2012, el peor año de la democracia

Opinión

2012, el peor año de la democracia

2012 ha sido el año más duro y negro de la etapa democrática en nuestro país. Tras 34 años de convivencia democrática, parecía que la construcción de un modelo de sociedad, al que nuestra constitución denomina Estado Social, no tenía vuelta atrás. Un Estado Social que tiene que ver con el denominado Estado del Bienestar, o el Modelo Social Europeo.

Nos ha costado mucho, porque partíamos con mucho retraso con respecto a la Unión Europea. Nos ha costado mucho un empleo con derechos, con salarios, con convenio, con salud laboral.

Nos ha costa mucho construir un sistema de protección a las personas desempleadas, con prestaciones, ayudas, subsidios. Nos ha costado mucho construir un sistema de pensiones, contributivas, no contributivas, ayudas a las personas dependientes. Ha costado levantar un Sistema Nacional de Salud público, gratuito y para toda la ciudadanía. Y un Sistema Educativo que asegura la igualdad de oportunidades desde la Escuela Infantil a la Universidad.

No han sido regalos. Han sido el fruto de muchas propuestas, reivindicaciones y movilizaciones. De muchas negociaciones y acuerdos. La movilización democrática es un instrumento esencial para el avance social. La negociación es el instrumento para alcanzar compromisos sociales. El acuerdo es la hoja de ruta para materializar los avances sociales.

Todo esto es lo que se pone en cuestión en este año. La práctica de la democracia y el modelo social democrático. Porque una cosa es el reconocimiento de que la crisis nos hace más pobres y que es necesario gestionar bien unos recursos más escasos. Y otra cosa muy distinta es utilizar la crisis para dejar en manos de intereses particulares y privados el Gobierno de lo que es de todos.

Nuestros gobernantes no miran hacia el empleo, sino hacia el déficit público y su prima de riesgo. No miran hacia la persona pensionista, su pensión y su calidad de vida, sino hacia el coste de mantener las pensiones. No piensan en la persona parada sino en rebajar los costes por desempleo.

No piensan en nuestra salud, en nuestra educación, sino en el coste de mantenernos sanos, educarnos. En cómo convertir los servicios públicos en oportunidad de negocio para un empresario acostumbrado a vivir de los servicios públicos, reconduciendo los recursos de todos hacia las arcas privadas.

Estas políticas no son el fruto tan sólo de decisiones tomadas por el Gobierno de España. Otros muchos países padecen el efecto de los recortes laborales y sociales. Especialmente los del sur de Europa.

La obsesión de las autoridades comunitarias de la Unión Europea por combatir el déficit público, que conduce al recorte brutal del Estado del Bienestar y de las inversiones necesarias para superar la crisis fortaleciendo las empresas, manteniendo el empleo existente y creando nuevos puestos de trabajo.

Una política que va fracturando la sociedad y agudizando el conflicto social, sembrando la desconfianza en la política, los políticos y las instituciones.

Una situación que sólo podría ser superada desde la conciencia de que hoy somos más pobres y que los esfuerzos y sacrificios deben ser equilibrados y compartidos, con dos objetivos prioritarios: el empleo y el Estado Social.

Desgraciadamente, estamos lejos de esos planteamientos. El Gobierno desatiende la voz de la calle, expresada en movilizaciones generales como las huelgas generales del 29M y el 14N y en cientos de movilizaciones sectoriales y sociales.

Cuanto más tarden los gobiernos en entender la necesidad de unir intereses muy diversos en torno a los dos objetivos comunes del empleo y el Estado Social, más profunda será la crisis y más dura y difícil la superación de la misma.

No basta esperar los brotes verdes en 2013 ó 2014. Los brotes verdes no llegarán, si no se produce ese esfuerzo equilibrador y compartido para salvar a las personas sin empleo y la dignidad de sus vidas, de la quema de esta crisis.

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