Alemania se abona a las subidas de sueldo

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Alemania se abona a las subidas de sueldo

Algunos ya lo habían avisado: la subida salarial que Merkel y sus ministros anunciaron la semana pasada -la primera en doce años- para sí mismos era un gesto al trabajador alemán. El mensaje era que pronto iban a subir los sueldos del país por encima de la inflación y que, por tanto, había que empezar a gastar en vez de ahorrar. Y en esa línea parecen haberse aceptado las demandas del mayor sindicato del país.

IG Metall, que representa a cerca de 3,6 millones de trabajadores, ha conseguido este fin de semana cerrar el mayor aumento salarial de las últimas dos décadas. Los sueldos subirán un 4,3% en un momento decisivo tanto para el país como para el conjunto de la zona del euro. Para encontrar un incremento de los pagos superior a este hay que remontarse hasta el año 1992, cuando IG Metall logró cerrar una subida salarial del 5,4%.

Diversos economistas, como Paul Krugman, han defendido que Alemania debe incrementar los precios -y el sueldo es un precio más- para ayudar a reactivar así las economías de la región más deterioradas por la crisis económica. El Premio Nobel de Economía argumenta que son los consumidores alemanes los que deben llevar su actividad a estos países en los que el paro y las medidas de austeridad han neutralizado el consumo local. Una teoría que ya presentó en febrero de 2010 el economista jefe del Fondo Monetario Internacional (FMI), Olivier Blanchard.

Por aquel entonces Blanchard fue demonizado por buena parte de la prensa alemana, que se amparaba en los economistas de carácter más conservador con los que cuenta el país centroeuropeo. Lo que proponía el economista jefe del FMI iba en línea con una subida de la inflación. El experto del Fondo aseguraba entonces que una inflación del 4% no tendría ninguno de los efectivos nocivos que genera un incremento de los precios muy alto. Pero los alemanes relacionan directamente ese fenómeno con la llegada de Adolf Hitler al poder, y es complicado lograr que relativicen aquello.

Sin embargo, el riesgo de que buena parte de los socios comerciales del motor del euro -España e Italia, sobre todo- se asomen de nuevo a una recesión ha hecho que el Bundesbank y hasta el propio ministro de Finanzas germano, Wolfgang Schäuble, recomienden esa subida de sueldos y ese posterior ajuste de la inflación, que en abril se encontraba en torno al 2,1%. Es probable que el coste de esta experiencia sea, en términos políticos, fuerte: el 62% de la ciudadanía teme la inflación, según una encuesta reciente elaborada por el semanario Stern.

Pero, si se hace caso a Krugman y a diversos economistas, uno de los factores para la salvación del euro podría encontrarse, precisamente, en todo este operativo que contrasta, bien es cierto, con la llamada a la austeridad que desde hace varios años realiza la canciller alemana, Angela Merkel, cuando mira al Mediterráneo.

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