Veinticinco años

Aniversario de El Boletín

Veinticinco años

Diego Carcedo

Hoy EL BOLETÍN, una publicación que hasta en su nombre nació con modestia, cumple veinticinco años. Hoy EL BOLETÍN, una publicación que hasta en su nombre nació con modestia, cumple veinticinco años. Ha sido un cuarto de siglo, que se dice pronto, sin faltar ni un solo día a su cita con los lectores. No sólo ha sobrevivido a la enorme competencia entre los medios digitales sino también a la crisis económica que arrasó con una buena parte de la oferta periodística que existía en España. Hay quien opina que es un milagro y hasta puede parecerlo: potentes grupos de comunicación no lo han conseguido o lo están logrando a trancas y barrancas agobiados por las deudas, cada vez con menos lectores y víctimas de los recortes brutales que se han producido en la inversión publicitaria.
                  
Pero profundizando en su planteamiento y en su contenido, que es lo primero que cuenta en un periódico, EL BOLETÍN de milagro, nada. El éxito de aquella idea inicial y valiente del inolvidable Carlos Humanes, un profesional llamado a entrar en la historia del periodismo contemporáneo, salta a la vista de cuantos cada día – y por fortuna cada vez somos más – nos adentramos en su lectura. EL BOLETÍN  nació como un periódico impreso, fácil de manejar y con un claro sesgo económico que respondía al auge que empezaba a tener la información económica y financiera. Era vespertino para más seña y a pesar de que ya se había perdido el hábito de consumir prensa por la tarde,  enseguida se hizo un hueco.
 
Hojearlo se convirtió en algo obligatorio, como comentó en público un conocido banquero, antes de salir para un cóctel o simplemente para acudir a una reunión de amigos bien informado. Poco a poco fue evolucionando, diversificando sus contenidos siempre al socaire de la evolución de los tiempos y nunca con concesiones ni a la información trivial del chismorreo populachero  ni a la información morbosa de los sucesos. La visión de futuro de Carlos Humanes, bien secundado por un pequeño grupo de colaboradores a los que contagiaba ilusión, logró consolidar una fórmula amplia y equilibrada de información modélica.
                  
La capacidad de anticipación también convirtió a EL BOLETÍN en uno de los primeros, si es que no el primero, que abandonó el papel para centrarse en la versión on line que, además de anticipar el futuro,  ganaba en rapidez y facilitaba llegar a mayor número de lectores las veinticuatro horas del día de los siete días de la semana. El objetivo buscado y conseguido era y es que quien siga EL BOLETÍN esté bien informado. Siempre bien escrito, bien diagramado para que su lectura sea más fácil, y siempre ajeno al sectarismo o a la adscripción a cualquier ideología o partido, le ha proporcionado un importante activo de seriedad.
                  
La oferta cotidiana de EL BOLETÍN en decenas de millares de pantallas, en su mayor parte con personas enfrente que comparten inquietudes económicas, políticas, culturales y sociales, a lo largo de estos veinticinco años se ha vuelto imprescindible. Sus lectores saben muy bien que de EL BOLETÍN  se pueden fiar: ni les falla ni les engaña. El mérito de su rigor se acrecienta con otro que quizás pase más inadvertido: se trata de la escuela de buen periodismo que, primero en torno del maestro Carlos Humanes, y ya partiendo de su ejemplo se ha venido formado en su redacción.
 
Hoy EL BOLETÍN está hecho por un grupo de periodistas jóvenes y entusiastas que además de conocer muy bien las exigencias de su oficio, viven con intensidad la evolución cambiante de la sociedad y los inquietantes avatares que atraviesa. Carlos Humanes ya no está físicamente pero continúa presente en el recuerdo de la Redacción. Lo refleja cómo quienes fueron sus alumnos mantienen su fotografía en la portada. El éxito de este significativo cuarto de siglo es de todo el equipo, no sólo de los redactores, también de los técnicos, gestores y administrativos con Consoli Madruga – que espero que no haga uso de su derecho y corte el nombre –, uno de los valores profesionales formados por Carlos, a la cabeza.
                  
Como uno de los columnistas más antiguos – junto con Miguel Ángel Aguilar – no quisiera terminar este reconocimiento al mérito de aquella iniciativa de Carlos Humanes, que tuve la suerte de compartir con él en muchas conversaciones previas, sin dejar constancia de mi  recuerdo nostálgico y mi tristeza porque mi admirado compañero  de página durante bastantes años, Rafael Martínez Simancas — de quien tanto aprendí leyendo sus inolvidables comentarios marcados siempre por la ironía más gratificante —  tampoco pueda acompañarnos hoy, lo mismo que Carlos Humanes,  en la celebración de esta efeméride.

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