Todos contra Podemos

Detrás de la cortina

Todos contra Podemos

Pablo Iglesias y los suyos tendrán que enfrentarse ahora a la hostilidad de las televisiones que le encumbraron Se acabó. Durante un largo periodo de tiempo, Podemos se ha beneficiado de la presencia de sus líderes en las televisiones privadas españolas, gracias, claro, a la capacidad de Pablo Iglesias y los suyos de sacarle partido al medio.

Al principio porque eran una especie de anacronismo, gracioso, ‘buenista’ y juvenil que aportaba un plus de supuesta pluralidad a cualquier tertulia. Después, cuando el fenómeno se consolidó, porque estos jóvenes leones resultaban ser un seguro de audiencias crecientes.

Pero el idilio se ha roto. En parte porque el irresistible ascenso del nuevo partido en las encuestas le convierte en un peligro real. Y también porque las maquinarias de los partidos de la casta, acostumbradas a desenvolverse bien en las tensiones de la crispación y los argumentarios del ‘y tu más’, necesitan ensuciar el partido para tener alguna posibilidad de ganarlo.

Así que ahí los tenemos. Han encontrado una mina en la polémica, y no suficientemente bien explicada, beca de Iñigo Errejón y tras dar por comprobado, sin aportar prueba alguna, que se trata de un chanchullo, han iniciado una campaña de acoso y derribo inmediata. Están tan felices que hasta han recuperado la sonrisa. Pero, tal vez, la felicidad les dure poco.

No entraremos aquí a comparar un sueldo de mil y pico euros al mes, antes de impuestos, con una tarjeta ‘black’. Aceptaremos que se trata de dos asuntos de la misma familia, a pesar de las diferencias de volumen y de que las retribuciones de Errejón no le hayan costado a los contribuyentes españoles, el 10% del PIB, cinco millones de puestos de trabajo, un sustancial retraso en la edad de jubilación y el deterioro de la educación y la sanidad públicas. Por ejemplo.

Al final, ni siquiera va a hacer falta recordar estos pequeños asuntos. Por desgracia. Lo cierto es que la ‘casta’ ha vivido una semana, más o menos, tranquila, después de un ‘mesecito’ muy intenso en el que el ritmo de explosión mediática de los casos de corrupción se les había desbordado.

En cambio, el hecho de que la tonadillera Isabel Pantoja haya entrado en la cárcel, ofreció el primer respiro a un PP que no había dejado de recibir palos desde hacia mucho tiempo. La justicia funciona y quién la hace la paga es el mensaje. Una idea que la vicepresidenta Soraya Sáenz de Santamaría intentó apuntalar cuando desveló que el Gobierno había negado los indultos a Carlos Fabra y José María del Nido.

Pero ni siquiera en estos siete días de tregua han dejado de conocerse noticias que vuelven a dejar claro en manos de quién hemos estado y estamos aún. Se habla mucho de la desaparición de Pablo Iglesias, a quienes las televisiones quieren entrevistar para enfrentarle con sus mejores mastines.

Sin embargo, sorprende que esas mismas maquinarias que disfrutan convirtiendo la política en espectáculo no hayan tenido interés por llevara a sus platos a la muy mediática Esperanza Aguirre. Para que explique, por ejemplo, lo que pasó con ese contable suyo que teóricamente había sido despedido del PP pero que, en realidad, mantenía su puesto de trabajo gracias a ella. Tan bien es notable la falta de interés que ha suscitado la relación entre el marido de la presidenta andaluza, Susana Díaz y los polémicos cursos sin justificar de la UGT.

Se comprende. Quizá sean asuntos graves, pero no tienen, ni de lejos, el barniz de ‘glamour’, de la beca de Errejón. Donde va a parar. Lo malo es que está tregua, probablemente, sólo haya sido eso. Una tregua. No hace falta arriesgar en la apuesta para comprenderlo. El grado de descomposición interna al que han llegado los dos grandes grupos del bipartidismo no se solucionará fácilmente. La cohesión no volverá, ni siquiera atacando a un enemigo común. El cáncer de la corrupción se extendió demasiado y la enfermedad no va a arreglarse sin un tratamiento de choque.

Lo mejor es que Podemos no parece haber cambiado su agenda por este traspiés. Ahora les toca revelar su nuevo programa electorales que, según explican, se encuentran en fase de elaboración. Y no tienen ningún motivo para precipitarse y hacerlo público antes de tiempo.

Se decía en tiempos utópicos que la política debía servir para transformar la sociedad. Cuando menos aspirar a hacerlo. Y lo cierto es que los últimos gobiernos del PP y el PSOE han cambiado a España. Ahora es más pobre, injusta e insolidaria que antes. La sociedad lo ha percibido y está lista para el cambio. El proceso está en marcha y no va a detenerse, aunque aparezca algún obstáculo por el camino. Denle tiempo al tiempo.

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