponen fuertes vínculos con EEUU.

Esa cumbre habría demostrado el fracaso de Washington en su histórico intento de aislar a La Habana. Incluso ya hay quien dice ya que es EEUU quien se ha ‘quedado aislado’ en la región. Otra prueba más de que el embargo habría fallado y sería necesario cambiar de estrategia para impulsar la democracia en Cuba. Quizá con una política de diálogo y acercamiento se consiga lo que no se ha logrado con más de cincuenta años de ‘bloqueo’.

En definitiva, unas noticias excelentes para Raúl Castro y el resto de los veteranos revolucionarios que ostentan el poder en la Isla que estarían a punto de doblarle el brazo a su enemigo histórico sin haber tenido que ceder nada a cambio para conseguirlo. Eso es, al menos, lo que parece. Y, sin embargo, hay algunas voces autorizadas que no opinan así. Por el contrario, creen que la simple posibilidad de que Washington estudie dar un giro radical a su política hacia Cuba es un motivo de nerviosismo y preocupación para La Habana y no esa gran alegría que muchos suponen.

Pero, ¿es eso posible? ¿temen los dirigentes cubanos que Barack Obama decida pasar a la historia y levante el embargo en una decisión unilateral? Tal vez, sí. En cierto modo, un giro de la historia de esa categoría podría dejarles fuera de juego. El ‘castrismo’, prácticamente desde que la revolución alcanzó el poder, ha basado su supervivencia en la heroica resistencia del pueblo cubano frente al enemigo exterior. Sobre todo cuando, como ahora, las circunstancias económica y sociales son difíciles.

Ese ‘bloqueo criminal’ aplicado por EEUU ha empobrecido a un país que podría ser de los más ricos de Latinoamérica y ha castigado a sus habitantes, forzados a vivir penurias sin cuento, desde la caída de la URSS por culpa de la actitud inhumana de los ‘dirigentes’ del imperio. El embargo ha sido una justificación perfecta para explicar las coyunturas desfavorables y la falta de resultados de las políticas aplicadas, que ha funcionado, incluso entre quienes no eran, o no son, fervientes partidarios del sistema político totalitario implantado en la isla por los dos hermanos y sus aliados.

¿Qué pasaría si ese impedimento histórico desaparece de repente? Quizá que el baqueteado pueblo cubano podría empezar a exigir resultados a sus dirigentes. A pedir cambios políticos y estrategias que funcionen para conseguir el verdadero bienestar de la población. A exigir más velocidad en las reformas. Y la posibilidad de verse de pronto en el centro de un escenario como ese sería, según creen algunos ‘cubanólogos’, la peor pesadilla para Raúl Castro y los suyos.

¿Exageraciones? Tal vez. Sin embargo, hace ya meses que la diplomacia estadounidense está girando hacia una suavización real de ese embargo que se mantiene nominalmente. Y los resultados están a la vista. Hay por ejemplo seis vuelos diarios que llegan a La Habana desde aeropuertos estadounidenses, y algunos cubanos empiezan a recibir visas, con vigencia de cinco años, que les permiten entrar y salir libremente de EEUU sin tener por ello el derecho automático a la nacionalidad que les concedía la famosa Ley de Ajuste, también conocida popularmente como ‘pies secos, pies mojados’, si conseguían llegar allí jugándose la vida en el Estrecho de Florida.

Ya no resulta extraño que haya conversaciones entre los dos gobiernos sobre multitud de asuntos, quizá menores todavía, pero en los que se llega a acuerdos bilaterales. Como acaba de ocurrir con algunos asuntos técnicos referidos a los protocolos de actuación en el caso de una catástrofe petrolera en las aguas cubanas del Golfo,

Ese actitud aperturista de las autoridades estadounidenses coincide, sin embargo, con un endurecimiento del control político impulsado por el ‘castrismo’ en el interior de la Isla y con un total inmovilismo a la hora de planificar el futuro político de la Isla, como si los actuales dirigentes, cuya edad por simples motivos biológicos les inhabilita a medio plazo, se preocuparan sólo de ganar tiempo para seguir al mando sin que nadie sepa muy bien lo qué quieren hacer con él.

Y Washington quiere ver movimientos. Quiere saber que va a pasar en la Isla dentro de unos años. Cuál va a ser su sistema político y con quién o quienes jugará las próximas partidas. Incluso, cuando como sucede en China, no hay ningún plan previsto para desmantelar el actual régimen comunista de partido único, lo que sí existe es una definición clara de los mecanismos que se emplean para asegurar la sucesión ordenada en el poder. Hasta se suele señalar, sin ambigüedades y con mucho tiempo por delante, a las personas que tomaran el relevo cuando llegue la hora.

Ni Raúl Castro ni los suyos han avanzado en absoluto en este aspecto. Y no parecen tener intención de hacerlo, escudándose siempre en la exaltación nacionalista como coartada. En aquello de que debe ser el pueblo cubano quien marque los tiempos de la definición de su futuro sin injerencias exteriores.

Pero la Isla es un enclave estratégico demasiado cercano a EEUU para que, incluso por motivos relacionados con la defensa, Washington pueda perderla de vista. De ahí que a lo mejor, no resulten tan descabelladas esas versiones que consideran que la inusual proliferación de encuestas favorables al levantamiento del embargo, de la que hablábamos al principio de este artículo, puede ser un aviso para navegantes. Y que quizá La Habana haría bien en tenerlo en cuenta, si quiere evitar sorpresas desagradables que podrían llegar más pronto que tarde.

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