Albert Rivera aspira a presidir el ‘tripartito de la casta’

Detrás de la cortina

Albert Rivera aspira a presidir el ‘tripartito de la casta’

Las últimas conspiraciones de salón apuestan por un pacto entre Ciudadanos, PSOE y PP tras las elecciones Queda poco menos de un mes para las próximas elecciones generales y las encuestas dibujan un panorama cada vez más desesperanzador para los defensores a ultranza de la necesidad de gobiernos estables. Y a algunos, el sainete que protagoniza el independentismo catalán prosistema, imposibilitado para convertir a Artur Mas, en presidente y condicionado por las decisiones de un grupo de extrema izquierda anticapitalista empieza a ponerles los pelos de punta. Por aquello de que ‘cuando las barbas de tu vecino…’, ya saben como sigue.

Lo cierto es que estamos ante un panorama donde la incertidumbre es la única certeza que decía aquel. Y eso es lo que de verdad dejan claras las encuestas. Con más o con menos cocina y tan sesgadas como suelen pero reflejando un momento de duda general en el electorado potencial que se traduce, por ahora, en realidades como el hecho de que los partidos emergentes han llegado para quedarse, auque el ascenso de Ciudadanos se frene mientras Podemos no acaba de hundirse ni de volver a despegar.

Y en medio del follón, las dos grandes formaciones del viejo sistema bipartidista se mantienen en el combate como boxeadores sonados a la espera de que suene la campana, dispuestos a ganar por puntos, aunque haya sospechas de ‘pucherazo’ en la decisión final de los jueces. Por eso vemos en estos días muchos espectáculos lamentables, con el PP agarrándose al clavo ardiendo de la Ley D’Hondt para mantenerse y el PSOE explorando el límite de resistencia de sus incondicionales, que cada vez son menos y empiezan a sentirse castigados por la pulsión irrefrenable de la vergüenza ajena.

Un lío más que intranquilizador para el ejército de conspiradores de salón y lenguas viperinas que conspira entre mesas y manteles disparando análisis de urgencia para tranquilizar a la ‘casta’. Porque sí, amigos, aunque no se nombre ya a este grupo de dirigentes que abogan en el mantenimiento de la estabilidad nacional para cuidar su intereses y su posición de privilegio ahí siguen. Y están más nerviosos que antes tras descubrir que, contra todos los pronósticos de sus asesores palaciegos de guardia, la verdad es que la operación que pusieron en marcha para frenar a Podemos, no ha terminado como ellos pretendían. Ni mucho menos.

Cierto que si no llegan a bajar al ruedo, lo mismo el terrible Pablo Iglesias se hubiera convertido en presidente del Gobierno. Pero ni han acabado con él, ni convencido a Mariano Rajoy, de que jubilado se vive mejor. Y, tampoco han logrado conseguir que Albert Rivera o Pedro Sánchez, esos dos cuñados perfectos que parecen estar a punto de asistir a un concierto de Luis Miguel, han conseguido consolidarse en la cima.

Al final, después de tanto esfuerzo, nos encontramos ante un ‘totum revolutum’, un ‘cacao’ que atemoriza, donde podría darse el caso de que no bastara una coalición de dos, ya saben Ciudadanos y quién sea menos Podemos, para que la suma resultante proporcionara una mayoría parlamentaria solida sobre la que aguantar un Gobierno durante una legislatura entera. Esa es una de las posibles lecturas del triple empate del que habla hoy ‘El País’, por ejemplo y ya nadie en su sano juicio puede descartarla. Mucho menos con todo lo que hay en juego.

Así que el plan habría cambiado, según las versiones que se escuchan estos días en algunos círculos de la Villa y Corte. Ha mutado de forma prodigiosa para adaptarse a la terrible realidad. Ahora se trataría de forjar un tripartito de ‘salvación nacional’, justificable por el momento singular en el que vive el país, con las amenazas del independentismo catalán y el terrorismo islámico como catalizadores y la necesidad de acometer un proceso controlado de regeneración democrática como excusa. Pues eso. Un gobierno de coalición entre PSOE, PP y Ciudadanos, que presidiera una cara ‘nueva’ para no hacer añicos la ilusión del cambio.

Y, como no, el preferido para asumir la presidencia de semejante alianza es Albert Rivera. El catalán da mucha más confianza a la ‘casta’ que Mariano Rajoy o Pedro Sánchez. Al fin y al cabo, con los líos judiciales en curso, por mucho que ahora casi no se hable de ellos, el actual presidente del Gobierno sigue siendo más una bomba de relojería que una opción real. Y, en cuanto al socialista, como hemos podido ver en Portugal hace unos días, la tentación de sumarse a un frente de izquierdas siempre va a estar ahí, latente en una parte de su militancia y de su dirigencia.

Así que la ‘casta’ quiere a Rivera y a Rivera le parece bien. Aunque, lo mejor sería, por supuesto, que Ciudadanos se convirtiera en el partido más votado. Incluso si como consecuencia de la actual Ley Electoral, los ‘naranjas’ obtienen menos diputados que algunos de sus rivales. Sobre todo porque con la necesidad cada vez más urgente de cambiar esas reglas del juego sobre la mesa, puesta de manifiesto con gran crudeza por las últimas elecciones catalanas, ningún partido obtendría una legitimidad verdadera para liderar una coalición estable de Gobierno si no consigue triunfar tanto en escaños como en porcentaje de votos.

O sea que Albert Rivera, en realidad, si que puede estar cerca de convertirse en el próximo presidente del Gobierno. Sólo necesita un pequeño ascenso de sus expectativas que podría producirse sin problemas durante la campaña. Le basta con robarle al PP un par de puntos porcentuales más y eso resulta bastante posible, por mucho que a Mariano Rajoy y los suyos no les guste demasiado. Sin embargo, cada vez hay más votantes conservadores que firmarían un resultado así y estarían encantados de que el líder de Ciudadanos se convirtiera en el próximo inquilino de La Moncloa.

Sólo hay un punto de inquietud en ese posible futuro tranquilizador al que algunos podrían aspirar. La posibilidad de que Podemos, esa bestia dormida que se resiste a desaparecer, pegue un estirón a última hora y desencadene un terremoto en las filas del PSOE. Por eso la ‘casta’ sabe perfectamente que Pablo Iglesias sigue siendo su mayor enemigo. Por lo menos, de momento, y mientras no consiga domesticar a la fiera. Pero tampoco piensen que esa opción ha dejado de existir. De hecho, el león cada vez ruge menos. Sobre todo cuando empuña la guitarra de palo y canta villancicos en programas para todos los públicos.

Más información