Iglesias y Rivera echan un pulso a Franco a cuento de las sicav

Chismes y apuntes

Iglesias y Rivera echan un pulso a Franco a cuento de las sicav

Pablo Iglesias y Albert Rivera

En toda Europa, solo hay otro país tan restrictivo como España en sus requisitos para las sicavs: nuestro vecino en la piel de toro que forma la Península Ibérica. Las sociedades de inversión de capital variable, más popularmente conocidas como sicav, se han convertido en el malo malísimo de esta campaña electoral. Podemos y Ciudadanos les han declarado la batalla con la promesa de endurecer unos requisitos que llevan vigentes desde tiempos de Franco y son ya los más restrictivos de Europa.

El poco agrado, por no entrar en más términos, que los candidatos a La Moncloa de ambas formaciones profesan hacia estos vehículos de inversión colectiva ha quedado en evidencia en sus proclamas, mítines y demás actos de campaña. Especialmente, en la entrega del espacio televisivo ‘Salvados’ que enfrentó a Pablo Iglesias y Albert Rivera en el españolísimo marco que ofrece la barra de un bar.

Ambos dos se despacharon a gusto con el vehículo de inversión que tradicionalmente se ha asociado a las grandes fortunas del país y a un generoso marco fiscal que perpetúa su riqueza. Sin embargo, datos recabados por la industria demuestran que la tributación al 1% en el impuesto de sociedades más que una ventaja es un castigo frente a lo que ocurre más allá de las fronteras españolas donde se está cociendo la Unión del Mercado de Capitales (UMC) que dejaría en clara desventaja a las gestoras españolas.

Únicamente hay tres países en el Viejo Continente que aplican tributación al propio vehículo de inversión más allá de las obligaciones que sus participantes tienen que afrontar por las rentas derivadas de su inversión. Noruega, Portugal y España. La fuga de capitales que desde la industria de la inversión colectiva se prevé hacia sus paraísos europeos de Irlanda y Luxemburgo si se toca este tratamiento fiscal pone en peligro buena parte de los 35.000 empleos que dependen de ella.

Sin embargo, más allá de la contribución con Hacienda -que gracias al juicio a la infanta Cristina ya sabemos que eso de que somos todos “es sólo publicidad”- otro factor clave de las sicav se ha revelado clave en esta campaña al 26 de junio: los ‘mariachis’. Esos pequeños y hasta minúsculos accionistas que acompañan a uno o unos pocos inversores de control hasta llegar al cómputo total de 100 que establece la ley. Norma estricta donde las haya en el marco europeo que lleva en vigor en el mercado español desde el año 1967 en el que Francisco Franco ejercía como “Caudillo de España, por la Gracia de Dios” y disgusto para muchos.

De nuevo, nuestros vecinos en la piel de toro igualan la apuesta y Portugal también exige 100 accionistas para constituir una sicav. Al otro lado de los Pirineos, en Francia, lo que marca la ley es un mínimo de dos partícipes. En el resto, solo que sean de carácter abierto -y de hecho así lo sean- a cualquier inversor interesado en tomar posiciones en su capital.

Las voces más doctas en la materia dicen que este centenar de mariachis son más que suficientes. Y mientras que morados y naranjas pretenden reforzar -como de hecho ya se hizo mediante una ley aprobada por las Cortes en el año 2005, cuando los de Rivera eran solo un proyecto e Iglesias era un profesor más en Somosaguas- los gestores aseguran que se trata solo de una herencia innecesaria y desventajosa para el sector en España. Travesaño en la rueda de la industria heredada de los tiempos de Franco, en los que se exigía tal número para que estas sociedades pudieran estar abiertas a negociación real en Bolsa y asegurar así su carácter colectivo. Algo que, hoy por hoy, con su obligatoria inclusión en el Mercado Alternativo Bursátil (MAB), queda más que confirmada y blindada.

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