Las ‘acciones’ de Rajoy vuelven a subir en los mercados políticos

Detrás de la cortina

Las ‘acciones’ de Rajoy vuelven a subir en los mercados políticos

Los defensores de la ‘gran coalición’ en el PSOE y Ciudadanos empiezan a asumir que el presidente en funciones se mantendrá en La Moncloa A estas alturas ya debe estar claro. Si alguien había pensado que el presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, iba a dar un paso atrás y admitir su defenestración político por el supuesto bien de España, debería haberse dado cuenta ya de lo equivocado que estaba. Y, en algunos sectores, al parecer, este análisis habría empezado a abrirse paso, siempre de la mano de ese pragmatismo que presuntamente fuerzan las alianzas más poderosas que existen. Aquellas que se basan en la sindicación de los intereses privados.

Desde hace unos días, el relato de los conspiradores de salón, ese grupo abundante de analistas-grabadora que ejerce de transmisor fidedigno de las voces de sus amos, han cambiado el discurso. O, mejor dicho, han empezado a modularlo en una dirección completamente distinta a aquella por la que transitaba desde hacía tiempo. Y, sorprendentemente o no, ya no resulta tan descabellado para muchos que el político gallego se mantenga durante otros cuatro años como inquilino de La Moncloa, respaldado por esa gran coalición por la que apuesta desde que se conoció el resultado de las últimas elecciones.

Estos correveidiles diletantes aseguran ahora, en las tediosas sobremesas de la lenta Semana Santa, que el cambio de orientación con respecto a este asunto se habría producido ya en el corazón del grupo Prisa. Ya saben el supuesto puente de mando desde el que se dirigirían las operaciones del muy activo y en forma cónclave de viejos políticos socialistas que aún lidera Felipe González. Como siempre sin pruebas que avalen la veracidad de esta tesis, por supuesto, el rumor que se extiende ahora es que Juan Luisa Cebrián, el presidente del gran conglomerado de medios de comunicación sacudido por su voluminoso endeudamiento, habría ‘amnistiado’ a Rajoy, tras un trabajoso pacto negociado entre bambalinas. A muchas bandas, por supuesto.

La ‘percha’ informativa de esta tesis serían, siempre según quienes cuentan esta fábula sin moraleja, esas declaraciones que habría realizado ante un grupo reducido y en un acto privado, Alfredo Pérez Rubalcaba, el antiguo secretario general del PSOE. Según se ha publicado en el diario ABC; Rubalcaba habría afirmado que si hay nuevas elecciones y el PP vuelve a ser el más votado, es decir si los “españoles amnistían a Rajoy”, a los socialistas no les quedaría más remedio que aceptar la ‘gran coalición’. Esa componenda que no parece gustar ni a las bases ni al electorado del viejo partido del puño y la rosa, teóricamente más izquierdistas que sus líderes, y a la que se ha opuesto con fuerza, hasta ahora, Pedro Sánchez.

En general, a estos autodenominados voceros de los habitantes de las cúpulas capitalinas, no les resulta demasiado complicado establecer esa presunta vinculación entre Rubalcaba y el Grupo Prisa. Ya sea en realidad verdadera o falsa, lo cierto es que, como pasa en el teatro, se trata de una convención, casi un axioma, perfectamente admitido por casi todo el mundo. De hecho, hace unos años, cuando la empresa editora del diario ‘El País’ y propietaria de la Cadena SER, aún estaba dirigida por su fundador y viejo ‘líder supremo’ Jesús de Polanco, a Rubalcaba se le conocía como ‘Polancaba’, en esos ambientes donde se mueven las hordas ‘malpensantes’ de las lenguas viperinas supuestamente bien informadas.

Parece ser que, tras una intensa labor de zapa, y un uso y abuso de las posibilidades a su alcance para forzar la dimisión del político gallego y hacer posible esa gran coalición sin él, y también si Pedro Sánchez si llegaba el caso, en Prisa se habrían rendido a la evidencia. Rajoy está más que seguro de sus posibilidades y todo este fuego graneado de ‘opinadores’ y noticias teóricamente desfavorables para él no le afectan ni lo más mínimo.

Primero porque sabría que nadie en su partido, absolutamente nadie, se va a atrever a corto y medio plazo a discutirle el liderazgo y luego porque estaría seguro de ser el mal menor, la píldora que las élites económicas del país, las únicas que mandarían de verdad, estarían dispuestas a tragar finalmente para evitar cualquier opción que pusiera en peligro todo aquello que han ganado, vía Boletín Oficial de Estado, durante la pasada y ‘gloriosa’ legislatura reformista.

