Rajoy desmonta paulatinamente la Justicia para proteger a su partido de casos como Gürtel o Bárcenas. La dimisión del fiscal general del Estado, un cargo considerado instrumento clave para cualquier Gobierno, ha provocado una verdadera tormenta mediática y judicial, aunque no sorprende, ya que Eduardo Torres-Dulce, ha demostrado mas ‘independencia’ de la que le hubiera gustado a Mariano Rajoy, preocupado por blindar a su partido frente a importantes casos de corrupción como el Gürtel o Bárcenas.
Una vez ‘quitado de en medio’ el juez Pablo Ruz, sólo quedaba Torres Dulce como obstáculo a batir. El ‘principio del fin’ del fiscal del Estado se fraguó después de que pidiera la entrada en prisión de Luis Bárcenas, el guardián de los secretos del PP, ya que su encarcelamiento, como se temían desde Génova, abrió la caja de los truenos y comenzaron a salir a la luz datos de la caja b y de la supuesta financiación irregular del partido.
Rajoy también apuntó en el ‘debe’ de Torres-Dulce el hecho de que no le advirtiera de que la Fiscalía iba a proceder contra Francisco Granados, aunque el peor de sus ‘pecados’ fue su pasividad ante la imputación de la infanta Cristina en el ‘caso Nóos’.
Y peor aún si cabe se tomó Rajoy el hecho de que el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, dijera públicamente que compartía el criterio del juez Ruz de que Ana Mato se lucró de la Gürtel, lo que le obligó a prescindir de ella como ministra de Sanidad.
Por su parte, a Torres-Dulce no le gustó el papel que le obligó a jugar el Gobierno en el conflicto con Cataluña y que le dejó como un ‘títere’ de Rajoy al ser presionado para presentar una querella contra Artur Mas por el 9N.
Pero también es ‘vox populi’ los desencuentros que mantuvo con Alberto Ruiz Gallardón durante su última época al frente del Ministerio de Justicia por discrepancias por el camino a seguir en materia anticorrupción.
