Crónica de la, ejem, ‘revolución’ que viene

Cenáculos y mentideros

Crónica de la, ejem, ‘revolución’ que viene

Acabó la tregua navideña y ahora empieza lo bueno. Acabó la tregua navideña y ahora empieza lo bueno. Que no digo yo que, desde que Mariano Rajoy ganó la investidura, no se hayan producido movimientos de noviembre hasta acá, vacaciones incluidas. Los ministros, como el de Fomento, o como la propia vicepresidenta, se retratan con el logo de la Generalitat catalana detrás, prometen inversiones y diálogo y aquí no pasa nada. Afortunadamente. Puigdemont da la campanada anunciando que se retira en un año, y las estructuras siguen impasibles, y por estructuras entiendo al flemático presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, y al no menos impasible líder indiscutible de Esquerra Republicana de Catalunya, Oriol Junqueras, a quien digo yo que habrá que prestar mucha atención –bueno, Soraya Sáenz de Santamaría yo lo está haciendo—en los meses que vienen. Porque entre él, Ada Colau y el Gobierno central, con alguna ayuda de Iceta y de Albert Rivera, para lo que valgan, habrá de recomponerse el rompecabezas y rompecorazones catalán.
 
Así que la pelota está en el tejado de los mentados. Luego, de rebote, caerá un tiempo en el patio de los socialistas y puede que hasta en el de Podemos. Pero ambos han perdido, temporalmente, el derecho a gestionar la, ejem, ‘revolución’ –póngale comillas, por favor. Muchas gracias—que en tantos sentidos nos viene. Quizá algún día, hace exactamente un año ahora, podrían haberse hecho con el poder, mediante una difícil entente entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias. Pero ni uno ni otro tenían, ni tienen, y bien que lo han demostrado ambos, capacidad política para llevar sobre sus hombros una coalición que, a mi entender, hubiera resultado desastrosa para los intereses del país. Y mira que muchos llevamos tiempo abogando porque el PSOE entre en un Ejecutivo regeneracionista de gran coalición, presidido, porque es lo que toca según las urnas, por el tan mentado Rajoy.
 
El Partido Socialista es un elemento central en el equilibrio político, si no queremos ir caminando no hacia un sistema bipartidista, sino de monopartido. Lo que se ha hecho en el último año, desde el PSOE, desde Podemos y desde la extrema inestabilidad política catalana, ha sido fortalecer al Partido Popular, que ahora afronta su congreso con la única incertidumbre de si el dedo omnímodo rajoyano decidirá mantener o no a la secretaria general del partido, situada como está, dicen sus próximos, bajo el fuego graneado de maniobras orquestales en la oscuridad. Mira cómo tiemblo, pensará, sin duda, la esfinge: no tembló ni con Bárcenas, ni con los sobresueldos, ni con la Gürtel, y va a temblar ahora con una comisión parlamentaria sobre el Yak 42. O con que si le aprueban o no los Presupuestos. O con que si Cospedal sigue o no sigue. Vamos, anda…
 
Pero es que ocurre que ahora el PSOE se ha metido en un difícil proceso de reconstrucción y regeneración cuya culminación, mientras Pedro Sánchez, que es el gran culpable de todo, no se retire, va a ser extremadamente difícil. Y mira que el presidente de la gestora, Javier Fernández, hombre calmado y sufridor donde los haya, está aguantando el tipo, mantenido en pie desde Sevilla y otras baronías, por una vez de acuerdo en que el peligro es ese potro desbocado, con ambición de abismo, que es el dimitido, o defenestrado, ex secretario general. Aunque yo pienso, la verdad, que se trata ya de una anécdota, y una mayoría en el PSOE lo sabe: el único que no sabe que está políticamente muerto es el interesado.
 
En otro orden de cosas, lo de Vistalegre II y Podemos me parece que se contempla por la mayor parte de la ciudadanía como un juego ajeno de universitarios situados en la algarabía y en el ensimismamiento: Podemos podrá tener cinco millones de votantes, lo que es muy respetable y hasta admirable, pero no está sabiendo mantenerlos. Y todo el mundo ve que la formación morada así no puede seguir: haciendo y deshaciendo entre los tres o cuatro rostros que se repiten en los medios, uno de los cuales (rostros) dialoga con un leño, ya que no con su caballo. Uno se moriría de risa si no hubiese cinco millones de razones para morirse de pena.
 
Así se las ponían a Fernando VII, o a Felipe II, que versiones sobre el particular hay diversas, pensará Mariano Rajoy. Que ellos ladren, mientras nosotros, a lomos del PP, cabalgamos. Y, así, vemos que la esfinge monclovita sigue haciendo lo que le da la gana, sin cortapisas, aunque verdad es que quiere dar, y da, la sensación galileana de que ‘eppur si muove’. Sí, sin embargo, se mueve, aunque poco. Porque miren cómo se demora la puesta en marcha de los imprescindibles pactos con Ciudadanos, que es un partido menor, pero me parece que no en declive. Y cuyo líder, Rivera, que esta noche de lunes se encuentra con Rajoy, mantiene un cierto prestigio, dada la racanería de las encuestas en cuanto a popularidad de los políticos: él debería alzar su voz –lo hará, ahora que C’s va a celebrar su congreso—para ocupar su lugar a la hora de la regeneración, tan necesaria en estos tiempos en los que ministros y presidente vuelven a sacar pecho para presentar a nuestro país como ejemplo de Occidente. Es que nunca aprendemos o qué.
 
Cenáculos y Mentideros

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