Ventajas comparativas

Especial XXII Aniversario

Ventajas comparativas

Las ventajas comparativas se crean, sostenía Miguel Boyer, el gélido como le llamaba Nicolás Redondo. Lo decía con esa cara de sabio atómico que disuadía a sus contradictores. Las ventajas comparativas se crean, sostenía Miguel Boyer, el gélido como le llamaba Nicolás Redondo. Lo decía con esa cara de sabio atómico que disuadía a sus contradictores. Igual hubiera podido acogerse a Lavoisier para asegurar que las ventajas comparativas, como la materia, no se crean ni se destruyen, sólo se transforman. O arrimarse a la ecuación de Einstein para proclamar la correlación entre las ventajas comparativas y la energía, en los mismos términos que fijó Albert para la masa y la energía: E = m.c2 , donde E es la energía en julios, m es la masa en kilogramos y c la velocidad de la luz en metros por segundo. Cuestión diferente es que los economistas por lo general se refieren a las ventajas comparativas como a un parámetro fijo en una determinada situación y la originalidad de Boyer consistía en tratarlas como una variable dependiente que se altera en función de la voluntad de los agentes del proceso que se encuentren en presencia.

En la línea de Boyer podría situarse el artefacto de La Marca España, una operación heterogénea basada en ese mismo principio según el cual las ventajas comparativas se crean, si se pone suficiente voluntad en el empeño. Todos los componentes del gobierno de Mariano Rajoy hacen sus aportaciones en esa dirección con mayor o menor acierto. Luego sucede que debe venderse el valor diferencial que significamos fuera del país para que acudan presurosos los inversores a derramar sobre nosotros sus dólares, sus yenes, sus yuanes, sus rublos, sus libras, sus francos suizos, sus dinares o sus coronas. En esa tarea se ha empleado a fondo el supuesto indolente Mariano, viajando a Atana, capital de Kazajistán, y enseguida a Tokio. Con talento galaico portugués nuestro presidente se ha abstenido de vender miel al colmenero. Nada de exhibir músculo tecnológico al emperador, a su gobierno y su empresariado. Por el contrario se ha volcado en presentar los resultados rotundos de la reforma laboral, en términos de descenso de los salarios y en encomiar el aumento de productividad que esa bajada de costes ha traído consigo. Vengan a España porque pagarán menos a sus empleados, cotizarán menos por ellos y podrán despedirlos con un coste más bajo.

Claro que en el plano de la comunicación, ya no hay compartimentos estancos y lo que se dice con deseos de agradar a los tendidos de Tokio, lo ven y escuchan de modo simultáneo, en tiempo real, los insaciables de aquí, quienes, como los del tendido del siete de la plaza de Las Ventas, siempre parecen dispuestos a sacar el pañuelo verde y exigir la devolución del toro a los corrales. Entonces, vienen las dificultades para los peones de brega, que han debido emplearse a fondo para negar aquí lo que tan bien había sonado en Japón. Por eso, hemos visto al titular de Hacienda y Administraciones Públicas negando la evidencia del descenso de los salarios por cuya magnitud se interesaba algún abyecto de la oposición, uno de esos triunfalistas de la catástrofe por decirlo con la acertada definición que acuñó el almirante Luis Carrero Blanco.

Ya habíamos advertido en estas mismas columnas hace algunos años que la alternativa era o europeizar China o achinar Europa y ahora lo estamos comprobando. Porque si Europa dejaba de exportar derechos y libertades empezaría a importar esclavitudes y precariedades. Renegar de todo lo que nos hizo admirados, reducir hasta límites irreconocibles nuestro estado de bienestar, considerar como un lastre los servicios públicos de educación, sanidad y pensiones, proclamar el sálvese quien pueda, establecer que no hay más derechos económicos que los derivados de la propiedad, exasperar las diferencias de renta es un camino de regreso a la barbarie que ya se ha recorrido otras veces y que hace incluso a los privilegiados muy incómoda la vida en islas rodeadas de precarios con poco que perder que acaban siendo peligrosos. Entonces las ventajas comparativas se ponen del lado de quien ofrezca más fuerzas de policía dotadas de los recursos detraídos del gasto social y de quien exhiba el más estricto código penal y el sistema penitenciario más punitivo. Atentos.

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