La ‘Vieja Guardia’ del PSOE trabaja para Rajoy

Detrás de la cortina

La ‘Vieja Guardia’ del PSOE trabaja para Rajoy

Los socialistas veteranos desconfían de que sea cierto el hundimiento electoral de Podemos que vaticinan las encuestas. Los orgullosos jubilados del antiguo ‘felipismo’ que aún pululan por el PSOE y aún conservan gran parte de su predicamento se muestran muy escépticos en privado y extreman las cautelas porque ni se creen las encuestas, ni están tan seguros de que el hundimiento de Podemos está a la vuelta de la esquina. Y, sin embargo, si están seguros de algo, de que su partido se ha quedado encajonado en una suerte de callejón sin salida que va a impedirle recuperar a su tradicional base de votantes. Al fin y al cabo, las posibles pérdidas acumuladas por el enemigo ‘morado’ parecen beneficiar a una Izquierda Unida que se resiste a morir. Y por la derecha, claro, el problema se llama Albert Rivera.

Para muchos ‘sociatas del 78’, Ciudadanos ha ganado al centro por culpa de la obsesión de Sánchez de ser presidente del Gobierno y de intentar convertir una derrota sin paliativos en las urnas en un buen resultado que indicaba el inicio de la remontada para un partido que sigue deslizándose hacia el infierno de la irrelevancia desde que sufrió el aguijonazo mortal del cambio de chaqueta en política económica realizado por José Luis Rodríguez Zapatero. Agarrarse a los ‘naranjas’ ha sido un error, según piensan, porque la única salida real que existía era demostrar una evidente disposición a hablar con el PP, el partido más votado, pero manteniendo como única línea roja la defenestración de Mariano Rajoy.

Justo la estrategia que ha llevado a cabo Rivera y que parece haberle proporcionado un excelente rendimiento. Aunque, ya lo he dicho, antes, a lo mejor ni siquiera es del todo cierto puesto que, no hay ni una sola encuesta en las que se pueda confiar. Y no sólo por las manos negras y los oscuros intereses que trabajan en las cocinas de los despachos demoscópicos, también porque no hay patrones de conducta establecidos sobre el supuesto de una repetición electoral. La situación es inédita en España y nadie, con un mínimo de honestidad profesional puede atreverse a hacer un pronóstico sobre ese futuro incierto que espera en las urnas.

Así que, por lo que pueda pasar, por si al final Podemos no se hunde, Ciudadanos no remonta y, sin embargo, el PP sí se mantiene en paralelo con un nuevo descenso, aunque sea leve, del PSOE habría llegado la hora de que Sánchez se sentará a hablar con Rajoy. Y aceptará también como mal menor que el presidente del Gobierno en funciones siguiera en La Moncloa con el apoyo condicional de los socialistas, que podrían abstenerse en una eventual investidura y quedarse en la oposición, pero negociando pactos puntuales que pudieran vender ante su público como victorias políticas. La primera, que los populares, aceptaran prácticamente por completo convertir en programa de Gobierno el famoso pacto de 200 medidas firmado por los socialistas y Ciudadanos.

De modo que los ‘felipistas’, y el grupo de barones que pastorea Susana Díaz, se habrían puesto a la tarea. O eso cuentan viejos militantes socialistas, con el corazón a la izquierda, que aún conservan el carné del partido y no tiene claro por qué. Algunos de ellos aseguran también que la pista de esa supuesta conspiración se detecta con facilidad. No haría falta más que seguir la pista de las posiciones que mantienen estos días los distintos medios del Grupo Prisa. El imperio al borde del colapso que dirige Juan Luis Cebrián que empezó exigiendo la cabeza de Rajoy y ya pide abiertamente una mesa a tres entre PP, PSOE y Ciudadanos que venga precedida por una negociación sin líneas rojas entre Sánchez y Rajoy. Pero parece que el secretario general de los socialistas todavía se resiste a entregar la chapa.

