La desigualdad al alza

Desigualdad

La desigualdad al alza

Diego Carcedo, periodista

Mientras se barajan cifras millonarias de ganancias, ingresos, indemnizaciones y privilegiados seguros de vejez, el triste espectáculo de los mendigos durmiendo a la intemperie en las plazas de las grandes ciudades es deprimente. En medio de la confusión generalizada que impera en el ámbito internacional, la desigualdad social cotiza al alza. Los datos que se van desgranando de vez en cuando en los medios de comunicación  son pavorosos. La globalización, que unos años atrás parecía la panacea del futuro bienestar social se está revelando nefasta en muchos aspectos. Favorece sin duda los negocios y las inversiones pero incrementa de manera insostenible la especulación, las ingenierías financieras, las astucias fiscales y esa proporción siempre dramática entre el número de ricos y el apabullante contraste con el número de pobres.
 
No voy a perder el tiempo en recordar cifras que están en la mente de todos. La crisis que estamos sufriendo en los países desarrollados – en los subdesarrollados es tan sistémica que nadie la tiene en cuenta –, lejos de contribuir a equilibrar las diferencias es notorio que las está incrementando, tal vez hasta multiplicando. Y no sólo en España, donde las estadísticas resultan tan expresivas. En la práctica totalidad de los países occidentales donde la economía ha desplazado por completo a la política y nada digamos a la cultura y el arte ocurre lo mismo. La gravedad de la desigualdad se acentúa con el aumento paralelo de la indigencia.
 
Mientras se barajan cifras millonarias de ganancias, ingresos, indemnizaciones y privilegiados seguros de vejez, el triste espectáculo de los mendigos durmiendo a la intemperie en las plazas de las grandes ciudades es deprimente. Esta realidad constatable con números alarma a las conciencias pero pasan los días, los meses, los años y pronto las décadas sin que nadie, ni los poderes públicos ni el pragmatismo capitalista haga nada por corregirlo. La inconsciencia ante una situación que puede degenerar en consecuencias peligrosas para la estabilidad es doblemente lamentable. Una desigualdad social tan acentuada a estas alturas de esta era de avances y progresos en otros aspectos de la vida pública no puede prolongarse eternamente.

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