Que la política es el arte de lo imposible lo reflejan los trapicheos y pactos que acabaron configurando los nuevos ayuntamientos. El mapa del poder territorial surgido de las elecciones municipales y pactos posteriores certifica el final de las ideas en España. De las ideas y en buena medida también de la unidad y la disciplina en los partidos políticos en beneficio del oportunismo y el compadreo. Que la política es el arte de lo imposible lo reflejan los trapicheos y pactos que acabaron configurando los nuevos ayuntamientos, pero la pregunta es, ¿aguantará la inercia del milagro?
Hay pactos para todos los gustos o quizás para ninguno y, eso seguro, para todas las combinaciones aritméticas posibles, Bildu incluido y FET y de las JONS quizás no porque no ha sacado ni un solo concejal. Muchos bien pueden calificarse como pactos contra la naturaleza política y bastantes además desmienten las promesas electorales que escuchamos durante la campaña. Hay algunos coherentes, pero más bien pocos. Gran número de ellos resultan demenciales.
Habrá que ver cómo funcionan; nos conviene a todos los ciudadanos que se produzca el milagro y que este “desmadre” de administraciones locales sea para bien. Es decir, que partidos tan diferentes y algunos tan esperpénticos entren en razón y empeñen su voluntad de que el compromiso adquirido les aleje del folklorismo y la demagogia. Una cosa es prometer, algo que los mítines aguantan hasta lo imaginable, y otra ejecutar con realismo.
Los acuerdos encierran de todo y entre todo ese todo hay bastante poco recomendable. Los acuerdos logrados con tanta parafernalia en muchos casos responden a odios casi ancestrales, revanchas de diferente naturaleza, caprichos desbordados y, lo peor de todo, a intereses de diferente naturaleza. Nada es más deseable que estas observaciones se vean desmentidas por el tiempo. Pero, en fin, uno ya tiene experiencia, nacional, autonómica, local y extranjera como para poder mostrarse optimista.