También hay analistas habitualmente certeros, y cercanos al entorno de Pedro Sánchez, que aseguran que el líder socialista empieza a planear su retirada. Un movimiento complicado en su situación que pasa, por encima de todo, por asegurarse una nueva nominación que le permita repetir como candidato. Quizá no lo tenga tan difícil como parece, puesto que el horizonte electoral que parece esperarle al PSOE no es demasiado halagüeño y, tal vez, a ningún otro líder le resulte rentable concurrir a estos comicios en los que las expectativas son tan desfavorables.

De modo que, o eso creen quienes defienden esta opinión, si Sánchez consiguiera volver a ser cabeza de cartel, más que nunca su futuro dependería de las urnas. Y en su entorno más cercano, según los últimos rumores que corren por los ambientes financieros madrileños, empiezan a pensar que ahora el secretario general no necesita ganar para consolidarse en este puesto. Creen que, gracias a la iniciativa política de la que ha gozado en los últimos meses, favorecido por la ‘incomparecencia’ de Rajoy, a Sánchez sólo le haría falta mejorar su último resultado para mantenerse enrocado en Ferraz. Algo que quizá sea difícil, pero no tanto, según parece, como formar gobierno ahora.

En lo único que coinciden unos y otros, sin embargo, es en la necesidad de mantener la guardia alta y seguir disparando contra Podemos desde todos los frentes. Cualquier argumento vale para desacreditar a este partido, su querencia independentista, sus conexiones venezolanas, la arrogancia de su líder…Al fin y al cabo solo se trata de convertir en realidad aquello que dicen las encuestas. Tanto a Sánchez como a sus rivales internos parece interesarles subirse a ese carro que desde Ciudadanos nunca han dejado de empujar.

Un bombardeo, por cierto, del que también saca buen partido Pablo Iglesias. Su problema es, según cuentan algunos columnistas de la red, que algunos estrategas ‘podemitas’, sí quizá Iñigo Errejón esté entre ellos, consideran que lo que les conviene ahora a las hordas moradas es facilitar con su abstención un gobierno de PSOE y Ciudadanos al que fustigar sin piedad después en el Congreso, señalando tras cada concesión el supuesto hecho innegable de que los socialistas son y siempre serán un partido de corte conservador tan obediente de las consignas del poder económico como los ‘naranjas’. Algo que no le gustaría a Iglesias que sí querría tocar poder lo más pronto posible.

De modo que la persistencia del bombardeo exterior es un seguro para el secretario general ‘podemita’ que le libera de tener que afrontar un verdadero debate interno, porque es más fácil eludir las críticas si resulta necesaria la unidad para contrarrestar el fuego enemigo. Y, en este contexto, la repetición de las elecciones tampoco es un horizonte fatal. Con la única excepción del batacazo de las autonómicas catalanas a Iglesias, hasta ahora, no se le han dado mal las citas con las urnas. Y, además, suele crecerse en los momentos difíciles como se vio con claridad en los últimos compases de la pasada precampaña que no empezó precisamente bien y terminó muy por encima de lo que todo el mundo esperaba.

Así las cosas, la pelota habría vuelto al tejado del PSOE, donde las turbulencias internas y las conspiraciones seguirían al alza. Y en el fondo del cuadro, Mariano Rajoy, ese astuto político gallego al que nadie debería dar jamás por derrotado, sigue con la caña colocada esperando su oportunidad. Ahora, además, sonríe más que antes. Llueve todavía, pero cada vez menos y pronto llegará el momento de sacar al pez del agua. Quizá antes de lo que parece y sin necesidad de volver a sacar las urnas del almacén. O quizá no. Pero, ¿a quién le importa? El tiempo transcurre y los posibles delitos, ya se sabe, al final prescriben. Y eso lo saben mejor que nadie los buenos expertos en el difícil arte de marear la perdiz. Los tipos duros que juegan el partido sin que su estrategia se vea afectada por la presión.

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