La feria de los culpables

Elecciones generales

La feria de los culpables

Todos ellos la mataron y ella sola se murió. Me refiero, por supuesto, a esta joven Legislatura que termina con más pena que gloria. Todos ellos la mataron y ella sola se murió. Me refiero, por supuesto, a esta joven Legislatura que termina con más pena que gloria. Aunque bien mirado, decir que termina tal vez sea algo exagerado porque la realidad es que casi no existió. Cuando se conocieron los resultados electorales, en la noche del 20 D, ya se oyeron a algunos agoreros pronosticándole corta vida, pero ninguno anticipó que sería tan corta como la que está teniendo.

Los principales partidos políticos no sólo no hicieron muy poco, alguno nada, nada para salvarla de tan prematura muerte: lo que hicieron entre todos fue mantenerla sedada, entretenida con tratamientos paliativos que invitaban a los optimistas a mantener las esperanzas cuando en realidad lo que se pretendía entre declaraciones de ida y vuelta y mucho teatro era preparar el terreno para culpar a los demás de su defunción.

Agotados todos los aparentes intentos de conseguir un pacto de Gobierno para salvar la Legislatura, ahora sólo queda ir descontando las horas, dadas ya por perdidas, para que llegue el momento de disolución de las cámaras y para la convocatoria de unas elecciones de resultado siempre incierto aunque el ambiente en que van a celebrarse si está bien pronosticado; entre la desilusión, el desinterés y la apatía, cada cual que escoja.

Mientras los medios de comunicación coinciden en la incompetencia de unos políticos obcecados y de un Congreso atenazado por la rigidez de las disciplinas parlamentarias, los protagonistas de tan sonado fracaso profesional ahora mientras se lamentan se estrujan sus seseras para cargar en los otros las consecuencias de su incapacidad. Quizás no han caído en la cuenta de que no ha sido un fracaso individual sólo, también colectivo.

Todos los encargados de encontrar una solución han aportado lo suyo para que el país siga sin Gobierno, para que el espectáculo político, por muy normal que sea fuera, aquí es deprimente, y que todos siguen mostrándose incapaces de asumir su parte alícuota en la derrota. Han jugado un encuentro a cuatro y el insólito resultado es que perdieron todos. Pero lo peor es que ante unas nuevas elecciones ni uno sólo de ellos se rinde.

Todos pretenden seguir encabezando sus listas, a pesar del estigma de haber defraudado a los votantes como fotografía de cartel, y con la imagen de incapacidad para el encargo que recomienda, por el bien de todos, que su nombre sea reemplazado por otro. Volver votar no apetece, pero volver a votar a los mismos que nos marearon durante tanto tiempo sin éxito y sin capacidad para convencernos, aún apetece menos.

Más información