¿Facilitará la Cup una amnistía para los corruptos catalanes?

Detrás de la cortina

¿Facilitará la Cup una amnistía para los corruptos catalanes?

La candidatura de la izquierda independentista relega a un segundo plano su vieja cruzada contra la delincuencia política Ya lo saben. Antonio Baños, el número uno de la CUP, la candidatura de extrema izquierda independentista que emerge ahora como la gran vencedora real de las últimas elecciones catalanas, era prácticamente un desconocido fuera de los límites de la región en la que ha realizado la mayor parte de su actividad política, profesional y artística. Ahora, sin embargo, su figura le resulta familiar a todos los habitantes de España.

Se sabe que fue periodista, que ejerció de cantautor y que acaba de montar un nuevo grupo musical, denominado Contratroika en el que comparte escenario con otro ilustre compañero de partido: David Fernández, aquel diputado aguerrido que amenazón con lanzarle una zapatilla a la cara al mismísimo Rodrigo Rato.

Al escuchar hablar a Baños a más de un ciudadano de izquierda que habita fuera del presunto paraíso catalán, probablemente le den ganas de votar por él. Ha quedado demostrado que no se come a los niños crudos es moderado y se siente cómodo en su curiosa interpretación ‘vintage’ del internacionalismo, la alianza de las naciones distintas, según él. Por eso, puede impulsar un proyecto basado en la insolidaridad como la secesión y a la vez sentirse totalmente implicado con la lucha de sus compañeros de Vallekas.

Un buen líder, por lo tanto, al frente de una formación que, al menos hasta ahora, había ejercido también con profusión esa rara virtud llamada coherencia que no abunda entre la clase política en los últimos tiempos. Así, la CUP mantiene un programa de corte radical muy similar a aquel con el que Podemos llegó al primer plano de la revuelta hace ahora poco más de un año y medio, y al haberse definido siempre como independentista no camina con el corazón dividido al estilo de esa torpe manera de avanzar de otros presuntos compañeros de bando que ni están en Pinto ni en Valdemoro e intentan solucionar esta indefinición apelando a la celebración de un referéndum legal en el que unos votarán que no pero sí y otros que sí pero no.

De modo que resultaba fácil que a uno le cayeran simpáticos los chicos y chicas de la CUP, estos amables habitantes del bosque, radicales pero buena gente que, además, se había comprometido a no convertir en presidente a Artur Mas, el dandy sin corbata de la República catalana, cuyos presuntos lazos con todas las tramas corruptas en las que se han visto envueltos algunos prohombres de su partido, incluido el fundador Jordi Pujol y su prole, no acaban de estar claros, aunque la prensa, la ‘española’, por supuesto, nos bombardee estos días con multitud de indicios, que deberán probarse en sede judicial, de que la posible financiación ilegal de CDC, basada supuestamente en un esquema en el que se intercambiaban comisiones del 3% a cambio de adjudicar obras y proyectos a empresas ‘amigas’.

Pero, de repente, ahora que la CUP se ha convertido en árbitro de la enésima fase de este interminable partido de la independencia, Baños y sus amigos parecen haber aparcado aquel bello papel inicial que adoptaron. Ya no quieren ser la zapatilla que cruce la cara de los políticos corruptos. Quizá por eso, en su multitudinaria rueda de prensa del pasado jueves, en la que pidieron la reversión de las privatizaciones, la ruptura fulminante con el estado español y unas cuantas cosas más, ninguno de los dirigentes que intervino en el acto pronunció, ni por casualidad, la palabra corrupción.

Se sabe que las ‘amnistías’ y la liberación de los presos son una fórmula habitual de celebrar los cambios políticos históricos. En el tránsito desde el franquismo a la democracia, por ejemplo, en España se concedió una, decretada en 1977, dos años después de la muerte del dictador. Lo mismo se ha hecho en otros países en multitud de ocasiones. Fue escandalosa, como poco, la que se concedió en Argentina a los implicados en las torturas y el terrorismo de estado promovido por la dictadura militar en 1983.

Así que tampoco sería extraño que en una Cataluña independiente, en la que no se reconocieran las leyes opresoras del Estado español, los posibles delitos cometidos por políticos catalanes puedan llegar a ser olvidados, para propiciar un nuevo comienzo.

¿Será por eso por lo que la CUP en este momento ha dejado de considerar una prioridad el combate contra la corrupción? Nos gustaría pensar que no, pero el cambio en el discurso que parece atisbarse es, cuando menos, sospechoso. Por lo demás, no resulta demasiado sorprendente que un exmilitante de ICV como Raül Romeva encuentre muchos puntos de contacto entres sus ideas y las que, en términos de política económica, por ejemplo, intenta ahora impulsar la CUP.

De hecho, lo que sí era, y es, bastante complicado de entender es que tipos como él, o Lluis Llach y hasta Oriol Junqueras compartan candidatura con Artur Mas.

¿De verdad esa amalgama unida contra natura que se llama ‘Junts pel Sí’ va a alcanzar un pacto con la CUP que permita a Mas convertirse en presidente? Yo no lo descartaría. Al fin y al cabo, las peticiones de Baños y los suyos tienen todo el aspecto, y probablemente ellos lo saben, de un verdadero brindis al sol.

Así que puede que no haya que descartar que estos simpáticos habitantes del monte, con la justificación de que renuncian a algunas de sus exigencias para hacer posible el sueño independentista, cambien cromos a medio plazo con el equipo de Mas a cambio de unas mínimas concesiones en el ámbito social. Esa parcela en la que el ‘president’ sólo fue una víctima que tuvo que aplicar los recortes que el imponía el Gobierno de España.

En fin, quizá me equivoque y me alegraría de ello, por supuesto. Pero, hoy por hoy, tengo la impresión de que los movimientos de esta farsa coreográfica que podría estar interpretando Baños, con el apoyo de Romeva y otros ‘enemigos’ cercanos apuntan hacia esa posibilidad. Opción que, por cierto, también encaja a la perfección con ese escenario final de ‘perdón de los pecados’ que libraría a unos cuantos padres de la patria catalana de tener que rendir cuentas con la justicia.

¿O es que no merecen ser retribuidos con largueza y recibir la absolución por sus faltas veniales todos esos mártires que dedicaron una vida entera a la consecución de la independencia? El tiempo, como siempre, lo dirá, por supuesto.

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