¿Afrodisiacos en el Eliseo?

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¿Afrodisiacos en el Eliseo?

Hollande, que tiene cara y fama de soseras continúa la tradición impuesta por sus predecesores y ya está dando qué hablar con sus andanzas amorosas. Pero, bueno, ¿qué les dan en el Eliseo a sus nuevos inquilinos para que se vuelvan tan salidos? ¿Será – piensan los malpensados de siempre — que algún cocinero militante en secreto de la oposición les pone afrodisíacos en la comida? Porque, ¡hay que ver, tú, como ligan los presidentes de Francia! Para morirse de envidia, qué voy a opinar. En cuando acceden al cargo da la impresión de que se desabrochan la bragueta y, venga, dale que te pego, a entregarse de lleno al amor y, es de suponer, al sexo.

Será la erótica del poder, no lo sé, pero desde Valery Giscard d´Staing, cuyos affaires sentimentales crearon leyendas en las verdulerías de París, la racha con que los máximos mandatarios les generan cuernos a sus parientas, es que no se detiene. También el áspero Miterrand parece que era una fiera con las mujeres a pesar de tener dos fijas, una en el hogar conyugal y otra en la proximidad, igual que si fuese musulmán. O Jacques Chirac que, al parecer, las mataba callando. Lo de Nicolás Sarkozy fue más aireado y lo tenemos más reciente aunque parece que últimamente se calmó un poco no sabemos si fue gracias a los encantos de Carla Bruni, si es que se le calmó la líbido o simplemente porque no tuvo más remedio que abandonar el Elíseo.

Pero ahora está François Hollande, que tiene cara y fama de soseras y, sin embargo, continúa la tradición impuesta por sus predecesores y ya está dando qué hablar en redacciones y salones de peluquerías, con la tercera desde que sus andanzas amorosas son noticia. Menos mal que Francia es un país admirable por muchas cosas y la tolerancia con las pasiones más elementales siempre ha sido modélica. A diferencia de lo que ocurre en los Estados Unidos, donde el puritanismo sajón manda y penaliza el sexo fuera de casa, en Francia el adulterio no pasa facturas.

Bueno, seguramente pasará alguna que otra en el ámbito doméstico, como en todas partes, pero en el ámbito de la política tal parece que no. Ser presidente de los franceses debe de ser muy duro y sus paisanos premian al sacrificado con la vista gorda para que pueda echar una cana al aire de vez en cuando y así aliviarse de las responsabilidades del poder. Lo malo es alguna prensa indiscreta que también allí incordia que no para revelando intimidades que, para qué vamos a engañarnos, a nadie le peta que conozcan los vecinos y menos la cónyuge.

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