Tiempos de corta y pega

Cuentos que cuentan

Tiempos de corta y pega

Todos lo hacen y, por lo tanto, no debe ser moralmente reprobable. Apropiarse del trabajo de otro y presentarlo como propio sin sentir el menor atisbo de culpabilidad es tan habitual que a casi nadie se le ocurre la posibilidad de 'acreditar' la fuente, aunque sólo sea para que el verdadero autor de aquellos que copiamos reciba el reconocimiento que merece.

Ese tipo de comportamiento se da por desgracia en todos los sectores y en todos los países. No sólo en los ámbitos que podríamos llamar artísticos. Por eso, el último caso de actualidad, en el que se han visto envueltos el cantante David Bisbal y Rafa, el concursante de 'La Voz' que se alzó con la victoria, apenas ha despertado indignación fuera de la 'tribu' de los amantes del heavy metal, ese denostado estilo musical a cuyos aficionados, sin embargo, sí parece importarles eso de que se le de a dios lo que es de dios y al cesar lo que es del cesar.

Ni Bisbal, ni su pupilo, consideraron necesario regalarle un poco de promoción al grupo Stravaganzza que si bien no compusieron la canción 'Hijo de la luna', un tema del repertorio de Mecano, sí son los responsables del sorprendente arreglo que situaba al tema dentro de los márgenes estilísticos del rock más duro. Una circunstancia, original y sorprendente, que, según explicaron los comentaristas en sus análisis posteriores a la final de 'La Voz' tuvo mucho que ver con la victoria de Rafa.

Pero, no España no es heavy. Tristemente en este caso. No se ha generalizado el respeto por acreditar la autoría de los trabajos ajenos que sí tienen, en general, los miembros de esta tribu.Aquí ya se ve normal lo que como mínimo es una muestra de mala educación por no decir otra cosa. Lógico. Se conocen casos flagrantes de presentadoras, que siguen en activo y si problemas, tras haberse demostrado que firmaron como suyas novelas con capítulos enteros copiados de otros libros anteriormente publicados. Poetisas que hicieron lo mismo, articulistas de periódicos notables que le pusieron la firma a reportajes, entrevistas y hasta opiniones previamente publicadas por otros. Y nadie se rasga las vestiduras por eso.

Claro que nos que queda el consuelo de ver, en otros países de nuestro entorno, supuestamente más civilizados, como Alemania, parece haberse generalizado el uso del corta y pega como fórmula de elaborar las tesis doctorales. Al menos ese fue el sistema utilizado, por lo visto, por unos cuantos personajes públicos que, además, llegaron muy alto.
Cierto que el plagio y la copia no dejan de ser una extraña forma de admiración y reconocimiento. Al fin y al cabo quien quiere hacer pasar como suyo algo que no ha creado él no deja de reconocer el valor que tiene. Otra cosa es que le parezca necesario dar a conocer al mundo la identidad del autor. 

Y, si los autores no merecen siquiera ser citados, ¿cómo van a merecer cobrar? De eso mejor ni hablamos. Aunque quizá merecería la pena discutirlo largo y tendido. Pero ya habrá otra ocasión, desgraciadamente porque no van a faltar casos ni sucedidos de actualidad que vuelvan a hacer evidente esta generalización tolerada del robo de cualquier tipo de propiedad intelectual.

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