A los ayuntamientos les han entrado todas las prisas por acabar las obras que quieren exhibir los regidores como pancarta para su reelección. Los trabajadores apuran las horas; en muchos casos trabajan hasta de noche, tal y como si Rajoy tuviese razón y la crisis ya hubiese pasado. Falta menos de un mes para las elecciones municipales y a los ayuntamientos les han entrado todas las prisas por acabar las obras que quieren exhibir los regidores como pancarta para su reelección.
España no cambia y en época electoral, menos. Se sestea todo el año, mejor dicho toda la Legislatura, y cuando llaman a las urnas entran las prisas. ¡Qué agobio, tú! Los alcaldes y concejales deseosos de repetir visitan las obras en marcha varias veces al día y se desesperan viendo que no avanzan, que no se llega sin zanjas ni andamios a la hora de votar.
Y eso que hay un límite en el calendario político para las inauguraciones. Todas se dejan para los últimos días, para crear en el ambiente la imagen de eficacia que no siempre responde a la realidad. Pero muchas obras no están acabadas, se improvisa para justificar la inauguración y luego se apuran los minutos para que los votantes no tropiecen al ir a los colegios.
Aun así el 24 de mayo estarán sin concluir y, después de esa fecha, con los resultados recordando que ya no hay vuelta atrás, más de una y más de dos y más de tres se quedarán a medias, empantanadas, hasta que Dios quiera. Hay quien opina que debería haber elecciones todos los años para que las inversiones públicas se dinamicen, pero entonces ya no habría manera de librarse: viviríamos con nuestros pueblos y ciudades eternamente patas arriba.
