La reconquista de La Moncloa

Detrás de la cortina

La reconquista de La Moncloa

El terremoto electoral del 24M deja fuera de juego a un PP, todavía prisionero de su derecha extrema. Hace poco menos de cuatro años nadie hubiera dado un duro por la posibilidad de que la izquierda reconquistara el poder en España. No, después de la impresionante victoria del PP y del descrédito en el que quedó sumergido el PSOE, trás el fiasco que supuso la segunda legislatura de José Luis Rodríguez Zapatero en el poder. Y, sin embargo, en este momento, hay muchas posibilidades de que una alianza de fuerzas progresistas, en las que confluyan partidos nuevos y viejos, figuras independientes y organizaciones de la sociedad civil, reconquiste La Moncloa en los próximos meses.

Las victorias de las candidaturas de unidad popular que encabezaron Manuela Carmena y Ada Colau, en Madrid y Barcelona, respectivamente, han definido un modelo que, al menos, Podemos, busca replicar con las adaptaciones pertinentes en las próximas elecciones generales. Y es ahí, donde reside en parte esa distancia que Pablo Iglesias quiere marcar con IU. Su idea parece clara. Quiere más ‘manuelas y adas’ en las listas, y también una dosis de ‘ángeles gabilondos’, pero rechaza la incorporación sin primarias de ‘políticos profesionales’, procedentes de partidos de izquierdas, que consigan su puestos en la papeleta en función del peso de la organización a la que representan.

El problema es que sólo con esta fórmula va a ser imposible marcar una diferencia importante en la carrera electoral que se avecina. Todos los partidos, incluido el PP, van a buscar ‘candidatos limpios’ hasta debajo de las piedras y van a iniciar la caza del independiente con prestigio en los próximos días. Y, sin embargo, el compromiso con la regeneración democrática, tras el ‘tsunami’ de las elecciones del 24M, puede convertirse en poco más que un lugar común en todas las candidaturas.

Es lógico. Lo raro era lo de antes. Lo habitual en cualquier democracia es que los partidos se esfuercen por presentar unas candidaturas completamente limpias de cualquier sombra de corrupción. Así que solucionada, más o menos, la anomalía en la que hemos vivido unas cuántas décadas e iniciado el regreso a la normalidad, la falta de recorrido de las ‘ofertas electorales’ que se basen sólo en la exigencia de limpieza en la vida pública empieza a dejarse notar y queda patente, por ejemplo, en el estancamiento a la baja que sufre Ciudadanos en las encuestas más recientes.

Así que, por primera vez en mucho tiempo, es probable que la diferencia real entre unos y otros, la que sirva para conquistar o perder votantes potenciales, esté en el programa económico que cada partido, agrupación o coalición electoral defienda en el futruo. Y, además, las ofertas deben ser claras y realistas. Y para diferenciarse de sus rivales, los políticos de izquierda o centroizquierda tendrán que ‘salirse’ de la ortodoxia impuesta desde el inicio de la crisis por Bruselas, el BCE y el FMI, la vieja ‘troika’ que crearon Angela Merkel y los suyos para imponer sus recetas fracasadas a los países de la periferia Europea. Pero, a la vez, tendrán que estar justificadas y cuantificadas al milímetro.

Además, el resultado del referéndum aprobado por el Parlamento Griego que permitirá a los griegos pronunciarse sobre lo que se les exige para permanecer en el euro, convierte a este momento, en un periodo clave para el futuro del frente ‘anti-austeridad’ en toda Europa. A estas alturas y tras el órdago de Alex Tsipras arrecian como era de esperar las ya conocidas críticas de los propangadistas de la ‘troika’ y los anuncios del Apocalipsis heleno se multiplican.

Sin embargo, en paralelo, la unidad monolítica de los partidarios de la ‘pax alemana’ se resquebraja y, contra todo pronóstico, empiezan a oírse voces verdaderamente críticas contra las recetas impuestas hace seis años, el tiempo perdido y la necesidad de que regresen la solidaridad y el sentido común al escenario para salvar al euro y a la propia UE.

Pero, pase lo que pase en esta consulta, las tendencias han cambiado por completo y hasta el PP va a tratar de desmarcarse en las próximas semanas de su antigua militancia en la ortodoxia de los recortes. Sencillamente, porque sostener esas ideas se ha convertido en imposible en el panorama actual.

El movimiento ya ha sido iniciado por las nuevas estrellas del partido, como la recién elegida presidenta de la Comunidad de Madrid, Cristina Cifuentes, y hasta empieza a surgir un relato en algunos medios afines en el que se intenta vender que el presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, es, en realidad, un político centrista y que una vez hechos los esfuerzos inevitables, se dispone a hacer llegar de un modo efectivo la recuperación al bolsillo de los ciudadanos. Y no sólo por medio de recortes fiscales que beneficien especialmente a los más ricos.

A esta realidad responden los últimos movimientos de Pedro Sánchez y la cúpula de Podemos. El ya candidato socialista a la presidencia del Gobierno ataca con la presentación de su grupo de expertos, entre quienes destaca, su nuevo ‘gurú’ económico, Jordi Sevilla. Y los ‘morados’ con los contactos de Carolina Bescansa y Nacho Álvarez, con grupos como Economistas Frente a la Crisis, Gestha (sindicato de técnicos del Ministerio de Hacienda), o ATTAC (Asociación por la Tasación de las Transacciones financieras y por la Acción Ciudadana).

El primero de estos ‘think tanks’ progresistas ya ha elaborado un programa económico para la convergencia progresista. Y se da la circunstancia que una parte significativa de los expertos económicos del PSOE y Podemos, comparten sus postulados. De hecho esta organización -que preside Jorge Fabra Utray, antiguo alto cargo de un Gobierno de Felipe González– ha sido vital en el proceso de acercamiento de ambas formaciones que finalmente, ha hecho posibles los pactos en ayuntamientos y autonomías que han servido para dinamitar el poder casi absoluto que había conseguido el PP hace cuatro años.

De modo que parece obvio que PSOE y Podemos estarán condenados a entenderse en el futuro, por mucho que en los próximos meses tengan que marcar algunas distancias. Al fin y al cabo, no dejan de ser rivales políticos. Pero a nadie se le escapa que, como han dejado patente las últimas elecciones, hay una mayoría clara de españoles que quiere un cambio de políticas y un cambio de caras y que el precio a pagar por cualquier partido que olvide estas circunstancias sería tan alto que no excluye su posible desaparición a medio plazo. Y, como decíamos antes, las dificultades de Ciudadanos en las encuestas tras su apoyo a candidatos que marcan la continuidad en el poder del viejo bipartidismo son un auténtico aviso para navegantes.

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