Con Perón exiliado en Madrid, sus seguidores en Argentina lanzaron una campaña titulada “Lucha y vuelve”. Hace bastantes años, con Perón exiliado en Madrid, sus seguidores en Argentina, mezcla de simpatizantes del fascismo mussoliniano y de radicales de extrema izquierda, una evidente masa mayoritaria de ciudadanos empanados enideas contradictorias, lanzó una campaña callejera de reto a la dictadura que encabezaba el general Lanusse, cuyo slogan repetido hasta la saciedad era: “Lucha y vuelve”.
No había nombres ni fotografías en los carteles y pintadas pero todo el mundo sabía que luchando contra el sistema se cumplirían los sueños de muchos y Perón, el gran demagogo ausente, regresaría. Tardó, pero al cabo de un tiempo hubo elecciones libres, las ganó el candidato virtual de los peronistas – Hector J. Kampora – y Perón regresó. En el recibimiento que le brindaron en el aeropuerto hubo decenas de muertos.
Pero volvió y recuperó el poder, aunque por poco tiempo porque la muerte dejó recudido su mandato a pocas semanas. Lo importante de aquella operación popular fue dejar claro que cuando un colectivo numeroso o todo un pueblo luchan frente a su Gobierno por algo normal, lo acaban consiguiendo. Estos días lo estamos viendo en España.
Mariano Rajoy, durante cuatro años sordo e invisible tras el plasma no escuchó a la oposición política ni al pensar de muchos de sus ciudadanos, pero finalmente si lo hizo acabó accediendo a todo lo que había prometido que no haría: desde recortar las restricciones a la Ley del Aborto hasta acceder a reformar la Constitución e incluso a facilitar asistencia médica a los inmigrantes irregulares. Mayor cambio de chaquetas no cabe.
Hay quienes aseguran, y no les falta toda la razón, que más que las voces de la calle lo que ha hecho cambiar a Rajoy son las elecciones que amenazan con desalojarle de La Moncloa. Pero bien mirado, es lo mismo: son los ciudadanos quienes bien por acción o por presión lo están consiguiendo y, quizás también, aprendiendo de paso la lección para otras ocasiones.
