El Ayuntamiento de Madrid en su penúltima genialidad parece que quiere ponerle el nombre de una calle a la recién fallecida ex premier británica Margaret Thatcher. Bueno, precisemos, el Ayuntamiento en pleno, no; el grupo de concejales del Partido Popular, que son mayoría y, por lo tanto, pueden permitirse el pésimo lujo democrático de no escuchar a sus colegas de la oposición – que obviamente no estarán de acuerdo — y disponer lo que les viene en ganas.
Y lo que les viene en ganas ahora es rendir pleitesía a la Dama de Hierro sin que puedan exigir argumentos que lo justifiquen. Margaret Thatcher ni vivió en Madrid ni mostró nunca simpatía alguna por la capital y casi me atrevería a añadir que por España. ¿Acaso hizo algo durante su larga etapa en el Gobierno por afrontar con seriedad el conflicto de Gibraltar? ¿Apoyó en algún momento a España en el seno de la Unión Europea? Más bien lo contrario en ambos casos.
Las preguntas podrían multiplicarse hasta el infinito. ¿Hay tradición en Madrid de dedicar calles a políticos extranjeros que no hayan tenido nada que ver con España? ¿Va a ponerse a alguna calle el nombre de Miterrand por la valiosa colaboración que su Gobierno prestó en la lucha contra el terrorismo de ETA? O, ¿tal vez el de Billy Brant por su respaldo a la transición democrática española?
Margaret Thatcher fue sin duda una política importante y un modelo para los defensores del liberalismo más trasnochado, pero ¿contribuyó algo a estimular la igualdad de género y a sacar a las mujeres, entre las cuales ella era una excepción, de su papel secundario en la sociedad? Parece que a la alcaldesa, doña Ana Botella, le gustaría parecerse a Margaret Thatcher. Bueno, hay gustos para todo, así que a eso nada se puede objetar. Pero de ahí a predestinar a unos cuantos vecinos a tener que vivir en la calle Margaret Thatcher sin comerlo ni beberlo hay un abismo.