Al final, aquella ‘Operación Menina’, que habría tenido como objetivo desplazar a Rajoy del poder en el PP, para poner en su lugar a la vicepresidenta Soraya Saénz de Santamaría, como supuesta prueba de relevo generacional y voluntad verdadera de regeneración política, duró, como diría Joaquín Sabina, “lo que duran dos peces de hielo en un ‘whisky on the rocks’. O mejor un solo pececillo, o pececilla, en este caso, en las procelosas aguas espirituosas de un ‘caso Acuamed’. Y eso que nadie ha podido establecer ninguna relación directa entre la ‘vice’ y alguno de sus presuntos protegidos que si habrían estado en el ‘ajo’.

No, amigos, no hay relevo claro en cartera para Rajoy, ni como jefe del PP, ni como adalid del neoliberalismo ‘bienpensante’ y único dique de contención final de la voluntad de destrucción de políticas económicas, equilibrios de poder territoriales y blindajes de círculos de influencia que atesoran las hordas ‘podemitas’, las ‘mareas’, y ese piloto suicida llamado Alberto Garzón, que sigue empeñado en dinamitar IU.

Cierto que Albert Rivera y sus Ciudadanos han cumplido, y cumplen, con gran dignidad su papel de tapón tras el resbalón electoral. Y que ya han sido capaces, por medio de su jefa de filas catalana Inés Arrimadas, de tenderle la mano al mismísimo Carles Puigdemont y a la burguesía catalana que antes representaba la ‘vieja CiU’, grupo político al que prometen apoyar si dejan atrás el independentismo.

O sea que la ‘corrupción’ como impedimento para un pacto político de futuro, ya tendría menos peso del que tuvo, por aquello de la necesidad de evitar males mayores. Así que, como hemos dicho antes, en las alturas podrían estar listos para readmitir a Rajoy, aunque todavía no serían capaces de hacerlo sin que el gallego pasará una segunda revalida en las urnas que, según todas las encuestas, afrontaría con muchas posibilidades de repetir los resultados que obtuvo el pasado 20 de diciembre. Ya se sabe que aquello de hacer de la necesidad virtud es una demostración de altura de miras, sentido de Estado y responsabilidad política, aunque haya que tirar a la basura los principios. Siempre que no sean ni Pablo Iglesias ni Podemos, quienes protagonicen estas mutaciones, claro.

De hecho, hay residiría el otro gran problema de las élites hispanas, siempre según estas lenguas viperinas a las que me refiero. En el hecho de que los morados no pierden apoyos, digan lo que digan esas encuestas tan precocinadas que se nos sirven últimamente. Se mantienen ahí, al acecho, con muchos millones de votos entre unas cosas y otras. Y si es verdad que no avanzan, que lo es, y que sus coqueteos con los nacionalismos extremos, la bisoñez de sus líderes y sus alianzas poco adecuadas en algunos territorios forman un techo muy difícil de romper para sus expectativas de crecimiento en las urnas, también lo es que su condición de ‘pepitos grillos’ para los votantes de izquierda se mantiene en vigor.

Sobre todo, porque su simple existencia es un potente recordatorio de las líneas rojas que deberían guiar cualquier política que quisiera ser calificada como de izquierdas para ese componente mayoritario de seguidores socialistas que se niega a admitir con tozudez el hecho de que su partido ya hace muchos años que dejo de ser una alternativa de progreso real. Y lo que quizá sea peor, de que hay muchos españoles que no se conforman con quedarse definitivamente sin aquello que tenían antes de que estallara la gran crisis económica. Gente que quiere buenos empleos y no creciente precarización como fórmula para borrar a los parados de las listas negras de la desocupación.

Así que parece que, por lo visto, en opinión de estos conspiradores de chiste del tebeo, Rajoy puede volver a tener un nuevo momento de gloria, ante la incapacidad de los socialistas y asimilados de convencer a unos cuántos millones de españoles de que la desigualdad no existe, los problemas para llegar a fin de mes que tienen son mentira y de que se puede sobrevivir con un sueldo de 800 euros, ganado en maratonianas jornadas de doce horas y apuntado como autónomo a la Seguridad Social.

Porque si algo si ha acreditado el presidente del Gobierno en funciones es una prodigiosa capacidad para vivir en un país imaginario en el que la realidad no existe sin que el triste destino de sus compatriotas le quite el sueño. Y esa sería la única característica que necesita tener de verdad, hoy por hoy, un inquilino de La Moncloa para asegurar la tranquilidad de los ‘auténticos’ amos de España.

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