La isla azucarada

Desde el Malecón con...

La isla azucarada

A Cuba a como dé lugar es la consigna de casi todos que tal parece que tenemos “azuquita”, como decía la abuela. La Habana. Ya va siendo hora para que colegas minuciosos, con espíritu de ratones de archivos, y analistas de puntería comiencen a sacar a punta de lápices y memoria el balance de doce meses a partir de ese memorable 17D del pasado año en que los presidentes Barack Obama y Raúl Castro dieron a conocer el inicio de un nuevo derrotero en las relaciones entre ambas naciones bajo bendición y oficios papales.

En este año a objeto de escrutinio, como pocos en la historia de la revolución cubana, las visitas han sido una detrás de la otra. Si hubiese alguna duda, preguntar en el batallón de ceremonias. Ha caído poca agua, pero en lo referente a propósitos e intenciones las lluvias han tenido un carácter intenso. Tanto, que quienes deben tomar decisiones, acostumbrados a las largas y prolongadas digestiones comerciales y de negocios, han debido someterse a una dinámica de respuestas poco acostumbradas.

El interés de múltiples sectores de la sociedad norteamericana, española y de otras latitudes por visitar la isla y conseguir un puesto en el sitio adecuado va desde los grandes proyectos de interés nacional hasta organizar expediciones conjuntas monte adentro en busca de nuestro Carpintero Real (varias veces ya avistado) o decidir unir fuerzas para proteger a los temibles tiburones (menuda amnistía) protagonistas de una historia letal en el Estrecho de La Florida o presentar tal o mas cual perfume de marca.

A Cuba a como dé lugar es la consigna de casi todos que tal parece que tenemos “azuquita”, como decía la abuela. Ojalá dispongamos bien pronto a mano una cronología de visitantes para darnos cuenta de ello porque, entre otras razones, hasta geografía hemos aprendido con la llegada de aquel presidente de un lugar prácticamente desconocido que él solo era todo un Consejo de Ministros en un país de unos 20.000 habitantes allá por el Pacífico Sur.

En la música, a modo de botón de muestra, ni se diga. Desde agrupaciones sinfónicas, corales y afamados solistas y estrellas del pop han puesto un pie es escenarios nacionales. Ahí está un marine, a quien tuve la oportunidad de conocer, que “desembarcó” en la capital no con un fusil de asalto, sino con la intención de palpar los ritmos cubanos y darle rienda suelta a su afición por la trompeta. Vaya, el de la trompetica como decía el otro, y el próximo arribo de los Rolling Stones.

Habrá que preguntarse a ritmo de la conocida orquesta Van Van si es que hay y habrá cama para tanta gente (la cama como metáfora) aun cuando en mesa de negociaciones se encuentran puntos cardinales y definitorios referidos al bloqueo o embargo, la restitución de la base naval de Guantánamo y el agudo y polémico tema de las mutuas indemnizaciones por mencionar algunos.

Bueno apuntar es que al cabo de casi doce meses se mantiene ese mismo clamor popular, de gente de a pie, referido a la esperanza que es, hasta donde conozco, lo último en perderse. ¿Beneficios palpables? De momento, para aquellos particulares dueños de bares, restaurantes y viviendas en renta porque, además, no ha sido este un período muy fecundo en la presencia “Made in Usa” en los establecimientos comerciales con la alimentación en punta.

Por venir, como ya apunté en otra ocasión, sólo faltan tal vez el Dalai Lama y el mismísimo Superman con el clan del pato Donald aferrado a la prodigiosa capa.

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