Grecia abre un hueco en el ‘búnker’ alemán

Detrás de la cortina

Grecia abre un hueco en el ‘búnker’ alemán

La decisión de Bruselas de financiar las políticas sociales del Gobierno heleno descoloca a los defensores del ‘austericidio’ El pasado viernes por la tarde, tras leer las noticias que narraban lo acontecido en la reunión urgente que mantuvieron los pesos pesados de la UE con el Gobierno griego el día anterior, es probable que algún ciudadano español confundido por el flujo de información contradictoria que le llegaba, de repente y por sorpresa, se hiciera algunas preguntas fruto del desconcierto.

Tal vez, la secuencia de interrogantes sería parecida a esta que ahora les enumeró. ¿Qué ha pasado aquí? Pero, ¿No estaba Atenas contra las cuerdas, humillada y hundida? ¿No habían sido completamente derrotados los siniestros villanos Tsipras y Varufakis por las fuerzas del bien? ¿No habían restaurado de dos plumazos la onmipotente Merkel y su brazo armado Schauble la política de austeridad y sacrificios en el sur de Europa y sofocado en un par de semanas la supuesta rebelión que se había cocinado en las urnas griegas?

Eso es, al menos, lo que había contado la prensa española, prácticamente sin excepción, esa misma mañana en sus crónicas urgentes sobre esa cumbre excepcional que acababa de celebrarse. Nada nuevo por otra parte, es lo mismo que llevan haciendo los corresponsales de nuestros sufridos diarios, férreamente controlados por los responsables de la línea editorial de sus medios, desde que Syriza llegó al poder con su programa díscolo e irreverente.

Pero esta vez, la singularidad de los hechos era tan difícil de maquillar que no hubo tiempo material para enterrar el verdadero enunciado en una estructura capaz de cuestionar la noticia en si misma. Es lo que sucede, algunas veces, con la realidad cuando muestra tozuda su verdadera dimensión.

Así que a nuestro hipotético ciudadano, preso de un súbito ataque de perplejidad, tal vez no le quedara más remedio que seguir con su retahíla de cuestiones incomodas. Y, ¿entonces? ¿Qué hace ese inconsciente de Juncker regalándole 2.000 millones a Atenas, para que los neocomunistas que han tomado el poder allí lleven a cabo su programa de rescate social suicida?

Y, ciertamente, nadie que no estuviera al tanto del verdadero contenido de las negociaciones en curso esperaba esa decisión adoptada de repente por la Comisión Europea. La primera, por cierto, que se toma en Bruselas con un poco de sentido común desde que estalló la crisis económica hace ahora casi nueve años.

Esa inesperada provisión de fondos, directamente destinados a paliar la pobreza de los griegos, se ha convertido en la nota discordante en el relato que hasta ahora nos venían contando de victorias imperiales de la Gran Alemania y derrotas dolorosas y humillantes de los rebeldes griegos.

Por suerte para todos, las cosas no eran exactamente así. Ni mucho menos. Es lógico. El desastre provocado por el ‘austericidio’ en Grecia ha alcanzado tal magnitud que resulta poco menos que imposible mantener sin más la narrativa dominante del sacrificio como mantra único para encontrara la esquiva salida de la crisis.

Cuando un país pierde más de la cuarta parte de su PIB por culpa de la aplicación de una política económica concreta no queda más remedio que admitir que alguien ha hecho mal algo. Sobre todo si aquello que se quería conseguir, en este caso hacer posible el pago de la deuda, está mucho más lejos que antes. Y si, además, por el camino, se ha provocado el caos y la devastación en una sociedad empobrecida hasta lo insoportable.

Así que, por fin, aunque sea tarde, Europa ha decidido mostrar su capacidad de ser solidaria y ha rascado unos cuántos millones para financiar, ese programa de subsidios, apoyos y ayudas, que Syriza diseñó para iniciar la verdadera cura de una sociedad a la que las políticas impuestas por la desaparecida ‘troika’ han hecho enfermar más allá de lo soportable.

Justo ese mismo que, según los heraldos del apocalipsis germánico, era sólo una sarta de promesas utópicas, un gran montón de mentiras, con el que Tsipras y los suyos habían ganado las elecciones y que, ahora, una vez en el poder, iban a tener que desmontar, admitiendo ante la sociedad su auténtica condición de mentirosos compulsivos.

Parece ser que no era así. Que lo que si era imposible, sin embargo, era que en un país europeo, una vez más, los acreedores iban a imponer políticas insoportables a una nación devastada que, según el camino que llevaba, ni siquiera iba a poder pagar nunca en su totalidad lo que debía.

Y eso es lo que ha pasado. Por supuesto que, como decía Syriza desde el principio, Grecia quiere pagar lo que debe. Todo. Independientemente de la ilegitimidad de buena parte de esa deuda contraída. Pero, la prioridad de un partido político no puede ser esa cuando los ciudadanos a los que representan se encuentran en un estado evidente de emergencia social.

Y, por primera vez, desde hace casi una década, hay un gobierno en una capital europea empeñado en defender, de verdad, los intereses de sus votantes. En obedecer, sin problemas, el mandato que ha recibido de las urnas. Y eso, a pesar de que en todo el territorio de la UE, supuestamente, se respeta la democracia ha supuesto una verdadera sorpresa para muchos.

Sin embargo, los resultados empiezan a estar a la vista. Ni siquiera la imperturbable Merkel puede ganar esta batalla dialéctica una vez que alguien se ha atrevido a plantearla. Porque eso sería tanto como reconocer que sí, que era cierto, que ni Berlín ni a Bruselas le importó nunca ejercer la crueldad sobre sus semejantes, con tal de evitar la quiebra del sistema bancario alemán.

De modo que todo parece indicar que las sorpresas no van a terminar aquí para el perplejo ciudadano al que hemos convertido en involuntario protagonista de esta columna. Ayer mismo, en uno de esos programas televisivos que convierten la política en espectáculo cada sábado por la noche, un comentarista económico, martillo habitual y reiterado de Tsipras, Varufakis y compañía, deslizó en su discurso un abierto elogio al contenido social del programa económico de Syriza.

Y hasta reconoció que, precisamente, eso, rescatar a la población a la que esta crisis ha golpeado hasta la indefensión tiene que ser prioritario. Lo extraño no es eso, lo raro es que todo parece indicar que sin los últimos resultados electorales en Grecia, da la impresión de que nadie hubiera reparado en algo tan evidente. Quizá sea bueno tener estas cosas en cuenta a la hora de votar. Digo yo.

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