Chismorrear, nuevo pecado

Opinión

Chismorrear, nuevo pecado

El Vaticano es un Estado que tiene casi de todo menos estadios y canchas deportivas. Allí el deporte, bien es verdad que sin reconocimiento olímpico, practicado tradicionalmente por sus habitantes ha sido siempre y es todavía el chismorreo. El Vaticano es un Estado que tiene casi de todo menos estadios y canchas deportivas. Allí el deporte, bien es verdad que sin reconocimiento olímpico, practicado tradicionalmente por sus habitantes ha sido siempre y es todavía el chismorreo. Pero por poco tiempo porque Su Santidad Francisco, que como no reside en los apartamentos papales observa lo que ocurre por las calles, despachos y sacristías mejor que sus antecesores, está dispuesto a cortar por lo sano y, por lo que se deduce de sus palabras pronunciadas anta Santa Ana, a declararlo pecado.

El Pontífice está convencido de que el chismorreo, por lo menos el chismorreo que se prodiga entre aquellos venerables muros, está inducido, como ocurre con tantos otros males que empañan a las sociedades modernas, por el mismísimo Diablo. En el entorno de la propia Curia es la causa de muchos problemas que agobian al Gobierno de la Iglesia y para ponerle coto ya ha ordenado a los guardias que cuando escuchen a alguien chismorreando, algo que enseguida se detecta por el tono de voz y los gestos de aproximación al interlocutor, lo pongan de patitas fuera ¿Se atreverán – me pregunto si entre los infractores hay algún cardenal?

No sé. Es posible. Este Papa argentino y rompedor no se anda con chiquitas. Igual toma medidas drásticas para sanear al IOR (el banco de los escándalos financieros) como instruye a los obispos para que cambien con urgencia sus automóviles de gama alta por utilitarios de segunda u ordena que los cotillas viperinos se coloquen un cilicio en la boca, se plieguen la sin hueso detrás de los labios y dejen de una puñetera vez de chismorrear, de regodearse en trapos sucios ajenos, de ver pajas en los ojos de los otros…

Si lo consigue, Francisco habrá obrado el primer milagro que le abocará en su momento a la santidad. Y de paso, a ver si por aquí cunde el ejemplo.

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