Uno de los grandes problemas del mundo globalizado reside en dónde se ubica la sede fiscal de muchas grandes empresas, y en base a qué se afinca en ese lugar concreto. “Quien ama a su país, paga en su país”. Lo dijo Pablo Iglesias en el baño de masas que se dio el pasado miércoles, en el Círculo de Bellas Artes, en su particular réplica al discurso pronunciado un día antes por Rajoy durante el Debate sobre el estado de la Nación.
Al hilo de esta declaración, y dando por hecho que Iglesias también se refería a las grandes empresas del Ibex 35, hemos acudido a mi jefe para preguntarle cuál debe ser la nacionalidad de una multinacional, y en base a qué. ¿Hay que fijarse dónde reside la mayoría de sus empleados? ¿Dónde realiza sus mayores inversiones? ¿O dónde emite su deuda?
Mi jefe nos ha felicitado, por primera vez en esta nueva etapa post-vacacional, por presentar la cuestión. “Es uno de tantos casos que pone de manifiesto que la única libertad es la del mercado de capitales”, ha contestado antes de explicar que la verdadera incógnita a despejar reside en dónde y cuántos impuestos paga cada empresa, y a qué obedece esa ecuación.
“Es uno de tantos aspectos de la globalización que tienen que resolverse”, ha concluido el hombre antes de desearnos un feliz (y productivo) fin de semana.
