Las campanas de Móstoles

Madrid

Las campanas de Móstoles

Diego Carcedo

En las redacciones de los medios de Madrid aún se recuerda cuando, en los cincuenta, la Dirección General de Prensa de la Dictadura distribuyó una nota. En las redacciones de los medios de Madrid aún se recuerda cuando, en los cincuenta, la Dirección General de Prensa de la Dictadura distribuyó entre los medios una nota, de inserción obligatoria, informando de un viaje de Franco quien a su paso por una localidad de Castilla la Mancha había sido saludado con el tañer de las campanas de las iglesias en señal de alegría. El director de un periódico afín al Régimen lo leyó, lo releyó e inmediatamente descolgó el teléfono, marcó el número de la censura e intentó hacerle ver al funcionario de guardia que en el texto había un error grave: “Dice – le advirtió – que las campanas tañeron de alegría y tañer es el toque triste de  difuntos; tendría que decir que repicaron…”.
 
Desairado, el prepotente funcionario, le respondió que para semejante tontería no se le molestaba y  que ya debería saber que las notas de la DGP debían publicarse tal cual. Cuando la conversación fue conocida en la Redacción, entre  risas y cachondeos, un bienhumorado periodista, se sentó ante la máquina y escribió unos versos que hicieron fortuna para la historia menuda del periodista de la época: “El tañer que es toque serio puede serlo de optimismo si se empeña el ministerio de Información y Turismo”. Han pasado decenas de años y el verbo tañer vuelve a ser motivo de comentarios jocosos en las tertulias madrileñas.
                  
El Ayuntamiento de Móstoles, a escasos kilómetros de la capital, y particularmente su concejal de urbanismo, un tal Gutiérrez cuya filiación  responde a las siglas IU-LVCM, están preocupados por las molestias acústicas que al parecer causa a la población el “tañer” de las campanas de la vieja Iglesia de Nuestra Señora de la Asunción. Los técnicos municipales han acudido con los instrumentos adecuados y comprobaron que, efectivamente, la campana principal, del siglo diecinueve, cuando repica convocando a las celebraciones religiosas, rebasa los decibelios permitidos por las ordenanzas y el párroco fue sancionado con una multa de 16.000 euros.
                  
El sacerdote, se defiende alegando que las campanas sólo tocan dos veces al día y nunca ni de noche ni en las horas de la siesta y que lo vienen haciendo sin que nadie proteste desde los tiempos en que el alcalde de la localidad se levantó en armas contra los invasores franceses. Los concejales del PP, en la oposición, encabezan una protesta a la que se suman otros ciudadanos a quienes más que molestarles, el sonido de las campanas les gusta. Y recuerdan que hay muchas ciudades  de Europa conocidas por el repique de sus campanas.
                  
Móstoles es una ciudad en expansión, donde su casco histórico cada vez va quedando más arrinconado por las urbanizaciones que lo rodean. No se puede decir que sea una localidad calma y silenciosa; hay mucha actividad comercial y mucha vida en sus calles. Pero tampoco  se puede decir, a juicio de los expertos que sea una ciudad especialmente ruidosa. Por otra parte, que el Ayuntamiento se preocupe de los tímpanos  de sus habitantes   cuenta con muchos defensores. En lo que no hay consenso es que el mayor riesgo para los oídos de la gente sean las campanas.
 
Mucho peor – argumentan – son las discotecas abiertas  hasta las tantas de la madrugada, los botellones los fines de semana y el estruendo de las motos que a escape libre hace retumbar  los cristales de las ventanas. Parece que hasta ahora la diligencia del concejal Gutiérrez todavía no ha reparado en  ello. Es decir, que “el repicar que es toque alegre puede serlo de peligro si se empeña el concejal de urbanismo”.

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