Más mercado y menos mercados

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Más mercado y menos mercados

Casi desde el mismo momento en que estalló la crisis actual, hace ya casi cuatro años y medio, se produjo un curioso fenómeno en la dirigencia política global que ha afectado particularmente a los líderes políticos europeos: una suerte de obnubilación que provoca la sumisión de todas las prioridades estratégicas posibles a las urgencias que marca la presión financiera que ejerce sobre la deuda soberana de todos los países europeos, el ente todopoderoso que se esconde tras aquello que los columnistas han bautizado como los mercados.

Y, ¿quiénes son los mercados?, tal vez, como explica algo socarrón un amigo analista, lo mejor sería conocerles para invitarles a comer y escuchar su versión sobre esta debacle económica mundial que empobrece a la población del planeta. Lo malo es que tal pretensión no va a darse fácilmente, sobre todo si nos referimos a las plazas de negociación ‘Over The Counter’, los famosos OTC, ese fruto del enloquecido proceso de desregulación que hemos vivido en las últimas décadas y cuyo objetivo real ha sido terminar con el mercado, con la verdadera esencia del mercado, para implantar algo bien distinto, lleno de zonas oscuras y en sombra, que son precisamente lo contrario de lo que se ha dicho defender con cada paso que se ha dado en el sentido de esa presunta liberalización de la que se hablaba.

Tal vez por eso haya expertos que defienden que no hay que ir contra los mercados, que sólo hay que devolver a las plazas concebidas para la negociación de activos financieros las características vitales para su constitución. O, al menos, las dos características que han desaparecido en paralelo con el proceso de desregulación del que hablábamos antes: la transparencia y la trazabilidad. Los dos pilares básicos que, desde siempre, forman parte de la definición esencial de los mercados organizados.

Es decir que se sepa lo que se hace y que se pueda seguir punto por punto la trayectoria de la negociación de cada activo comprado y vendido en cada uno de los momentos en que se ha actuado sobre él. Desde el momento en que hubiera un acceso franco y fácil a los precios, los volúmenes y los plazos de cada transacción efectuada gran parte de los problemas se habrían resuelto, porque el hecho de saber de lo que se está hablando y de la magnitud de las posibles averías causadas por el troceo y la titulización de riesgos que se han sacado de los balances de las entidades financieras complica constantemente la búsqueda de un camino posible para encontrar la salida del túnel de una crisis que, por muchas mutaciones que presente, tiene todavía como foco principal el mismo que tuvo en su origen: los devastadores efectos de las malas prácticas bancarias en las compañías dedicadas al suministro de crédito.

De modo que mientras antes se efectúe esa sencilla operación que hemos descrito anteriormente y que consiste en sustituir ese plural de moda, ‘mercados’, por el singular histórico, mercado, al que se ha desplazado del panorama, antes será posible arbitrar un sistema para deshacer el entuerto.

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